Ese día, Salvador Allende dejó claras sus convicciones y su lealtad al pueblo chileno, al morir combatiendo en La Moneda. Minutos antes, pronunció su discurso más profundo, el que improvisó llevando su inolvidable voz a los chilenos, través de una radio nacional. "Ante estos hechos, solo me cabe decirle a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! (...) pagaré con mi vida la lealtad al pueblo. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!
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