El Sorprendente Chan Li Po

Félix B. Caignet supo aglutinar en su obra de género dramático y hasta de suspenso bases que integran códigos supremos de la cultura popular, una verdadera integración lagrimal, y eso no lo logra cualquiera.

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Se llamó Félix Benjamín Caignet Salomón, pero siempre será Félix B. Caignet, el de Chan Li Po y el de “El Derecho de Nacer”.


29 de junio de 2025 Hora: 14:20

Cuba, como Venezuela, fue un importante territorio que recibió a muchísimos migrantes. Franceses residenciados en Haití llegaron al oriente de Cuba, españoles también, sobre todo gallegos, el África esclavizada igualmente permaneció en la isla, y para la segunda mitad del siglo XIX, 125.000 chinos llegaron a Cuba, muchos desde Filipinas que era otra colonia española, mientras 90.000 llegaban a Perú. Llegaron con contratos terribles para trabajar en las plantaciones de caña de azúcar y en general la agricultura. A finales del siglo XIX también llegaron chinos que abandonaron Estado Unidos de Norteamérica huyendo del racismo y la discriminación, algo recurrente en esa sociedad norteña.

Un buen día apareció en Santiago de Cuba un chino muy particular. No era físico, sino creado por el hombre que revolucionó la radio cubana y continental.

¿El nombre del chino? Chan Li Po

¿El de su creador? Félix B. Caignet.

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Felix B. Caignet es más reconocido por su obra dramática radial (luego televisiva y fílmica), pero no es menos cierto que musicalmente fue muy acertado.

Chan Li Po -como en Venezuela pasaría después con Martín Valiente- era un hombre en permanente lucha contra el delito pero pregonaba la paciencia para resolver las injusticias, y en el caso de Chan era detective. Fue el primer personaje de ficción reconocido con amplitud por la audiencia de Cuba. Además, con esta serie Félix B. Caignet introdujo la figura del narrador que todo lo sabía y además dejaba en suspenso a la audiencia y también aportó todos los imaginables efectos de sonido (música, puñetazos, pasos, sonidos de campanas y de gong, para que Chan Li Po pudiera lograr su objetivo justiciero). De paso, con esa serie se hizo la primera película de ficción de Cuba, en 1937.

Usaba unos pseudónimos muy curiosos, que ya daban una idea de su creatividad. Por ejemplo: “Doña To Masa”, “Miss T. Riosa” y “Al Khan Ford”. El más sencillo fue el primero que utilizó en prensa escrita en 1918 pues se trataba de su segundo apellido, Salomón. Tan curiosa como sus sobrenombres fue la vida de este oriental cubano que legó toda una revolución en la radio y en los programas de contenido dramático o de suspenso a la par de emplearlos para dejar lecciones éticas. No solo eso: fue un músico igual de creativo, quien nos dejó entre otros temas “El Ratoncito Miguel”, sí, ese, y “Frutas de El Caney”, el pueblo donde actualmente descansan sus restos, junto a los de sus padres.

Se llamó Félix Benjamín Caignet Salomón, pero siempre será Félix B. Caignet, el de Chan Li Po y el de “El Derecho de Nacer”.

Pregones y protestas

El Caribe, y América Latina en general cuentan con el sabor musical que el pregón social les ha impregnado. Y es que si algún pueblo le pone acento rítmico a su cotidianidad, ese es el caribeño. El pregón hace parte del día a día, antes con la carretilla y la voz en alto, ahora con el megáfono y hasta con los anuncios grabados, siempre asociados a la compra o venta de mercancía. El botellero, el manisero, el pescadero, el chatarrero, el verdulero, el floristero hacen parte de las historias de calle en el Caribe. La protesta también, explícita o solapada ella, manifiesta en la música la exigencia y el reclamo. Felix B. Caignet nos dejó dos extraordinarios ejemplos, pues aunque es más reconocido por su obra dramática radial (luego televisiva y fílmica) no es menos cierto que musicalmente fue muy acertado.

En la parte de pregones tenemos su tema “Frutas de El Caney” que es como correctamente se escribe pues se trata en este caso de un poblado y no de un recinto.

Frutas de El Caney

Y si Caignet escribió “Frutas de El Caney”, Miguel Matamoros (fueron compañeros de escuela) en “Veneración” también se refiere al sitio: “llégate al Puerto Boniato/ mira la loma e’ San Juan/ Vete a El Caney por un rato/ y prueba las frutas que allí dulce están/ Y si vas al Cobre…”.

Veneración

En la parte protestataria tenemos nada menos que “El ratoncito Miguel” que llevó a Félix B. a prisión en el cuartel Moncada de Santiago de Cuba. El gobierno de turno descubrió que el tema era contra el presidente-dictador Gerardo Machado (1925-1933) y que los santiagueros recogían dinero con el tema para ayudar a los rebeldes de entonces. Se presentó como tema infantil, pero…

El Ratoncito Miguel

Félix B.

Félix Benjamín Caignet Salomón nació el 31 de marzo de 1892 en San Luis, en una finca cercana a Santiago de Cuba. Madre cubana y padre francés, de los residenciados en Haití (recuerden la influencia francesa en el oriente cubano. En Santiago se estableció el primer Café Concert latinoamericano). Su padre quedó arruinado por el incendio de su finca, y luego paralítico. Félix entonces fue a la escuela pública donde se hizo compañero de clases y amigo de Miguel Matamoros (¿Sería al padre de Félix al que Miguel dedicó “El paralítico”?). Desde pequeño Félix B. le entró a las letras, y así, ya joven escribía reseñas, poemas y reportajes.

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En 1934 pone al aire el primer programa radial de corte dramático policial en la historia de América Latina: “La serpiente roja” (con Chan Li Po) e incorpora la figura del narrador al talento artístico.

Fue a La Habana por primera vez en 1920, qué cosa, por invitación directa de Enrico Caruso, el inmortal tenor, con el que se había carteado y al que había enviado a Estados Unidos una acuarela que había pintado. Caruso le envió la invitación y el dinero para que cubriera sus gastos, a fin de que lo viera cantar en la capital cubana.

Ya en La Habana dedicó buen tiempo a las narraciones infantiles que luego se convertirían en radio-teatros. Al regresar a Santiago se incorporó a la emisora CMKC con programas infantiles evidenciando a la vez su inclinación musical.

En 1934 pone al aire el primer programa radial de corte dramático policial en la historia de América Latina: “La serpiente roja” (con Chan Li Po) e incorpora la figura del narrador al talento artístico. En 1936, de vuelta a La Habana, parte hacia Argentina a cumplir compromisos “escribientes” y a la vuelta da a conocer otra serie: “Aladino y la lámpara maravillosa” en 1941. Vendrían luego “El precio de una vida”, “El ladrón de Bagdad” y “Peor que las víboras”.

El 1ro de abril de 1948 sale al aire “El Derecho de Nacer” con un plantel artístico de alta factura y la narración de Luis López Puente (¿recuerdan ese nombre?). Los aportes de Caignet para ese momento ya fueron definitivos: los programas con continuidad (seriados), el suspenso y sobre todo la figura del narrador, que abrió camino firme a la locución con estilo, intención, dicción real, y estética.

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Afiche de la película El Derecho de Nacer (1952).

Algunos críticos consideraron a la obra de Caignet, como cursi, banal, desestimando el sentir popular y el hecho además de que la cursilería, tan estudiada por grandes escritores, es, sin más una herramienta literaria con la que se puede contar.

Félix B. Caignet siempre consideró a su obra como social. Ponía en evidencia algo que rondaba en la sociedad en la que le tocó desenvolverse: el combate a las drogas (Matamoros también escribió hacia 1928 su denuncia musical “La cocainómana”), la  infancia abandonada y, en “El Derecho de Nacer”, la discriminación racial. Una vez dijo: “Escribí acerca de cosas que luego la Revolución resolvería”. Muchos de sus seriados fueron llevados al cine. Pero más allá de todo ello, lo que más le gustaba a este hombre era escribir canciones. Con un amor imposible (virtual sin que hubiera Internet) hacia una mujer que le escribía sin darse a conocer, Félix compuso “Quiero besarte”, “En silencio”  y posteriormente su inmortal “Te odio” (te odio/ y sin embargo te quiero…”). Con el tiempo conocería a la dama pero los amores siguieron siendo imposibles. Ella no se casó, y Félix tampoco.

Te odio

Félix B. Caignet falleció en La Habana el 25 de mayo de 1976. Luego, el 25 de diciembre de 1992 sus restos fueron trasladados a su tierra natal, Santiago de Cuba, la hermosa tierra de cuenta cuentos que hicieron germinar en él su deseo de contribuir con una obra que, aunque ha hecho llorar a todo el planeta, plantó innovaciones y hasta se burló de los verdaderos cursileros: los retrógrados. Porque Félix B. Caignet supo aglutinar en su obra de género dramático y hasta de suspenso bases que integran códigos supremos de la cultura popular, una verdadera integración lagrimal, y eso no lo logra cualquiera.

Autor: teleSUR - Lil Rodríguez