• Telesur Señal en Vivo
  • Telesur Solo Audio
  • facebook
  • twitter
  • La OMS llama a los países más atrasados en la exploración del arte como apoyo para la salud, a dar un impulso a estas prácticas.
    En Profundidad

    La OMS llama a los países más atrasados en la exploración del arte como apoyo para la salud, a dar un impulso a estas prácticas.

Tan preocupante es que entre un 5 y 15 por ciento del personal dijo que pensó en suicidarse, y sólo recibieron atención psicológica cerca de un tercio de quienes manifestaron necesitarla.

El personal de salud de 11 países de América Latina presenta elevadas tasas de síntomas depresivos, pensamiento suicida y malestar psicológico, tras casi tres años de pandemia. 

LEA TAMBIÉN:

Heridas de la pandemia

Según un estudio liderado por las universidades de Chile y Columbia, con la colaboración de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el informe The COVID-19 Health care Workers Study (Heroes) muestra esos síntomas desde el 2020, cuando entre el 14,7 por ciento y 22 por ciento del personal de salud entrevistado, manifestó señales que permitían sospechar un episodio depresivo.

Es esencial cuidar a quienes nos cuidan. Tan preocupante es que entre un 5 y 15 por ciento del personal dijo que pensó en suicidarse, y sólo recibieron atención psicológica cerca de un tercio de quienes manifestaron necesitarla.

El director del Departamento de Enfermedades no Transmisibles y Salud Mental de la OPS, Anselm Hennis, dijo al respecto que “la pandemia evidenció el desgaste del personal de salud y en los países en los que el sistema de salud colapsó, el personal sufrió jornadas extenuantes y dilemas éticos que impactaron en su salud mental”.

“La pandemia no ha terminado. Es esencial cuidar a quienes nos cuidan”, enfatizó.

Por su parte, uno de los investigadores que encabezaron el estudio, Rubén Alvarado, académico del programa de salud mental de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, expreso que “la pandemia aumentó el estrés, la ansiedad y la depresión de los trabajadores de la salud y dejó al descubierto que los países no han desarrollado políticas específicas para proteger su salud mental. Existe una deuda sanitaria que se debe saldar”.

S.O.S

Que sólo un tercio de los que necesitaban ayuda psicológica la recibieron y no en todos los países, es más alarmante.

La prevención del suicidio en la comunidad médica es una realidad social que debe ser atendida. Los profesionales de la salud presentan una mayor tasa de suicidio, frente a otras profesiones. 

Es preciso indagar acerca de los principales factores de riesgo desde el ámbito psicosocial. Se considera que este responde a exigencias sociales y económicas del sector de la salud, pero dejan olvidadas las condiciones laborales, sociales y psicológicas de los prestadores de salud. 

Reconociendo el escenario globalizado, el origen del estrés en el ámbito laboral, analizar las condiciones laborales y los riesgos implícitos a los que se encuentra expuesto el médico dentro de la organización, para poder así brindar herramientas oportunas y preventivas en torno a la disminución de las tasas de suicidios.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) expuso que, en los últimos 45 años, se ha incrementado la tasa mundial de suicidio en un 60 por ciento. Presentan un aproximado de 16 casos por cada 100.000 habitantes. 

De esta forma, estimaron que se suicidan anualmente cerca de un millón de personas. Esta cifra ascendió a 1,5 millones de personas en el año 2020, y así sucesivamente pudiera ir creciendo. 

Diversas investigaciones como la de Cardona, Medina y Cardona (2016) informan que por cada suicidio consumado, aproximadamente 20 personas más lo han intentado. Identifican que de dos a cuatro suicidios son registrados como otras causas de muerte.

Como referente, la OMS (2019) informó que no existe una explicación única por la cual las personas se suicidan. 

Los datos refieren que en el 90 por ciento de los casos, el individuo padecía de alguna enfermedad mental, como la depresión, trastornos por consumo de alcohol, droga, víctimas de violencia física, sexual o psicológica. También influyen los factores sociales, económicos y culturales que inciden en el comportamiento.

El riesgo suicida y la aparición de la melancolía son considerados un estado previo al suicidio. Insensibilidad a los estímulos normales, aislados en medio del mundo exterior y replegado sobre sí mismo, muy común en medio de la pandemia.

Sanar la sanidad

El sistema sanitario, como el educativo, se encuentran supeditados a corrientes socioeconómicas, al mercado y a los medios de comunicación. 

Los fuertes intereses económicos del mercado neoliberal inciden de forma directa en la percepción de la salud que tiene el ciudadano, así como en las decisiones que toma el Estado frente a los problemas y al sistema sanitario. 

Es importante que se generen acciones inmediatas acerca de la vivencia de la mayor parte de profesionales de la salud, que padecen en silencio las condiciones laborales, sociales, familiares y personales.

Ciertamente, la Asociación Médica Americana elaboró un proyecto de ley en 1973, en el que se señala la obligación moral de los médicos de comunicar los casos de compañeros con trastornos mentales. Siempre y cuando afectara a su práctica profesional y éste no quisiera ponerse en tratamiento.

Foto: OPS

En el 2021, se dio a conocer el suicidio de un médico interno residente de segundo año, en un hospital español de la red de sanidad pública. "Ahora que está tan en boga la salud mental, algo estamos haciendo muy mal cuando en un plazo de seis meses, se suicidan dos residentes de anestesia en nuestro país", escribía un compañero. 

Médicos jóvenes, estudiantes de Medicina y expertos en salud mental, señalan una serie de medidas a adoptar para prevenir las conductas suicidas entre los residentes. 

Si por algo se caracteriza la prevención del suicidio es por el apoyo, la posibilidad de pedir ayuda y la sensación de pertenencia. 

El suicidio es, a día de hoy, la principal causa de muerte no natural en España según la OMS. Y el colectivo médico es uno de los grupos de riesgo. 

Son personas que trabajan en el mundo sanitario y que se enfrentan cada día a la enfermedad, como señala la presidenta de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental, Ana González-Pinto. 

Y aunque los problemas psicológicos que el oficio acarrea para médicos y estudiantes, ya no son invisibles para el ojo público, no por ello el tema ha dejado de ser “tabú” dentro de la profesión. 

Así lo considera la psicóloga y profesora de la Universidad de Oviedo, Susana Al-Halabí, quien incide, de hecho, en que el problema no ha menguado en los últimos años. 

Por el contrario, cuatro de cada diez alumnos padecen al día de hoy signos de depresión, y nada menos que el 11 por ciento presenta “ideación suicida en grados variables”.

El ejercicio de la Medicina lleva implícito una serie de exigencias y los profesionales sanitarios no son superhéroes, sino personas con sus problemas y vivencias personales muy potentes. 

Algunos países han puesto en marcha programas destinados a aumentar la concienciación de los problemas de salud mental, como la iniciativa “Steps forward” de Estados Unidos (EE.UU.). Su objetivo es aprender las señales de alarma de la conducta suicida y conocer los recursos disponibles para prevenir el suicido. 

Se trata del “Interactive Screening Program” (ISP) que se lleva a cabo de forma online para garantizar la confidencialidad de las personas y alentarlas a pedir ayuda.

Latinoamérica

En América Latina, el punto de partida era menos sólido de por sí. 

Un informe de la OPS de 2017, calibraba la cobertura para problemas de salud mental en los países de todo el continente americano, basándose en opiniones de expertos de cada país. El consenso fue, que a menor nivel de ingresos, menos cobertura, con particular intensidad en Centroamérica y el Caribe latino.

Las personas que ya disponían de una patología previa pueden ver cómo esta se profundiza, o simplemente sobrevive, gracias al contexto pandémico. 

A ello habría que añadir la saturación de unos servicios de salud mental que, al igual que para el resto de patologías, no han podido operar de manera normal durante la pandemia, algo sobre lo que advirtió la OMS.

Se trata del "sistema inmunológico de conducta", como lo nombran algunos psicólogos. El cerebro permanece en alerta y el subconsciente se pregunta, ¿hasta cuándo? 

Los efectos emocionales y cognitivos. La depresión, el insomnio, la ansiedad, la falta de concentración, la angustia o todos ellos. La pandemia nos cambió la vida para traernos alteración en medio de la nada, aislamiento, temores, presiones económicas y la única certeza: nadie sabe qué nos depara el futuro.

Una infinita tristeza. Así lo reconoce la OMS, a través de su Departamento de Salud Mental y Abuso de Sustancias, al asumir la magnitud del número de personas expuestas a los factores estresantes extremos. 

Afirman que la exposición a estos, constituye un factor de riesgo para el desarrollo de problemas sociales y de salud mental. 

De igual manera, enfatizan en el alto riesgo psicosocial durante la pandemia de la Covid-19, en los siguientes casos:

· Dependiente de bebidas alcohólicas u otras sustancias adictivas.
· Personas que deambulan por la calle, sin techo o con movilidad reducida.
· Personas con soledad no deseada o con la ausencia de redes de apoyo, o presentar ausencia de vínculos con los que mantener una comunicación activa.
· Sujetos con escasos recursos personales para el entretenimiento o con baja capacidad o pobre acceso a la tecnología.
· Individuos con una convivencia en entornos de riesgo (violencia o aislamiento), y con dificultad para comprender el estado de alarma y por tanto, en riesgo de incumplir.
· Menores de edad o sujetos dependientes de otras personas.
· Personas con la obligación de acudir a su puesto laboral, con la posibilidad de la pérdida de su trabajo.
· Individuos con precariedad o ausencia de recursos económicos.

O sea, gente tan común y reconocida, en cada espacio habitado. Todo esto va mucho más allá del aburrimiento o la frustración de no estar conectado a la rutina habitual de su vida, porque su práctica es el desamparo.

Riesgos

Síntomas depresivos como la desesperanza, irritabilidad, cambios en el apetito y alteraciones del sueño, son consecuencias secundarias del distanciamiento social y podrían aumentar el riesgo de suicidio.

En el Plan de acción sobre salud mental hasta el 2020, los Estados miembros de la OMS se comprometieron a trabajar para alcanzar la meta mundial de reducir las tasas nacionales de suicidios en un 10 por ciento y no existe información que lo confirme. Ahí está el virus y sus variantes, para burlarse de todos los planes.

Cada año se producen unas 800.000 muertes por suicidio, lo que representa una muerte cada 40 segundos. 

Según datos de la OMS, la tasa de suicidios media en el continente americano -hace un quinquenio- era de 9.8 por cada 100.000 habitantes. Esto significa unas 65.000 muertes anuales. 

En América Latina y el Caribe, el país con la mayor tasa de suicidios es Guyana, con 29 por cada 100.000 habitantes, una de las tasas más elevadas del mundo. Luego están Uruguay y Chile, de acuerdo con el informe elaborado por World Health Rankings- World Life Expectancy. 

En la región, solo esos tres países sobrepasan la media europea de suicidios, que es de 15,4 por cada 100.000 habitantes. 

Quienes han estado encerrados por largos periodos coinciden en que las habilidades sociales se pierden. Son como un músculo en desuso.

El miedo a la enfermedad puede influir en las actitudes de las personas hacia la inmigración, aumento de los prejuicios y la xenofobia. 

La actual pandemia es la crisis de salud global y el mayor desafío que ha enfrentado la humanidad, desde la Segunda Guerra Mundial entre 1939 y 1945.

Existe una relación aparente entre el nivel de ingresos inicial en el país y el grado de preocupaciones materiales durante la pandemia.

Esta misma relación, también se produce con la disponibilidad de cobertura en salud mental, produciendo una suerte de círculo vicioso, o trampa de pobreza, que podría estar profundizándose en el contexto pandémico.

La juventud

Un sondeo rápido del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), amplificó las voces de 8.444 adolescentes y jóvenes de 13 a 29 años de edad, en nueve países y territorios de la región. El reporte da cuenta de los sentimientos que enfrentaron en tiempos de la pandemia.

La situación general en los países y sus localidades ha afectado el día a día de las personas jóvenes, pues 46 por ciento reporta tener menos motivación para realizar actividades que normalmente disfrutaba. El 36 por ciento se siente menos motivada para realizar actividades habituales.

Su percepción sobre el futuro también se ha visto negativamente afectada, particularmente en el caso de las mujeres jóvenes, quienes enfrentan dificultades particulares. 

El 43 por ciento de las mujeres se siente pesimista respecto al futuro, frente al 31 por ciento de los hombres participantes.

Una situación que genera elevada preocupación y es un llamado a las autoridades de salud nacionales, es que el 73 por ciento ha sentido la necesidad de pedir ayuda en relación con su bienestar físico y mental. 

Pese a lo anterior, el 40 por ciento no pidió ayuda. Para enfrentar grandes dificultades, muchos adolescentes y jóvenes han encontrado diferentes formas de hacer frente a los nuevos desafíos y manejar sus emociones. Miles compartieron su fórmula.

Mi fórmula ha sido ayudar en un comedor comunitario para poder distraerme y no pensar en esta pandemia
(Ignacio, 15 años, Argentina)

Mi solución ha sido leer y escribir lo que me hace sentir mal. En muchas ocasiones, llorar. He tratado de distraerme dibujando o viendo series. La Covid-19 me ha cambiado mucho, ni siquiera me reconozco a mí misma. (Rosa, 14 años, Guatemala)

En EE.UU., por ejemplo, ya se registran aumentos significativos de síntomas relacionados con desórdenes ansiosos, particularmente entre adultos jóvenes (18-24 años), más sensibles a la interrupción de su curso vital que ha supuesto la pandemia, en un momento clave para su madurez, tanto social como emocional.

Hasta marzo de 2020, más de 154 millones de niños en la región latinoamericana estaban fuera de la escuela debido a la pandemia.

Un año después, 114 millones aún no habían regresado, según la ONU. Y aún en el 2022, continúan las clases con intermitencia en el modo presencial, debido al azote de la pandemia y la falta de vacunación en varios países. 

Además de alteraciones en el aprendizaje y la socialización, los menores han sufrido la adversidad en sus familias. Registros de las líneas telefónicas de ayuda e informes policiales de diversos países de la región, indican un aumento de los casos de violencia doméstica.

El alivio del arte

En muchos sentidos el arte salva. Se conoce que escuchar música ayuda a controlar el nivel de glucosa en la sangre.

Componer o interpretar música mejora el sistema inmunitario y la gestión del estrés. Bailar proporciona beneficios en todo el cuerpo y la mente, mientras que la pintura o la escultura sirven de ayuda para estados depresivos.

La OMS ha analizado 900 publicaciones científicas de todo el mundo con estos datos, para concluir, según la directora regional para Europa, Piroska Östlin, que “involucrarse en el arte, ya sea bailar, cantar o acudir a museos y conciertos ofrece una dimensión añadida a cómo podemos mejorar nuestra salud física y mental”.

También las autoridades sanitarias advierten que el arte y la cultura benefician la salud. En estos tiempos, muchas personas buscan eventos culturales en línea o directamente se dedican a actividades artísticas, para entremeterse mitigar la ansiedad, o simplemente para expresarse.

Es un estudio a gran escala sobre los lazos entre el arte, la salud y el bienestar, por lo que por primera vez la OMS llama a los Gobiernos y autoridades, a aplicar políticas que mejoren la colaboración entre los sectores sanitario y artístico.

"Los ejemplos citados en este innovador informe de la OMS muestran las maneras en que las artes pueden abordar problemas de salud insidiosos o complejos como la diabetes, la obesidad y la mala salud mental. Consideran la salud y el bienestar en un contexto social y comunitario más amplio, y ofrecen soluciones que hasta ahora la práctica médica común no ha podido abordar con eficacia", explica la doctora Östlin.

El informe destaca que las artes pueden tener un papel crucial en el bienestar desde el nacimiento, hasta la muerte. 

"Los niños, a los que los padres les leen historias antes de dormir, tienen un tiempo de sueño más largo y mejor concentración en la escuela". También se destacan los beneficios del teatro en adolescentes o los efectos de la música en la salud mental y la demencia.

La OMS también apoya los descubrimientos recientes sobre el papel de la música y la creatividad como un suplemento en tratamientos severos, que incluso puede potenciar los efectos positivos.

Las experiencias como las de la organización Payasos Sin Fronteras también demuestran los beneficios del arte en situaciones de emergencia. Algunas intervenciones artísticas, no sólo producen buenos resultados, sino que también pueden ser más rentables, que los tratamientos biomédicos más comunes.

En el informe se examinan los beneficios para la salud, en cinco amplias categorías de artes: artes escénicas (música, danza, canto, teatro, cine); artes visuales (artesanía, diseño, pintura, fotografía); literatura (escritura, lectura, asistencia a festivales literarios); cultura (visitas a museos, galerías, conciertos, teatro); y artes en línea (animaciones, artes digitales, etc.).

La musicoterapia se desarrolla cada vez más, como el arte para paliar los tratamientos más difíciles -como la quimioterapia- está relativamente extendido.

Uno de los ejemplos más avanzados es la organización Música en Vena, que realiza intervenciones en hospitales españoles.

La OMS llama a los países más atrasados en la exploración del arte como apoyo para la salud, a dar un impulso a estas prácticas. 

Igualmente, estimula a los miembros de la OMS a considerarlo un "beneficio mutuo de las artes y de la asistencia sanitaria y social a escala internacional". 

No tomar ninguna medida para abordar la carga del trastorno depresivo mayor y los trastornos de ansiedad, no debería ser una opción.  

Los estudios elegibles, informaron la prevalencia de trastornos depresivos o de ansiedad, representativos de la población general en la pandemia de Covid-19 y durante los tres años en curso, ya tenían una línea de base prepandémica.

¿Dónde queda la nostalgia acumulada? ¿Dónde la empatía con las personas tristes?

“Se marchitó
En su huerto hasta la última flor
No hay un sauce en la calle mayor
Para Penélope”.


Comentarios
0
Comentarios
Nota sin comentarios.