Barbarito Diez: La más grande ovación

Pasan los años y no nos damos cuenta de que aquél hombre de porte imperturbable e inimitable voz partió físicamente. Ya se cumplen 30 años de esa partida y el anecdotario en torno a Bárbaro Diez Junco, es decir, Barbarito Diez siempre tiene novedades.
30 de abril de 2025 Hora: 13:45
Él mismo lo declaró a un periodista cubano, de su país. Así se lo dijo: “Comprobé que tenía fuerte el corazón porque pensé que no resistiría esa emoción. Ha sido la ovación más grande que he recibido en mi vida” y esa ovación fue en Caracas.
Pasan los años y no nos damos cuenta de que aquél hombre de porte imperturbable e inimitable voz partió físicamente. Ya se cumplen 30 años de esa partida y el anecdotario en torno a Bárbaro Diez Junco, es decir, Barbarito Diez siempre tiene novedades.
Cuba, su país natal está llena de sus anécdotas, palabras e interpretaciones, y Venezuela, tierra a la que amó y lo amó también tiene y contiene sus historias.

Le conocimos personalmente en 1983 en la hermosa playa de Varadero. Oscar D’León había solicitado expresamente tenerlo junto a él en su primera presentación en Cuba. Solía decir que ese era un padre musical para él y en efecto no solo para Oscar, sino para los venezolanos y latinoamericanos que se levantaron escuchando aquella voz del danzón y que además descubrieron junto a esa voz el riquísimo repertorio de Cuba. Aquella combinación de la voz de Barbarito Diez con la orquesta de Antonio María Romeu fue una total revelación que aún, a 30 años de su partida, perdura.
Las perlas de tu boca
Copiamos sus declaraciones al periodista cubano Orlando Castellanos: “La emoción me embarga todavía. Estoy lleno de felicidad. A grandes rasgos te contaré que la noche del debut en el hotel Tamanaco (Caracas), en un espectáculo denominado El super show del recuerdo , la orquesta abrió con un danzón instrumental: ‘Tres lindas cubanas’, aquel danzón que fue siempre el preferido del maestro Romeu. Al terminar la orquesta el aplauso fue extraordinario. Anunciaron entonces mi actuación.
«El público, que repletaba aquel inmenso salón, se puso de pie y aplaudió durante no sé qué tiempo, y comprobé que tenía fuerte el corazón porque pensé que no resistiría esa emoción. Ha sido la ovación más grande que he recibido en mi vida. Así ocurrió con cada uno de los temas que interpreté, y fueron doce cada noche. La noche de despedida, aquello que era un espectáculo para ver y escuchar, se convirtió en un inmenso baile, y aún no me explico cómo se las arreglaron para danzar, ya que el piso estaba totalmente cubierto con una alfombra. Todo el mundo se puso a bailar”. (Fue la primera vez en la historia que se bailó en el gran salón del Hotel Tamanaco).
Barbarito Diez volvería a Venezuela en 1981 y en 1984 e incluso se dice que dejó hijos en Barquisimeto, en la patria de Bolívar. Siempre fue un ídolo, y esto llamaba mucho la atención porque no era precisamente lo que llaman un “showman”. En realidad parecía que cantaba danzones para sí mismo, como rememorando la infancia temprana en Matanzas, cuna del danzón, y luego en el central azucarero de Manatí, más hacia el oriente cubano. En par de oportunidades más le entrevistamos en Caracas y volaríamos a La Habana cuando se conoció de la amputación de una de sus piernas por causa de la diabetes que comenzaba a causar los estragos que lo retirarían de los escenarios y que conducirían a su partida física en la capital cubana el 6 de mayo de 1995, cuando contaba con 85 años de edad. De ese universo de encuentros quedan rescatadas varias de sus respuestas.
Y dijo que sí, que nació en Bolondrón, Matanzas y no en Manatí, Las Tunas como la gente dice, y que nació el 4 de diciembre de 1910 y sus padres Salustiana y Eugenio le dieron por nombre Bárbaro. “Lo que pasa es que mi padre nos llevó a todos para el central Manatí (azucarero) cuando yo tenía 4 años. Tal vez esa sea la confusión”.

También contó que cantaba desde niño, que era algo natural en él, algo que fluía y se daba cuenta de que a la maestra, a sus compañeritos de escuela y a los mayores les gustaba escucharle cantar. Era ya un adolescente cuando el son irrumpió desde el oriente de la isla y él se quedó embelesado con los temas del Trío Matamoros. Un día se presentó en Manatí un guitarrista de Manzanillo, Carlos Benemelis.
Y fue con Benemelis con quien se montó por primera vez en un escenario, el del Teatro Manatí.
Con 18 años tenemos a Barbarito viajando hacia La Habana. Buscaba los sitios de ensayo y se empapaba de la movida en la capital cubana. Y es en La Habana donde conoce a Graciano Gómez e Isaac Oviedo. Los tres conformarían tríos, cuartetos, quintetos, sextetos, cantarían en locales, en casas particulares y enaltecerían la musicalidad cubana con la criolla, el son, habaneras, boleros y guarachas. Precisamente por esa amistad con Graciano Gómez llegó Barbarito Diez a conocer a Antonio María Romeu, extraordinario pianista que había innovado tremendamente en el danzón al introducir el piano en la dotación musical, a partir de la charanga a la francesa.
Lágrimas negras
“Fue Graciano Gómez quien le habló al Maestro Romeu del joven cantante de Manatí, que era yo. A Romeu le gustó mi voz y mi estilo y me incorporé a su orquesta desde 1936- 37, por ahí hasta 1955 cuando falleció el maestro Romeu. A partir de allí y junto a su hijo pasé a dirigir y entonces se pasó a llamar “Barbarito Diez y su orquesta”. Con Graciano e Isaac permanecería desde 1931 hasta 1958 cuando cerraron el local donde solían presentarse, el famoso “Vista alegre”.
Barbarito sabía bien que el danzón que siempre interpretó empezó a esbozarse en 1697 cuando grandes contingentes de colonos franceses se volcaron hacia La Española (Hoy Haití y República Dominicana) trayendo consigo sus costumbres y bailes entre los cuales estaban el minuet y la contradanza. Barbarito supo que esas dos manifestaciones prendieron entre los esclavos por la similitud que el baile de figuras tenía con los suyos, desarrollados en Africa en sus lejanos días de libertad. Y supo Barbarito que cuando los franceses huyeron hacia Cuba al estallar la primera insurrección negra en el hoy Haití, se llevaron con ellos la contradanza, el antecedente más importante para el ulterior desarrollo del danzón.
Esa amalgama rítmica unida a los elementos evolucionados de la música de ascendencia africana generaría la contradanza cubana que daría origen al danzón en 1879.
Cien años de Juventud
Para 1910 el danzón había sido limpiado de arias de ópera y enriquecido con una parte del son cubano y para 1929 ya se había introducido la voz humana. Ese es el marco de presentación de Barbarito Diez, el nativo de Bolondrón, el dulce y serio intérprete que demostró en cada presentación cómo es posible conservar aptitudes si se tiene conciencia de la posición en el medio y en la profesión.
Nunca dejó de ser noticia Barbarito y en Venezuela siguió asombrando cuando acompañado de la Rondalla Venezolana acometió otros géneros, no danzones, como este tema del mexicano Alberto Domínguez
Frenesí
Con este LP quedaron evidenciados dos aspectos: Por una parte que sí es posible abordar otro género musical cuando se tiene calidad, y por la otra que la comunión de músicos y géneros en América Latina es el preludio de otros importantes acontecimientos. Integración que se expresa abiertamente través de nuestra hermosa y esperanzada música.
Visibilizar la cancionística
Importante detalle en la impronta del nacido en Bolondrón fue la visibilización que hizo de un repertorio musical cubano de primera línea. Eliseo Grenet, Graciano Gómez, Manuel Corona, Carlos Puebla, Sindo Garay, María Teresa Vera, Moisés Simons, Miguel Matamoros, Ernesto Lecuona, Rosendo Ruiz, Gonzalo Roig, Luis Marquetti y Antonio María Romeu entre otros. También prestó su voz a autores internacionales como Agustín Lara, Alberto Domínguez, María Grever, Pedro Flóres y Rafael Hernández. Con los años se vincularía a lo mejor del repertorio venezolano al acometer dos álbumes “Barbarito Diez canta a Venezuela”, y el memorable álbum con La Rondalla Venezolana dirigida por Luis Arismendi.
De esa manera autores venezolanos como Napoleón Lucena, Freddy Coronado, Amilcar Segura, Simón Díaz, Manuel Graterol Santander, Enrique Hidalgo, Chelique Sarabia, Antonio Carrillo, Pedro Castellanos, Edgar Carrero y Luis Mariano Rivera cobraron nuevos matices en la voz del cubano.
También resaltan como detalles sus viajes fuera de Cuba. Se sabe que estuvo en San Juan de Puerto Rico en 1933 con el sexteto de Graciano Gómez. Esa estancia duró cuatro meses. Para 1958 viaja con la orquesta de Romeu a la República Dominicana y permanece 10 días. En 1959 estuvo en Nueva York con Fajardo y sus Estrellas y llegó a presentarse en el legendario Palladium y al año siguiente se presentó en Miami. Hubo luego otro receso y Venezuela sería su destino artístico en 1980, 1981 y 1984. También se presentó en México en 1981 y 1985.
Entre los temas que todo el continente aplaudió en su voz están:
El amor de mi bohío, Veinte años, Volví a querer, Te quiero, dijiste, Martha, Tú no comprendes, El amor de mi bohío, ojos de sirena, Yo sé de una mujer, La mora, Mujer, Mercedes, Lágrimas negras, Longina, Aurora, Las perlas de tu boca, Mi Santa Bárbara, Enamorada, Capullito de alelí, Te vieron con él, Sillego a besarte, La sitiera, Olvido, Una rosa de Francia, La rosa roja, Y Blancas azucenas, entre otros.
De Venezuela cantó:
La Reina, Luna de Margarita, Maracaibera, Manantial, Motivos, Juana y José, Añoranza, Feliz cumpleaños, Cuna de héroes, Todo este campo es mío, Mi propio yo, La culebra, Caballo viejo, Noche de amor, Atardecer larense, Cumaná, Endrina, Preciosa merideña, Cuando me quieras, Las brumas del mar, Margarita, Las flores que me diste, Presagio, y La carta, entre otros.
Al cumplirse 30 años de su partida física Cuba y Venezuela lo recuerdan con afecto infinito no solo por haber sido la voz del Danzón sino por haber dado permanencia a la musicalidad caribeña con gran dignidad… y estilo.
Quien no vive como piensa termina pensando como vive.
Autor: teleSUR - Lil Rodríguez