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    La ruta migratoria del Mediterráneo es en la que más personas fallecen en la actualidad y comprende varias vías.

La Organización Internacional para las Migraciones registró que 1.146 personas murieron en el Mediterráneo durante el primer semestre de 2021.

La ruta del Mediterráneo es una de las más letales del mundo para los migrantes que intentan transitarla cada año. Son miles los solicitantes de asilo, quienes cada año se arrojan a los peligros del mar, desde África, para llegar hasta Europa en busca en una mejor calidad de vida.

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El número de los que han emprendido esta osadía supera los 100.000, de acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

El contexto es el de una crisis migratoria mundial, en la que los migrantes y solicitantes de asilo emprenden un viaje lleno de incertidumbre en barcos inseguros, desprotegidos y a merced de contrabandistas, en la ruta más mortífera que pueda existir en el planeta.

Lo que lleva a que estos migrantes huyan, pese a poner en peligro sus propias vidas, son los conflictos, las amenazas, la pobreza y las constantes violaciones de derechos que sufren.

Cabe acotar que no todos lo logran, pues, en el mar Mediterráneo han fallecido casi mil personas tan solo en el año 2020, de acuerdo con la OIM. Su mayor pico lo alcanzó en 2016, cuando llegó casi a los 5.000 decesos en el mar.

Según la OIM, unos 1.146 personas murieron en el Mediterráneo durante el primer semestre de este año en su intento por llegar a Europa.

Vías y migrantes en una ruta mortífera

La ruta migratoria del Mediterráneo es en la que más personas fallecen en la actualidad y comprende varias vías.

Siete de cada diez muertes ocurren en la vía hacia la Europa Central. En este caso, el puerto de salida es el de Libia y el de llegada suele ser el de Italia, específicamente, la isla Lampedusa, y Malta.

En cuanto a la ruta de Europa Occidental, esta vía cobra la vida de dos de cada diez personas en el Mediterráneo.

Con la ruta Oriental se hace referencia al camino que toman muchos migrantes, cuya salida es Turquía, y quienes tienen como destino Chipre y Grecia, específicamente la Isla de Lesbos. Esta ruta representa un 10 por ciento de las muertes en el mar. 

Aun cuando la salida desde África hacia Europa se produce desde puertos específicos, los migrantes en realidad provienen de diferentes países. De acuerdo con los datos aportados por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), la mayoría de los que llegan a tierras europeas por mar provienen de Túnez.

Este país es seguido por quienes proceden de Argelia, Siria y Afganistán, que son las regiones que más refugio han buscado en Europa, por vías marítimas, en los últimos seis años. Los países que completan la lista son Marruecos, Bangladés, Malí, Costa de Marfil y Guinea.

Esta situación se ha agudizado de gran manera que se ha convertido en la peor crisis migratoria y humanitaria en Europa, después de la Segunda Guerra Mundial, sobre todo tras la guerra en Siria iniciada en 2011.

Por su parte, los esfuerzos de la Unión Europea (UE) han sido los de frenar la llegada de migrantes, comenzando por pactar con países que se impida el paso de los migrantes hacia Europa, muchos de los cuales huían conflictos armados en sus respectivas naciones.

Efectivamente, el número de llegadas se redujo, en parte por la política de devolución de migrantes que arribaban a las islas griegas. Sin embargo, varias organizaciones no gubernamentales (ONG) advirtieron que dicho trato iba en contra de los derechos humanos.

En cuanto a la ruta central del Mediterráneo, la UE pactó con el Gobierno de Libia varios acuerdos que incluían formar a los guardacostas para que impidiesen el tráfico de migrantes y la trata de humanos en esa nación, así como asistir a los migrantes, apoyar a las comunidades locales y proteger las fronteras.  

No obstante, las organizaciones internacionales han denunciado que la formación e inversión de la UE en la Guardia Costera ha servido solo para interceptar a los migrantes y regresarlos a sus países, a pesar de que Libia, según la OIM, no es un puerto seguro.

Para lograr estos acuerdos, la UE ha aportado cuantiosas sumas de dinero, no sin recibir críticas por parte de varias ONG, quienes la acusan de “externalizar” sus fronteras.

También han cuestionado que la UE no proceda al rescate de las vidas humanas en las aguas internacionales y que, en el caso de los migrantes rescatados, no los reciba.

Indiferencia ante el rescate de migrantes

En 2019, por ejemplo, Italia, bajo las órdenes del partido político ultra Liga Norte impidió que el barco de salvamento de la ONG Open Arms desembarcara con decenas de migrantes rescatados en el mar.

Tras 19 días de angustia por parte de los pasajeros y la tripulación, así como presión internacional para que las autoridades aceptaran a los migrantes, la Fiscalía italiana ordenó que el barco llegara a tierra. Pero esta situación de incertidumbre se ha repetido en 2020 y 2021.

Antes de ello, la capitana alemana de otro barco de rescate, el Sea-Watch 3, Carola Rackete, fue arrestada en Lampedusa, Italia, por atracar en un puerto con 40 migrantes a bordo que fueron rescatados en el Mediterráneo, a pesar de la prohibición del Gobierno de ese país.


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