Los desafíos del proyecto Patria Grande del Sur

En el corazón del Estado Bolívar, Venezuela, la Comuna Patria Grande del Sur emerge como un faro de resistencia y cooperación continental entre el MST y el pueblo bolivariano.

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En el intercambio entre productores y activistas de distintas realidades, todos afirman que tienen más que aprender que aportar. Foto: teleSUR / Cha Dafol


5 de mayo de 2025 Hora: 11:24

Las primeras estacas delimitan los espacios de producción y de convivencia, mientras que la bandera izada señala una nueva etapa en el camino hacia la soberanía alimentaria de Nuestra América. En el antiguo hato La Vergareña, nueva Comuna Patria Grande del Sur, Estado Bolívar, Venezuela, el Movimiento de los Trabajadores y Trabajadoas Sin Tierra de Brasil (MST) no viene a exigir la expropiación de tierras: eso ya lo hizo Hugo Chávez hace muchos años. Esta vez, se trata de cumplir otra de sus principales tareas: ampliar la producción de alimentos sanos, fortaleciendo la organización de base y construyendo una relación sostenible con el medio ambiente.

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Para Rosana Fernandes, coordinadora política del MST en Venezuela, esta misión tiene mucho que ver con lo que el Movimiento ha ido construyendo a lo largo de sus 41 años de lucha por la Reforma Agraria: «Cuando asumimos un reto desde esta perspectiva, entendemos que es por lo que el MST viene implementando y realizando; demostrando la posibilidad de convertir un territorio en un espacio de vida, de dignidad, de alimentación, de educación, de formación, de personas viviendo dignamente, lo que corresponde al proyecto de sociedad que estamos construyendo«.

El propio contexto del proyecto Patria Grande del Sur, y la forma en que se ha llevado a cabo, difiere bastante de la experiencia que tienen los Sin Tierra en Brasil.

Al ocupar haciendas improductivas, suelen enfrentarse a terratenientes armados, cuando no a la represión de las fuerzas del Estado, y al riesgo de ver destruido de la noche a la mañana lo poco que se ha logrado. Aquí, no. La ocupación de tierras fue impulsada por el presidente Nicolás Maduro, que puso no menos que 180.000 hectáreas bajo la coordinacion del Movimiento.

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Avanza la instalación de los espacios de producción y convivencia. Foto: MST

El gobierno bolivariano ha llamado también tres ministerios para colaborar en cuestiones estructurales y productivas del día a día, haciendo posible lo que pretende convertirse en el mayor proyecto agroecológico del continente liderado por un movimiento social. En Venezuela, esta iniciativa forma parte de una serie de políticas públicas destinadas a aumentar la producción de alimentos para resistir el bloqueo económico, así como a mejorar la calidad de los productos ofrecidos al pueblo, por medio de la transición agroecológica.

Altamir Bastos, agricultor y asentado del MST que se encuentra en Venezuela desde enero, analiza la situación con cierto optimismo: «Creo que los desafíos aquí son mucho menores que en Brasil. Porque aquí hay un proceso organizativo diferente y más avanzado, diría yo, que son los consejos comunales (…) Y también hay un gobierno que tiene la intención de hacer avanzar el proceso revolucionario. ¡Eso es lo que cambia todo! Así que creo que hay… ciertamente hay dificultades aquí, quizás el acceso a algunos equipos, pero colectivamente esto se resuelve».

Es importante señalar que parte de estas tierras ya cuentan con residentes y productores que de ninguna manera se verán amenazados. Al contrario, formarán parte del proyecto, beneficiándose de asesoramiento técnico y organizativo con el fin de garantizar sus derechos y mejorar sus condiciones de vida. Al fin y al cabo, le toca al pueblo venezolano ser el protagonista de este proceso. Y por si alguien lo duda, vale la pena subrayar que los brasileños que dejaron temporalmente su hogar para sumarse a esta inmensa tarea no tienen ningún reclamo sobre estas tierras.

«¡No, el MST no vino a ocupar tierras!», ironiza Gessica Lima, joven militante y técnica en agroecología e hija de acampados. «¡No queremos convertir a Venezuela en Brasil! Porque Venezuela ya está mucho más avanzada que Brasil en esta cuestión. Estamos aquí porque, además de tomar en serio uno de nuestros principios de solidaridad entre los pueblos, también queremos entender un poco el proceso de la revolución bolivariana. Queremos beber de esta fuente. ¿Cómo construimos también allí este proceso? Así que el MST está aquí para hacer este intercambio y entender cómo es este proceso de organización de la base», manifiesta.

En total, hay cinco consejos comunales en el territorio, ocupando 28.000 hectáreas con unas 500 familias, y tres comunidades indígenas que a su vez tienen 19.000 hectáreas. Además, 24.000 hectáreas ya son cultivadas – de forma convencional – por Agrofamb, una empresa agroalimentaria estatal dirigida por el ejército. El coordinador de la brigada del MST en Bolívar, Fred Santana, explica que se desarrollarán dos frentes de trabajo paralelos: por un lado, la producción y formación en los espacios gestionados directamente por el movimiento, y por otro, las visitas y el apoyo de los técnicos en las comunidades campesinas locales.

«La idea es que el MST proporcione este apoyo desde la experiencia, para contribuir al proceso de producción de alimentos sanos», señala Santana. Para el coordinador, donde ya hay producción, la idea es ayudar a impulsar la «transición ecológica de las comunidades.»

El primer grupo que se instaló en la Comuna Patria Grande del Sur a mediados de enero pasó más de dos meses conociendo el territorio, estudiando su dinámica y escuchando a la población. Este abril, mes internacionalmente simbólico en la lucha por la tierra y la reforma agraria, comenzaron a dar vida al proyecto, reproduciendo lo que el Movimiento hace mejor: un campamento con militantes y familias en una zona remota y actualmente improductiva, con el objetivo de levantar una escuela de agroecología.

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El espacio contará con un vivero de plantas nativas, un banco de semillas criollas y con una area de producción agrícola propiamente dicha, incluyendo la cría de animales, con miras no sólo a la autosuficiencia del grupo, sino también a la implantación de parcelas «vitrines» y experimentales. La principal metodología adoptada será el sistema agroforestal, que propone sembrar una diversidad de cultivos en la misma parcela, con el suelo cubierto y sin utilización de fuego ni pesticidas.  

Al respecto, Géssica Lima apunta: «Estamos tratando de transmitirle a la gente que la escuela es el propio campamento. Hablar de agroecología es este movimiento que estamos haciendo. Es armar un barraco. Porque a partir de la construcción de un barranco, podemos organizar un grupo, podemos organizar a la gente y la agroecología es este movimiento. Es unidad popular, es fuerza, es este proceso de solidaridad, de compañerismo. Así que nuestra propuesta de escuela no empieza con una estructura física, empieza con la idea, materializa la idea, que es la agroecología«.

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Otro reto importante será la comercialización de los productos de toda la comuna, a partir de nuevos circuitos de distribución, para que los alimentos lleguen realmente a los platos de los venezolanos, a un precio asequible y con una remuneración justa para el agricultor.

Esta demanda ha surgido precisamente de los consejos comunales, que dicen tener dificultades en este ámbito debido a problemas estructurales de transporte y a la calidad de las carreteras. Si los movimientos sociales no tienen las llaves en la mano para resolver todas estas cuestiones, pueden reforzar el poder popular en la búsqueda de soluciones. Pero para Fred Santana, la comercialización es una parte intrínseca del proceso de transformación que se está poniendo en marcha.

«La agroecología se basa en un enfoque diferente, que es el cultivo diversificado, por lo que necesita crear una dinámica de comercialización diferente, con un anclaje más participativo, que por un lado también es una potencialidad, ya que la estructura de los consejos comunales y de las comunas en Venezuela permite algún tipo de intercambio, de comercialización directa entre los que producen y los que consumen», señala Santana. 

Este diálogo fundamental con el pueblo comunero y con los productores locales, se verá facilitado por la participación activa de la Unión Comunera en el proyecto. Desde su fundación, este joven movimiento social venezolano ha forjado fuertes vínculos con su hermano brasileño. Y el propio MST, presente en Venezuela desde hace veinte años con su brigada internacionalista, viene contribuyendo en diversos territorios organizados por Unión Comunera.

Miembro de la brigada venezolana que vino a sumarse al proceso, Jesús Marchán ve muchos puntos en común entre los dos movimientos: «Coincidimos mucho en que la vía es por la producción, que la vía es darle el poder a nuestro pueblo. Coincidimos en varias cosas, que es lo que nos conlleva a unirnos cada día más, no solamente desde el tema internacional, sinó también desde el tema formativo, político, productivo, para que nosotros acá podamos llevar los verdaderos alimentos sanos a nuestra gente, y que sea nuestra gente los que sepan que estos alimentos les pertenece«.

En este intercambio entre productores y activistas de distintas realidades, todos afirman que tienen más que aprender que aportar. Con los años, es probable que muchas personas de diferentes países contribuyan a esta construcción colectiva, ampliando y mejorando la producción y la experimentación. Pero también se espera que las familias venezolanas de otras localidades y estados puedan encontrar en la comuna Patria Grande del Sur un lugar donde vivir con dignidad y en armonía con la naturaleza.

Altamir Bastos lo resume así: «A eso vino el MST, a cooperar, a traer gente, activistas, que vinieron a cooperar con los venezolanos y nos vamos a llevar mucha experiencia. De aquí, de lo que vamos a hacer, de lo que vamos a traer, vamos a mejorar aún más».

Autor: teleSUR - Cha Dafol - NH