En la nueva Playa Girón, Obama también ha salido victorioso
El miércoles 17 de diciembre, el pueblo cubano -y con él millones y millones de seres humanos alrededor del mundo- volvieron a vivir la alegría, el orgullo y la satisfacción de aquella victoria de Playa Girón.
Esta vez no vencieron las armas de fuego, los carros de combate, los cañones, las milicias y las tropas. Esta vez, sin disparar un solo tiro, vencieron la inteligencia, la perseverancia, la lealtad, la diplomacia, la experiencia y la sabiduría política de la dirección revolucionaria, apoyada sin vacilaciones, como en el Girón de 1961, por la inmensa mayoría del pueblo cubano.
Aquella histórica victoria de 1961 se consumó en menos de las 72 horas que necesitaba Estados Unidos para establecer una cabeza de playa y formar y reconocer un gobierno contrarrevolucionario provisional. Esta vez la lucha duró 16 años en los que, como dijo el presidente Raúl Castro, el pueblo cubano combatió cotidiana e infatigablemente por la liberación y el regreso de cinco de sus mejores hijos.
Personalmente nunca tuve dudas de que los cinco volverían a su tierra. Pero cada día que pasaban prisioneros se me encogía el corazón. Por ello, ese miércoles 17 de diciembremi alegría y emoción fueron inmensas. Se había corregido una injusticia monstruosa.
En el curso de esa infatigable lucha de 16 años, el gobierno cubano propuso una y mil veces posibles soluciones, incluida la que finalmente se concretó: un intercambio de prisioneros. Con la discreción y sabiduría que los caracteriza, Fidel y Raúl se habían mostrado dispuestos a satisfacer las solicitudes de Washington en esta materia.
Y si, como Raúl lo dijo este miércoles 17, la decisión del presidente Barack Obama de liberar a los tres cubanos que aún permanecían prisioneros merece el respeto y el reconocimiento del pueblo cubano (y de todo el mundo, agregaría yo) es necesario decir que se tardó seis años en actuar como finalmente lo hizo. Le habría ahorrado a los muchachos, a sus familias y a millones de personas alrededor del planeta inmensos, prolongados e innecesarios sufrimientos.
Mientras en Raúl y Fidel prevaleció la divisa revolucionaria, martiana y fidelista, de nunca abandonar a sus hombres, en Obama dominó el cálculo político y, más pedestremente, el cálculo electoral. Ya sin nada qué perder, Obama quiere allanarle el camino a la Casa Blanca a quien resulte el candidato demócrata en las elecciones de 2016. Y haber liberado a los muchachos y haber aflojado la tensión bilateral, hasta hacer que la prensa internacional hablara del fin definitivo de la Guerra Fría, le ayudará a conseguir sus propósitos.
Y si bien es cierto que en amplios sectores de la sociedad estadounidense existen sentimientos guerreristas y supremacistas, también es verdad que las noticias de paz y de solución diplomática de los conflictos siempre son bienvenidas por la inmensa mayoría del pueblo estadounidense. De ahí que, indudablemente, Obama haya acrecentado su capital político interior y su prestigio internacional al alejarse en los hechos de la retórica y de la práctica de sus adversarios del Partido Republicano y de los sectores más guerreristas de la sociedad estadounidense. Paradójicamente, en la nueva Playa Girón, Obama también ha salido victorioso.