El viceministro de vigilancia epidemiológica de Bolivia, Max Enríquez, aseguró este martes que la comunidad menonita de ese país suramericano se resiste a vacunarse a, a pesar de registrarse en ese grupo comunitario el 50 por ciento de los casos de sarampión.

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«Ellos son bolivianos y…todo habitante y estante en este país tienen que cumplir una ley, la Ley 3300 que habla de la obligatoriedad de la vacunación a los padres madres o tutor que tenga niños son responsables de su vacunación», advirtió el viceministro.

Asimismo, dijo que «el bien mayor es el que tiene que prevalecer por el bien individual». En tanto, dejó claro que «los menonitas o se someten a la vacuna o se someten a la vacuna».

Por otro lado, relató que han ingresado a «varios lugares» y que hay familias que han aceptado a hacer este procedimiento, no obstante, insistió en que «hay algunas que todavía están renuentes».

«Pero como nos están poniendo en problemas, tenemos que seguir…la obligatoriedad la vamos a hacer sentir…toda la población está obligada a inmunizar a sus hijos», dijo.

Siguiendo esa línea, destacó que «son como 200 comunidades» de las que se tiene conocimiento que faltan por vacunar y más de 160.000 habitantes repartidos en los departamentos de Santa Cruz, Cochabamba, Chuquisaca, El Beni, en la Paz (sede del Gobierno), alertando al mismo tiempo que se deben llegar a todas.

Por último, recalcó que del total de 100 casos, alrededor de la mitad están «con ellos», o sea que se resisten a vacunarse.

La experta Patricia Islas Salinas, investigadora de la UACJ-Campus Cuauhtémoc y autora del libro Menonitas del Noroeste de Chihuahua: Historia, Educación y Salud asegura que los menonitas asentados no solo en Bolivia, sino en países como México y otros, no confían en la vacunación porque » tienen otra forma de enfrentarla. Su cosmovisión se sostiene en la obediencia a Dios, la familia, el trabajo, y sus propias formas de curarse, pero el acceso a la información puede cambiar eso”.

No obstante, explica Islas Salinas, el principal obstáculo es el desconocimiento. Para ello hace falta comprender el contexto en el que se trasladaron hacia la América Latina. En el texto donde se cita a Islas, se explica que «como grupo perseguido desde el siglo XVI —primero en los Países Bajos, luego en Rusia y más tarde en Norteamérica—» esta comunidad «fortaleció una identidad cerrada y autogestiva, apuntó la académica».

Asimismo se detalla que “la salud, al igual que la educación, quedó bajo su propio control. Aprendieron a curarse entre ellos con métodos tradicionales, plantas medicinales, oración, y sin acceso regular a médicos. Eso se mantiene hasta hoy en muchas colonias”.

En cambio, Islas detalla que “no todos se niegan a vacunarse”. “En los sectores más abiertos ya hay familias que llevan a sus hijos a vacunar, que consultan a médicos y que participan en campañas de salud”, agrega.

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