Urgen los noticieros de las luchas sociales

Mientras los medios monopolizados se dedican a amplificar las voces del capital, a estetizar la miseria y a criminalizar la protesta, millones de trabajadoras y trabajadores protagonizan diariamente gestas invisibilizadas que no llegan a los “primeras planas”. Por eso urge levantar noticieros insurgentes y construir una infraestructura de comunicación revolucionaria. Foto: EFE
Por: Fernando Buen Abad
26 de junio de 2025 Hora: 12:44
Un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC) será imposible sin multiplicar y expandir el conocimiento de las luchas sociales con sus propios noticieros. No hay avances sin ir hacia una comunicación insurrecta, veraz y proletaria desde la trinchera semiótica de la verdad organizada. Vivimos en un tiempo donde la historia se disputa no sólo en las calles, fábricas y campos, sino también en los circuitos mediáticos que fabrican la realidad. La lucha de clases no se limita al terreno económico ni al jurídico: se juega, cada vez con mayor intensidad, en el campo de las apariencias, en la guerra de sentidos, en la manipulación simbólica. Y es ahí donde el silencio impuesto sobre las luchas sociales se convierte en una forma brutal —y muy eficaz— de represión.
Mientras los medios monopolizados se dedican a amplificar las voces del capital, a estetizar la miseria y a criminalizar la protesta, millones de trabajadoras y trabajadores protagonizan diariamente gestas invisibilizadas que no llegan a los “primeras planas”: huelgas, recuperaciones de fábricas, bloqueos populares, resistencias campesinas, movilizaciones estudiantiles, asambleas barriales, defensas del territorio, redes de economía solidaria, medios alternativos que nacen en condiciones adversas. Luchas que no sólo denuncian injusticias, sino que construyen futuros.
¿Dónde están sus noticieros? ¿Dónde sus cronistas, sus micrófonos, sus archivos? El silencio también es estrategia del capitalismo desmoralizador junto con las mentiras y las calumnias. La invisibilización de la lucha social no es accidental, es estructural. Forma parte del andamiaje ideológico de las burguesías, que requiere cuerpos dóciles, memorias amputadas y relatos mutilados. La ausencia de noticieros obreros, campesinos, populares, feministas o juveniles no es un olvido: es un crimen de censura estructural. Lo que no se nombra no existe. Lo que no se registra no se recuerda. Lo que no se comunica, no se convierte en conciencia histórica.
Por eso urge levantar noticieros insurgentes. Urge construir una infraestructura de comunicación revolucionaria capaz de captar el pulso de las luchas sociales, de narrarlas con dignidad y de convertir cada informe en un acto pedagógico, cada crónica en una herramienta de organización, cada imagen en un manifiesto de humanidad. La comunicación no puede seguir dependiendo de la agenda de las corporaciones privadas o gubernamentales. No puede estar sujeta a los intereses de accionistas ni de algoritmos burocráticos. La clase trabajadora debe construir su propia red de medios, desde su propio punto de vista, con sus propios métodos, tecnologías, lenguajes y objetivos.
Esto implica revolucionar tanto la forma como el contenido-relato. No basta con hablar “sobre” el pueblo. Hay que hablar desde el pueblo en lucha y con el pueblo en lucha. Es decir: hacer comunicación de clase. Contenidos que no sólo informen, sino que fortalezcan la organización y sus programas de transformación social, que no sólo visibilicen, sino que articulen, que no sólo documenten, sino que movilicen. La comunicación como motor de conciencia organizada.
Un noticiero de las luchas sociales no es un boletín de buenas intenciones ni una colección de anécdotas solidarias. Es un frente de batalla simbólica, una trinchera ética y política, un laboratorio de verdad colectiva. Es también un acto de justicia: hacer visible lo que el poder oculta, nombrar lo que fue negado, grabar la historia que otros quieren borrar. Urge una semiótica de la resistencia
Con los noticieros de las luchas sociales hay que impulsar una pedagogía crítica del lenguaje y de la imagen. No se trata sólo de “mostrar” la lucha, sino de crear sentidos que la potencien. Necesitamos una semiótica combatiente, que desmonte las trampas del discurso dominante, que desenmascare las narrativas de la explotación, que interprete los signos de la insurrección cotidiana. Una semiótica de la totalidad combatiente. Hay que formar comunicadores populares, paridos por las propias luchas sociales, que no sólo sepan operar una cámara o redactar una nota, sino que comprendan el poder del significante, que manejen con precisión ideológica cada palabra y cada plano. Que construyan no un espejo sino una palanca para la emancipación. Que la comunicación no sea un suplemento de la lucha, es parte esencial de su arquitectura. Y como toda producción, requiere medios, modos y relaciones. Es hora de revolucionar políticas semánticas de comunicación popular, financiamiento colectivo y soberano, tecnologías libres y formación militante. La comunicación revolucionaria no puede seguir siendo una militancia heroica sostenida por el sacrificio. Debe convertirse en un proyecto estratégico del movimiento popular.
No se trata sólo de tener “medios alternativos”. Se trata de transformar las mediaciones. Cambiar la lógica. Hacer de cada lucha un centro de producción simbólica. De cada batalla un sentido. De cada lucha una escuela de narración histórica. Hoy más que nunca, urge impulsar los noticieros de las luchas sociales porque es una necesidad revolucionaria. Porque la verdad organizada es una fuerza material. Porque el pueblo que no comunica su historia está condenado a ser contado por sus enemigos. Y porque la clase trabajadora tiene derecho a decir su palabra, en sus propios términos, en todos los formatos, todos los días, a toda hora.
Es crucial señalar que los trabajadores de la comunicación también son clase trabajadora. Periodistas, camarógrafos, sonidistas, editores, diseñadores, reporteros comunitarios, comunicadores populares, radialistas y documentalistas: todos ellos enfrentan precarización, censura, despidos, persecución, violencia y explotación laboral. Sus luchas forman parte de la gran lucha del pueblo. Y sus agendas deben ser incorporadas con urgencia a cualquier proyecto emancipador de comunicación.
Urge una crítica estructural al protagonismo narcisista del medio o del comunicador, reafirmando que el único protagonista legítimo es la lucha misma, su agenda, su verdad y su voz. Desde Chiapas hasta la Patagonia, desde los barrios populares hasta los talleres gráficos, millones de trabajadoras y trabajadores protagonizan luchas invisibles, sistemáticamente excluidas de los medios dominantes. Luchas por la tierra, el pan, la dignidad, el aire, la memoria y el futuro.
Que hable la lucha, no el show del intermediario. No reemplazar la palabra popular por discursos filtrados, editados, interpretados desde afuera. No desplazar las luchas sociales con los logotipos o los histrionismos de los intermediarios, ni el contenido, ni la forma, ni la voz colectiva con el “rostro profesional” del “comunicador”. No la lógica ni la estética del intermediario convertido en protagonista entrenado para eclipsar la lucha subordinada al espectáculo.
Que la lucha no sea “tema”, sino sujeto. Que el noticiero no sea una vitrina de buenas intenciones, sino una herramienta de organización y conciencia. Que el micrófono no sea el símbolo del emisor individual, sino una asamblea portátil de la historia popular. Que las agendas sean construidas y priorizadas por quienes luchan y no por quienes las “cubren”. Un noticiero de las luchas sociales no es un anexo de la cultura alternativa, ni un programa de nicho para audiencias militantes. Es un dispositivo estratégico de intervención popular. Una fábrica de sentidos contra-hegemónicos. Una herramienta de construcción de poder desde abajo. Y que la comunicación se ponga, de una vez por todas, al servicio de la revolución.
Autor: Fernando Buen Abad
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