Contra el show de los bombardeos

Por: Fernando Buen Abad
20 de junio de 2025 Hora: 05:53
Organizan su re-manida moraleja visual bajo la regla de exhibir el disparo y el destrozo. Saben que cuando una bomba cae, no sólo se despedaza la materia: se fractura el sentido. La guerra, hoy más que nunca, es una operación semiótico-financiera total que excede los campos de batalla. Es una mercancía para invadir al imaginario, a la memoria y a la percepción. Las bombas no sólo buscan destruir cuerpos sino producir narrativas: instaurar significados prefabricados por el poder burgués para justificar la barbarie, para mantener intacta su dominación. Y obtener ganancias. Por eso, nuestra Filosofía de la Semiosis no puede ni debe limitarse al análisis académico o a la contemplación teórica. Hoy más que nunca, debe ser una trinchera epistemológica en la defensa cognitiva y praxis emancipadora de nuestros pueblos. Ya lo había avisado Marx.
Ha desarrollado una semiótica del negocio militar: un arte de guerra simbólica y audiovisual muy rentable que prepara, acompaña y perpetúa los crímenes del imperialismo. Esa semiótica organiza el odio, estetiza la destrucción, edulcora la ocupación y convierte a las víctimas en culpables. Con un arsenal mediático sin precedentes —pantallas, redes, titulares y algoritmos— se produce un sentido teledirigido: selectivo, encubridor, alienante. En este contexto, la semiosis se vuelve un campo de lucha entre clases sociales. No hay neutralidad posible. Cada signo entra al conflicto como un proyectil: puede ser de emancipación o de sometimiento.
Esa semiótica burguesa de los bombardeos, construye un sentido de la subordinación que funciona como dispositivo integral de anestesia. El plan es el vaciamiento del sentido, los cuerpos mutilados son transformados en abstracciones, las ciudades arrasadas en “objetivos estratégicos”, y los niños asesinados en “daños colaterales”. Todo el aparato mediático se conjuga para limpiar la sangre con eufemismos y encubrimientos técnicos. Se trata de una semiótica del borramiento: borrar las huellas de la injusticia, borrar los nombres propios, borrar la historia real de los pueblos agredidos. Cada misil lanzado es acompañado por un torrente de justificaciones visuales y lingüísticas que pretenden blindar la conciencia pública frente al horror. Después del bombardeo pasaremos unos avisos comerciales.
Contra eso, proponemos una semiótica crítica, de raíz y objetivos humanistas, como una Filosofía de la Semiosis activada para ser un sistema de alerta temprana, una crítica radical al modo en que se produce y manipula el sentido, también, en condiciones de guerra. Exhibir, bajo denuncia, las cadenas de sentido que se articulan desde los cuarteles mediáticos de las potencias y sus monopolios “informativos”. No es suficiente desenmascarar una mentira: es urgente transparentar el régimen entero que financia sus signos y hace posible que las distorsiones y desfiguraciones más inhumanas se impongan como verdad. Hay que leer los bombardeos no sólo como hechos materiales, sino como mensajes codificados, programados para generar terror, resignación y vaciamiento de sentido. La bomba no es sólo un proyectil: es un relato.
Porque el poder de fuego de la semiótica burguesa no es invencible. Así como se fabrica una gramática de la opresión, también es posible construir una semiótica para la transformación de los medios, los modos y las relaciones de producción de sentido. Cada imagen contra-hegemónica, cada palabra que denuncia el exterminio, cada símbolo que calma el dolor concreto de los pueblos, es una forma de contraataque. Contra el genocidio perpetrado al pueblo palestino, en la ofensiva del Netanyahu contra le pueblo de Irán, hay que desplegar las contraofensivas semióticas que nos defiendan de la moralina perversa del bombardeo. Oponerle una semiosis de dignidad contra el control de los fabricantes de sentido dominante. Se trata de signos insurgentes, grietas en la hegemonía, que pueden y deben ser fortalecidas desde una praxis comunicacional revolucionaria. Frecuentemente la luz de alcoba es una luz macabra parida por los bombardeos, incluso ideológicos.
La defensa cognitiva no es una metáfora. Es una necesidad política, científica, ética. Se trata de articular una pedagogía crítica de los tiempos de guerra, producir con los pueblos un escudo contra los signos del terror. Traducir las imágenes oficiales en su reverso verídico es un acto de desobediencia cognitiva que puede salvar vidas. Los medios que celebran los bombardeos —como si fuesen cirugías clínicas— no hacen sólo propaganda: configuran el marco epistemológico en el que se inscriben las decisiones políticas globales. De ahí la importancia de combatir su sintaxis. Todo relato que legitima el ataque sobre un pueblo necesita ser desmontada, transparentada, y vuelta contra su emisor. Cada titular que habla de “conflictos” cuando hay genocidios, cada mapa que esconde la ocupación, cada gráfico que normaliza el saqueo, es una pieza de la arquitectura semiótica del poder. Una Filosofía de la Semiosis para intervenir ahí, como una crítica materialista de los signos.
No se puede ser neutral. Necesitamos una teoría de la producción de sentido situada, históricamente determinada por las luchas de clases. Y en tiempos de guerra, la lucha de clases se intensifica también en el plano simbólico. ¿Qué sentido tiene la palabra “democracia” cuando se usa para justificar el bombardeo de civiles? ¿Qué sentido tiene la palabra “paz” cuando se utiliza para exigir la rendición incondicional de los pueblos agredidos? La semiosis revolucionaria no puede permitir que los enemigos de la humanidad monopolicen el diccionario. Hay que reapropiarse del lenguaje y re-semantizarlo desde abajo, con las voces silenciadas, con las palabras prohibidas.
Defenderse cognitivamente es una forma de autodefensa popular. Es construir un escudo crítico frente a los embates de la propaganda imperial. Es levantar una muralla de conciencia frente al aluvión de desinformación planificada. No se trata sólo de decir la verdad: se trata de crear las condiciones sociales para que esa verdad se escuche, se entienda y se transforme en acción colectiva organizada. Se trata de construir, con rigurosidad científica y compromiso ético, una alternativa semiótica que no se limite a denunciar, sino que organice, eduque y movilice. En última instancia, la Filosofía de la Semiosis es una filosofía del sentido como campo de batalla. No hay signo inocente en tiempos de guerra. Cada palabra, cada imagen, cada silencio incluso, es parte de un sistema de posicionamientos. El desafío es enorme: hacer de la semiosis un instrumento para la emancipación, para la paz con justicia, para la reconstrucción del sentido común desde el humanismo de nuevo género. Un humanismo que no pacta con los verdugos ni se arrodilla ante las bombas. Un humanismo que lee, que piensa, que lucha.
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