Recorrimos más de una hora cuesta arriba. Desde el pequeño autobús, a lo lejos, se apreciaba parte de la ciudad entre altas montañas. Al acercarnos nos recibió el sonido de muchas cabras -se le conoce como balido-, que avisaban de nuestra llegada.

Yesenia Lucena nos recibe. Nos muestra el ordeñe y de una vez nos dice: “Ellas son mujeres con cuatro patas… Todo es exactamente igual, proceso de lactancia, de parto, todo, todo”, así lo compara con el acto de dar a luz de una mujer.

Hace seis años Yesenia y su esposo Miguel Delgado consiguieron dos cabras para que limpiaran su terreno y se convirtió en un negocio familiar. Ahora tienen 76 animales y 25 crías.

Yesenia realizó estudios para especializarse como capricultora. Ella y su familia les proporcionan a las cabras el cuido completo; cada tres meses les dan sus vacunas y cumplen con un estricto control sanitario.

Trabajan con animales mestizos. Yesenia afirma que son mejores. “Son los que más leche producen en Venezuela”, asegura.

Venden la leche y sus derivados pero aceptan el sacrificio. Eso nos cuenta Miguel; fue una decisión en conjunto con su esposa Yesenia: “No son animales que pueden estar a pastoreo y alimento, son animales de alta genética lechera”.

Miguel es descendientes de españoles y alguna vez pensaron en salir del país, pero el emprendimiento sacó a la familia de una difícil situación económica y aquí se quedaron todos. Yesenia nos asegura:

“Entre todos empezamos a hacer que esto creciera… esa fue la ventana al futuro. La gente me decía que estaba loca y yo decía ‘dame chance, deja que tenga un buen rebañito’ y bueno, aquí estoy, produciendo”. Entre risas, narra Yesenia que esa fue la razón por la cual apostó por Venezuela.

La producción se expande. Ahora fabrican quesos tipo franceses que les compran establecimientos gastronómicos de la capital. Su próximo paso es tecnificarse completamente.