José Martí: Legado antimperialista que perdura a 130 años de su caída en combate

El legado antimperialista de José Martí sigue siendo bandera de lucha en Cuba, Venezuela, Nicaragua y otros pueblos que resisten la agresión y la arrogancia imperial.

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Foto: Cubadebate.


19 de mayo de 2025 Hora: 12:35

Lejos de ser solo una efeméride, este 19 de mayo, aniversario 130 de la caída en combate del Apóstol Nacional de Cuba, José Martí, convoca a una mirada retrospectiva y a una contrastación entre el entonces y el ahora, pues la actualidad de sus textos es absoluta.

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José Martí, Héroe Nacional de Cuba, fue un hombre de múltiples dimensiones: poeta, periodista, fundador del periódico Patria y creador del Partido Revolucionario Cubano, concebido para organizar a los cubanos dentro y fuera de la isla con el fin de impulsar la Guerra Necesaria de 1895.

La lucha por la independencia, en la visión de Martí, no era un fin en sí misma, sino un medio para alcanzar la libertad plena del hombre, convirtiéndolo en un principal promotor del antimperialismo latinoamericano y un acérrimo defensor de la dignidad humana.

Martí fue el latinoamericano que mejor conoció a los Estados Unidos país en su época. Desde muy joven, había advertido las enormes diferencias culturales entre anglosajones e hispanoamericanos. En su Cuaderno de apuntes no. 1, escrito en 1879, señaló que los norteamericanos posponen el sentimiento a la utilidad, mientras nosotros posponemos la utilidad al sentimiento.

Una constante en el pensamiento martiano, presente en sus textos sobre Nuestra América, fue la idea de nunca copiar ni imitar, sino siempre crear, a partir del conocimiento de las esencias propias.

Otra de sus prioridades fue alertar por todos los medios posibles del peligro de dominación cultural, económica y política encarnado en los Estados Unidos y que amenazaba a las repúblicas latinoamericanas.

Durante su exilio en Nueva York, concretó esta labor de prevención en sus crónicas para la prensa sudamericana, utilizando el discurso literario en lugar de la censura abierta.

Un ejemplo temprano de este discurso de alerta es su crónica Coney Island de 1881. Aunque reconocía la maravillosa prosperidad de los Estados Unidos, situados a la cabeza del desarrollo de la época, también advirtió sobre la soberbia y autocomplacencia que esa supuesta superioridad generaba.

Lo que luego sería declarado posteriormente antimperialismo, tuvo un antecedente significativo en la duda y desconfianza que afloró al preguntarse si esa nación colosal no llevaba elementos feroces y tremendos en sus entrañas, o si la ausencia del espíritu femenil no endurecía y corrompía su corazón.

A pesar de la barrera lingüística y la idiosincrasia anglosajona, que le hacían sentir «boxeado», se sobrepuso con esfuerzo. Dominar el inglés fue un imperativo de supervivencia y una garantía para sus proyectos de emancipación.

Resulta inspirador que concibiera y redactara en inglés su respuesta a una campaña difamatoria contra los cubanos, conocida como «Vindicación de Cuba», publicada en The Evening Post en 1889.

Estas experiencias cimentaron paulatinamente su posición ideológica antimperialista, en la que textos como «La verdad sobre los Estados Unidos» de 1894 tienen una importante zona genésica en su labor como cronista y su vivencia como exiliado.

A pesar de más de una década de estancia y de haberse insertado como figura en la cultura y política estadounidense, incluso como cónsul de varios países y participante en la Conferencia Monetaria de 1891, Martí nunca quiso ni buscó asimilarse, como evidencia la dolorosa anécdota del Murray Hill Hotel en 1894.

Esto da fe de su entereza moral, su fidelidad a principios, la originalidad de su pensamiento, la renovación de su lengua y el acendramiento de su antimperialismo y vocación de servicio a la América.

Su caída en combate en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895 no fue solo un acto por la independencia de Cuba; fue la expresión más acabada de su coherencia entre prédica y acción, muriendo también por su ideal antillanista, en una guerra que buscaba no solo liberar dos islas, sino equilibrar un mundo.

En su ensayo Nuestra América alertó sobre el peligro del expansionismo norteamericano engendrado en el “norte revuelto y brutal”, convocando a la unidad latinoamericana.

Hoy, 130 años después, su ideario sigue siendo un faro moral y digno en medio de una crisis de valores, desigualdades e injusticias. Su profundo humanismo y ética se manifiestan en la bondad humana y la necesidad de una educación liberadora.

Su patriotismo, sin chauvinismo, le hizo amar profundamente a Cuba, pero rechazó todo nacionalismo excluyente, afirmando que “Patria es Humanidad”.

Idealizó sobre la unidad latinoamericana con pueblos fuertes y solidarios, promoviendo la idea de que debían mantenerse hermanados para resistir dominaciones externas y construir su propio destino.

Su llamado a defender la soberanía sigue siendo bandera de lucha en Cuba, Venezuela, Nicaragua y otros pueblos que resisten la agresión y la arrogancia imperial.

Autor: teleSUR - cns - MMM

Fuente: Cubadebate