Desde Túnez hasta Siria: el desafortunado fracaso de la Primavera Árabe
El 14 de enero es el día en el que el mundo árabe recuerda la llamada Primavera Árabe, día en el que presenció el final de la larga dictadura del presidente de Túnez, Ben Ali, quien había gobernado el país por más de 25 años.
Su caída inspiró manifestaciones en otros seis países a lo largo de Oriente Medio; pero, cinco años más tarde, los resultados de las protestas de Túnez son totalmente diferentes a los de aquellas que tuvieron lugar en Yemen, Arabia Saudita, Baréin, Egipto, Siria y Libia.
Túnez: una excepción en la Primavera Árabe
El 14 de enero de 2011, el presidente tunecino Ben Ali renunció a su cargo y buscó refugio en Arabia Saudita, país que fue el principal encargado de frustrar las aspiraciones de las primeras protestas de la Primavera Árabe.
Luego de ese día, Túnez se sumió en el caos, debido a que los partidos políticos conservadores y los grupos extremistas se oponían y postergaban las reformas políticas y económicas. A pesar de ello, en menos de tres años y gracias a unos cuantos líderes sensatos que decidieron renunciar al poder por el bien del país, Túnez pudo cambiar su dirección.
En octubre de 2014 se celebraron las elecciones seculares para renovar el Parlamento. En dichas elecciones, el partido conservador Elnahda no obtuvo la victoria luego de haber gobernado por menos de dos años entre protestas y brotes de insurgencias extremistas, lo que le abrió el camino a actores seculares.
Actualmente, Túnez cuenta con una nueva constitución considerada como una de las más democráticas dentro del mundo árabe en décadas. Asimismo, en 2015, el país tunecino se convirtió en el primer Estado árabe en ser declarado totalmente “libre” por Freedom House, una organización estadounidense que supervisa el estado de las libertades civiles en los países, y consiguió ascender 32 puestos en la escala de países del Democracy Ranking Association, organización con sede en Viena.
Pero esto no significa que Túnez sea una historia de éxito todavía. “En lo que respecta a la libertad y a la dignidad, la situación realmente no ha cambiado ”, explicó el mes pasado, en una entrevista para teleSUR, Lina Ben Mhenni, activista en línea, bloguera y profesora adjunta del departamento de lingüística de la Universidad de Túnez. “Disfrutamos de un par de meses de euforia revolucionaria, pero inmediatamente después volvimos a las viejas usanzas; todavía se practican torturas y no se respetan las libertades individuales.”
Ben Mhenni reconoce, sin embargo, que en comparación a la experiencia de otras poblaciones árabes que acogieron la Primavera Árabe, Túnez logró sobrevivir. Después de la destitución de Ben Ali en Túnez, la Primavera Árabe se asentó rápidamente, pero al mismo tiempo el país batallaba con más de 20% de la población viviendo por debajo del umbral de la pobreza. En febrero de 2011, otro dictador árabe de larga data cayó después de 18 días de protestas masivas, millones de manifestaciones pacíficas y en medio de una gran ofensiva policial.
Pero lo que sucedió después fue todo menos una primavera. El único gobierno democrático en la historia de Egipto, bajo el mando del expresidente Mohamed Morsi, no duró ni un año, debido a que tanto la vieja guardia como los aliados de Mubarak se reagruparon y se impusieron.
En julio de 2013, Morsi fue derrocado por su propio ministro de Defensa, Abdelfatá al Sissi, en un golpe suave que siguió a las protestas contra su gobierno. Dichas protestas, según información que se filtró y documentos clasificados, tenían el apoyo de los gobernantes de Arabia Saudita y de Emiratos Árabes Unidos, a quienes les preocupaba que los vientos de cambio llegasen a sus puertas.
Antes de que al Sissi se convirtiese en presidente, El Cairo fue lugar de una de las represiones pos-Primavera Árabe más violentas cuando las tropas de al Sissi, como parte de su ofensiva contra los Hermanos Musulmanes, es decir, el partido de Morsi, masacraron a casi 1000 manifestantes acampados en la plaza de Raba.
En junio de 2014, luego de haber ganado unas turbias elecciones presidenciales con más de 95% de los votos y menos de 30% de abstención, al Sissi se convirtió en el nuevo presidente de Egipto. Fue el único candidato en la contienda.
Al Sissi gobierna con puño de hierro y aplasta cualquier tipo de disidencia, ya sea esta de los Hermanos Musulmanes o de los revolucionarios seculares que nacieron de las protestas de 2011. No obstante, su toma del poder y su manera de gobernar han dado lugar a una insurgencia extremista en el país.
Desde que al Sissi asumió el cargo, cientos de personas han sido asesinadas en bombardeos y ataques perpetrados por grupos islamistas a lo largo de todo el país.
De igual forma, desde el derrocamiento de Morsi y el posterior gobierno de al Sissi, por lo menos 16 000 personas han sido arrestadas y más de 2500 han sido asesinadas. En abril de 2014, más de 700 personas fueron sentenciadas a pena de muerte, incluyendo a Morsi, quien fue condenado a muerte por cargos de espionaje y por un caso de fuga de prisión.
La toma de poder de al Sissi en 2013 por medio de un golpe fue orquestrado con presteza por EE.UU. y sus aliados árabes en Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Kuwai. El reino saudí le dio 5 000 millones de dólares a la junta de gobierno del régimen en menos de un mes después del derrocamiento de Morsi en 2013. Emiratos Árabes Unidos y Kuwait siguieron el ejemplo con más de 5 000 millones de dólares, en comparación con el régimen de al Sisi.
Asimismo, para finales de 2013, EE.UU. y Europa habían aportado casi 3 000 millones de dólares en préstamos a la junta de gobierno del régimen egipcio.
Cabe destacar también que, en 2011, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos enviaron 2000 tropas a Baréin, con las que pudieron sofocar los disturbios inspirados por la Primavera Árabe que se estaban presentando en ese país, debido a la mayoría desfavorecida perteneciente a la comunidad chiita que exigía el fin de la monarquía suní. En este pequeño país del Golfo Pérsico, hubo miles de muertos y detenidos como resultado de la ofensiva contra protestantes. Hoy en día, la comunidad chiita está más reprimida que nunca.
Siria: el mayor perdedor en la Primavera Árabe
Las manifestaciones en Túnez y Egipto inspiraron protestas, a partir del mes de marzo de 2011, a lo largo de todo el territorio sirio por reformas políticas y económicas, pero en menos de cuatro meses estas se convirtieron en una absoluta guerra civil. Siria pasó a ser el escenario de una guerra por poder entre las potencias de Oriente Medio, principalmente Arabia Saudita, Catar, Turquía, Irán y, más recientemente, Rusia.
Turquía fue el primer país en instar la renuncia de Bashar al Assad como presidente de Siria y, desde entonces, ha hecho esfuerzos para derrocarlo, apoyando de forma militar y financiera a distintas facciones, incluyendo extremistas, que sirven a los intereses de terceros y se oponen al gobierno de Damasco.
Según un reporte de Financial Times en 2013, Catar había financiado a la rebelión siria antigobierno “con hasta 3 000 millones de dólares” en los dos primeros años de guerra civil.
El Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz estimó que Catar era el país que más armas había enviado a Siria, con más de 70 vuelos a Turquía con cargamento de armas, entre abril de 2012 y marzo de 2013.
Asimismo, el The Independent informó en mayo del año pasado que Arabia Saudita y Turquía “enfocaban su apoyo en la coalición rebelde Jaish al Fatah, también conocida como Ejército de la Conquista.” Dicha coalición incluye, según informes, al Frente Al Nusra, un grupo afiliado de Al Qaeda que ya había sido declarado internacionalmente como una organización terrorista.
En los cinco años de conflicto en Siria, más de 250 000 personas han muerto y más de cuatro millones de personas se han ido del país en busca de refugio en Turquía, Líbano, Jordania y Europa.
En casi cinco años, el conflicto sirio produjo, probablemente, dos de las peores consecuencias de la Primavera Árabe: el Estado Islámico y la crisis mundial de refugiados. Estos quizás sean los dos problemas más grandes que han afectado al mundo en décadas.
El Estado Islámico, que es un producto indirecto de la invasión de EE.UU. en Irak, en 2003, y un resultado innegable de la brecha de seguridad en Siria e Irak, apareció por primera vez en el verano del año 2014, y es, por mucho, el grupo terrorista más rico de la historia. Miles de millones de dólares se encuentran bajo su poder gracias a la conquista de ciudades en Irak y Siria, particularmente Mosul, la segunda ciudad más grande de Irak. Asimismo, controla gran parte del petroleo en el norte de Siria. El grupo también tiene filiales en varios países de la región, incluyendo Yemen, Egipto y Libia.
En noviembre del año pasado, el Estado Islámico condujo el peor ataque terrorista registrado, hasta la fecha, en territorio europeo cuando seis terroristas armados y suicidas, pertenecientes a la organización, mataron a 140 personas en la capital de Francia.
Entretanto, Siria continúa generando la peor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial, según funcionarios de la Unión Europea y grupos de ayuda. En el año 2015 solamente, más de un millón de refugiados llegaron a Europa, incluyendo a los más de 800 000 que llegaron por mar. Según la Organización Internacional para las Migraciones, más de 3700 refugiados murieron en la peligrosa travesía para llegar a Europa.
No obstante, más de cuatro millones de sirios siguen en la región. Muchos han escapado de Siria y se han dirigido a países vecinos como Turquía, Líbano y Jordania. Según datos recientes de las Naciones Unidas, más de 2,5 millones de sirios se encuentran en Turquía, más de un millón en Líbano, y más de 600 000 en Jordania.
Tanto si las revueltas de la Primavera Árabe a lo largo de Oriente Medio en 2011 fueron un éxito o no, es justo decir que un conjunto de gobiernos y potencias corrompieron y pervirtieron las verdaderas aspiraciones de dichas revueltas.
La Primavera Árabe simplemente no produjo el liderazgo necesario para dirigir las naciones hacia sistemas de gobiernos competentes. Este fracaso se debe a las décadas de apoyo a dictaduras árabes por parte de naciones en Occidente y Oriente que son líderes mundiales, apoyo que continúan ofreciendo hasta hoy.
Pese a que países como Estados Unidos y otros en Europa afirman públicamente que tal apoyo es a favor de la democracia, en realidad este solo sirve a sus intereses económicos y políticos, y deja a las poblaciones árabes que han sido oprimidas por largo tiempo en un estado caótico después de que caen los autócratas.