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    La historia contada en dos tiempos, cantada en dos tiempos. Tiempos que dinamizaron procesos sociales y dieron horizonte a la soberanía.

Había un movimiento musical incorporado a un movimiento independentista.

Bandas de Guerra, conspiraciones, partituras incendiarias hacen parte de una historia que es bueno refrescar en fechas especiales como la del nacimiento de Hugo Chávez Frías. ¿Por qué? Porque fue él quien devolvió a Venezuela al amor por sus orígenes históricos.

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Caracas en una nota (musical)

Convocamos hace algún tiempo al maestro músico Diego Silva Silva y al historiador Juan Carlos Báez.

¿Por qué un historiador y un músico? ¿Qué de la música en el proceso independentista? ¿Qué de la música en el entorno de sucesos tan traumáticos, dolorosos y definitorios como los de El Sacudón y posteriores?

Habla el maestro Diego Silva Silva

Con estudios realizados en la Escuela de Música José Reyna y en el Instituto de Fonología en Caracas, estudió Guitarra Clásica, Teoría de la música, Contrapunto y Fuga, Instrumentación, Orquestación y Formas Musicales, entre 1982 y 1989 se residenció en Nicaragua donde trabajó en el Departamento de Investigaciones y Fomento del Arte del Ministerio de Cultura, bajo la dirección de Ernesto Cardenal.

Compositor de música de cámara, sinfónica, para coro y orquesta, para solistas y orquesta y es Premio Casa de las Américas en Música. El aprendizaje social y político le vendría con la vida misma.

“No podemos hablar de la música en la independencia si no atendemos a lo que acontecía en esa etapa de la vida venezolana. Era una época de música europea, sí, pero era también una época de discurso político, de arenga permanente a través de la denominada canción patriótica. Ya se había conformado en Venezuela un movimiento de características pudiéramos decir, propias. El Himno Nacional es una de esas canciones patrióticas y se puede notar cómo independientemente de la melodía había una letra adecuada, propia de los momentos que se vivían”.

Llama entonces la atención un detalle en el que la historia que nos contaron no se detuvo "Había un movimiento musical incorporado a un movimiento independentista. Había numerosos soldados que eran músicos y, además, con el tiempo, se podría comprobar que no hubo en América otro movimiento musical con esas características. Muchos de esos músicos murieron en combate. Muchos de esos músicos fueron los grandes comunicadores de entonces. Todos adhirieron a la causa de nuestro padre Libertador Simón Bolívar. Eriza pensar en cómo Boves acabó con la Banda Patriótica en 1818…”

Diego Silva Silva se detiene en varios nombres, con aleatoria cronología: Atanasio Bello Montero, Juan Francisco Meserón, Juan José Landaeta, José María Isaza, Lino Gallardo…

La música y el Ejército Libertador

“La música estuvo instalada en los campos de batalla. Durante el período de la Guerra de Independencia en nuestra América, destacarán algunas figuras de la música militar al servicio de la tropas Libertadoras, entre ellos, el Capitán Juan de Dios Agraz (nacido en Villa de Cura, Edo. Aragua, Venezuela en 1790) designado por el propio Libertador Simón Bolívar para ser su Corneta de Órdenes, después de la Batalla de San Mateo y luego durante casi todas sus campañas en el territorio nacional y en la Campaña del Sur. El Libertador, por cierto, le obsequió una boquilla de oro para su corneta. Agraz falleció el 17de marzo de 1888, a los 98 años.

Otros músicos militares que cumplieron funciones similares al lado de Bolívar fueron, el cabo José Bernabé Dorantes, oriundo de Quíbor, Edo. Lara, donde se encuentra su tumba y los también quiboreños, Celestino Castillo, Corneta de Órdenes y José de la Encarnación Soto, Tambor de Órdenes.

En 1821 en Venezuela, la Banda de la Brigada de la Guardia, según reseñan las crónicas históricas, ensayaba en la casa del mayor Célis en Barinas, durante los meses previos a la Campaña de Carabobo.

“En Carabobo hubo 22 bandas”, dice el maestro Silva Silva. “La música siempre acompañó nuestras batallas. No se trataba de que estimulara el combate, que lo hacía, sino que ella era una forma de comunicación. La Banda de Guerra retransmitía las órdenes de los Libertadores. ¿Cómo escuchar una orden en medio de un campo de batalla en tiempos en que no había ni telefonía ni mayores adelantos en comunicaciones? Por esa misma razón los músicos de las bandas eran militares. Podía haber militares que no fueran músicos, pero no podía haber músicos que no fueran militares”.

Silva Silva agrega que en condiciones de batalla, los diferentes toques de corneta comunicaban órdenes concretas a los hombres en el campo: Degüello, Carga al machete,  Avance, Retirada…

También nos indica que tan sagrada como la Banda de Guerra era la Casaca, pues ella indicaba visualmente quién impartía una orden y el rango del músico ejecutante de los cantos de Batalla. “Usurpar una casaca siempre estuvo castigado con la muerte”.

La Canción Patriótica nos permite un hilo especial para tejer nuestra historia. En ellas están contenidos los sucesos y la proyección que sobre ellos hacían el pueblo y sus libertadores. Los músicos de entonces arriesgaron su vida. Su música vivía casi en la clandestinidad porque la Inteligencia de España, (como la CIA de hoy) sabía que el pueblo respondía a esas canciones inflamadas de fervor independentista.

Del Sacudón y sus revelaciones

La historia contada en dos tiempos, cantada en dos tiempos. Tiempos que dinamizaron procesos sociales y dieron horizonte a la soberanía. Si para 1814 hubo música asociada a la gesta emancipadora, para la última etapa de nuestro siglo XX también la hubo.

Diego Silva Silva aportó luces en torno al proceso musical unido al proceso de Independencia. Juan Carlos Báez lo haría en el entorno de lo que históricamente es El Sacudón (ó Caracazo) cuando la llamada música urbana tenía, desde hacía años, perfiles sociales propios.

¿Qué de la música en el entorno de sucesos tan traumáticos, dolorosos y definitorios como los de El Sacudón? ¿Había, igualmente un movimiento musical a tono con la temperatura de los venezolanos para ese entonces?

Historiador Juan Carlos Báez. I Foto: VTV

Juan Carlos Báez, historiador, con una Tesis de Grado que fue en su momento todo un escándalo en la UCV y en la comunidad salsera, pues demostró que la Salsa (en tanto que música popular) tenía una historia que contar, y con ella los pueblos que la comenzaron a proyectar como un valor cultural y social señaló: “No se trataba solo de la salsa. Hubo muchos géneros, ritmos, intérpretes y hasta modas que evidenciaban una forma de comunicación de sucesos y ambientes que se desarrollaban en el Caribe, y, por supuesto, en Venezuela”.

Juan Carlos, al igual que Diego Silva, indica que se debe anotar el entorno de la explosión musical que precedió y estuvo presente durante los sucesos políticos que desembocaron en El Sacudón del 27 de febrero de 1989.

Circunscribiéndonos a ese contexto podemos anotar que ya unos cuantos venezolanos intentaban hacer síntesis con las experiencias musicales que se vivían. Por ejemplo, en diciembre de 1976 se dio la enriquecedora experiencia de “Son Montuno y Guaguancó” que adelantó el arquitecto Domingo Álvarez para intentar dar contexto a lo que pasaba con la música en la ciudad capital.

Juan Carlos Báez planteó que la salsa nacida en Venezuela es una forma cultural popular, llana e irreverente, expresándose más allá de la música, en la intencionalidad.

–¿Se puede hablar entonces de un movimiento social enlazado al musical, para 1989?

“Sin duda. Porque no fue que los grupos y músicos estaban excluidos de su realidad. Las zonas populares de Caracas (y de todo el país) son en un alto porcentaje el sitio de nacimiento, desarrollo y trayectoria de muchos y valiosos músicos nuestros, desde Antímano, Petare, o La Vega, pasando, claro por San Agustín y La Pastora por citar nada mas algunas parroquias, además del resto del país, que no se puede obviar. Si atendemos a que antes que músicos fueron niños y niñas creciendo al calor de problemas, conflictos y resistencias sociales, podemos entender que ese aire perneó posteriormente sus obras”.

Juan Carlos apunta al detalle de la acumulación de fuerzas en el pueblo venezolano, que detonaron en 1989.
“Me llama la atención el detalle de los liderazgos. Para 1959, es decir, para la caída de Pérez Jiménez, hubo un liderazgo, encarnado en grandes luchadores y en la figura inolvidable de Fabricio Ojeda.

Y luego los hubo en El Porteñazo, en El Carupanazo, respaldados por movimientos populares. No resulta entonces casual que para las décadas de los setenta y los ochenta la oligarquía venezolana, sus presidentes y su aparato represor se dedicara selectivamente al exterminio de líderes. Lo vivimos con Alberto Lovera, lo vivimos con Jorge Rodríguez, con Noel Rodríguez, con la masacre de Cantaura, con la desgracia de Yumare. Creo que exterminar líderes se convirtió en todo un plan con objetivos específicos”.

Algo tienen en común los músicos que enarbolaron banderas hacia 1810 y los que enarbolaron las banderas hacia 1989. Diego Silva Silva y Juan Carlos Báez apuntan que salir a cantar en los barrios de Caracas se convirtió en un acto subversivo.

“Era arriesgar la vida. Ahí están como ejemplo quienes integraron el grupo cultural Pro Patria, el Taller de Sarría, el movimiento de Veterinaria en Maracay, los festivales por los presos políticos, que se daban en el Aula Magna, en fin, que los músicos fueron generando espacios a pesar del peligro y la represión. Y además, la música en la calle fue ayudando en la recuperación identitaria. Nos acompañó en la peor etapa del neoliberalismo en nuestro país, en la etapa de las privatizaciones, en el llamado Viernes Negro… Cada vez que hay insurgencia popular, hay un movimiento musical que la respalda. Alí Primera no vivió los sucesos de febrero de 1989, pero ya había apuntalado la conciencia social con su canto”.

Báez apunta otro detalle. “Aparentemente, en materia de música y eventos todo lo importábamos: las orquestas, el carnaval, el arbolito en diciembre… pero, indudablemente había un movimiento nacional propio. ¿De dónde salen si no Alí Primera, Gloria Martín, Lilia Vera, Cecilia Todd, Serenata Guayanesa, Un Solo Pueblo, Gualberto Ibarreto, El grupo Madera, La Dimensión Latina, Los Dementes, Federico y su Combo, el movimiento zuliano de Los Imperials, Los Master, Los Blanco?  ¿De dónde el vigoroso movimiento gaitero que tantas veces fue reprimido y prohibido? No: no importábamos todo. Nosotros mismos éramos en nuestras propias condiciones. Esas voces insurgentes revelaron en sus momentos la carga cultural que le antecedía por obra de pintores, compositores, poetas, Aquiles, Luis Mariano, es decir esas voces revelaron una verdad de la que todavía hoy no tenemos plena conciencia”.

-¿Hubo y hay, entonces, un movimiento musical nacionalista enraizado con nuestra contemporaneidad?

Juan Carlos y Diego contestaron a dúo: “La música, más que música es una forma de vida. El nacionalismo no es estético, sino ideológico, y sale a la palestra cuando se le necesita”.


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