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    Girón es la victoria que Estados Unidos no perdona.

Los cubanos demostraron que la forma más eficaz para enfrentar una agresión militar es la unidad. 

Eran las 05H00 (hora local) del 19 de abril de 1961 y ya a esa hora no procedía un lenguaje en clave. Por eso el comandante de la brigada mercenaria, José “Pepe” San Román, pasó el siguiente mensaje en lenguaje directo y claro a la Base de partida: Happy Valley, Puerto Cabezas, costa atlántica de Nicaragua.

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“Ustedes no conocen cuán desesperada es nuestra situación. ¿Nos van a ayudar o dejar? Todo lo que necesitamos es una fuerte protección aérea. El enemigo la tiene. Necesitamos de esa protección si no, no sobrevivimos”. “¡Por favor, no nos abandonen!”.

Simultáneamente, Fidel se comunicó con Pedro Miret y le hizo varias preguntas, para después indicar: “tú ve tirando cañonazos seguidos, da esa orden. Yo te voy a avisar la hora en que deben parar. Sigan tirando después de las siete aumentando el ritmo, hasta nuevo aviso. Yo te daré la hora exacta”. 

Acto seguido habla con unos y otros mandos, e indica mantener -a partir de las 9 de la mañana- siempre en el aire “un Sea Fury y un chorro, siempre una pareja de aviones nuestros, (…) Y fíjate que los tanques vayan desplegados, que dondequiera que le tiren un tiro, tienen que entrarle a cañonazos al enemigo. Ellos no esperan ataque por ahí, mételes duro”. El objetivo era neutralizar en el menor tiempo posible a las fuerzas mercenarias, con las armas de infantería, tanques, artillería y aviación.

Pensando en todo, esa mañana orientó a Sergio del Valle tomar las huellas digitales o alguna identificación a los combatientes y personas muertas. “Yo creo que lo más importante de todo es la ayuda a los familiares. Debemos trabajar en la Ley de las Pensiones y la creación de la medalla de Héroe de la Revolución. Hay que ver eso con Dorticós”, dijo Fidel.

Al filo del mediodía comunicó que los combatientes de Yaguaramas permanecieran bien tranquilos, porque todo el que saliera huyendo, iba a caer allí como en una red. 

Fidel viajó desde La Habana hacia la zona de operaciones. Pasadas las 2 de la tarde, el compañero José Ramón Fernández ve -desde las cercanías de Girón- a dos barcos de guerra que se aproximan. 

Habían dos destructores estadounidenses, “que eran según el informe del inspector general Kirkpatrick el USS Eaton y el USS Murray, que escoltaban y protegían la flota mercenaria, que en ese momento se mueven hacia la costa y penetran en nuestras aguas jurisdiccionales”, dijo Fernández en su relato.

Él piensa que se está produciendo un nuevo desembarco, al apreciar por los anteojos, aquellos cañones desenfundados apuntando a la costa. Observa botes que salen desde los barcos y otras barcas, van desde Girón hacia los dos barcos de guerra. En ese momento detiene la ofensiva y emplaza cañones, tanques y todo lo posible en dirección al mar. Pidió refuerzos a Fidel y de inmediato recibió la siguiente respuesta: “Lo que se te quieren es escapar, agárralos”.

Acompañado del presidente Osvaldo Dorticós, Fidel entró en la zona e indicó: ‘hay que llegar a Girón y tomarlo antes de las 72 horas’. 

¡Adelante!

Encima de un tanque, Fidel comenzó a hablarles a la tropa y a los oficiales. “El enemigo trata de reembarcar y simular ante el mundo que el ataque ha sido una comedia de nuestra parte. ¡No permitamos que escape uno solo de ellos! ¡Adelante!, ¡No nos detengamos hasta llegar a la Playa! Si cae el primero, llega el segundo, si cae el segundo llega el tercero, pero se llega a la Playa ahora mismo. Que no se detengan los tanques hasta que las esteras se mojen con el agua de la Playa, porque cada minuto que esos mercenarios estén sobre nuestro suelo entraña una afrenta para nuestra patria”.

Fidel planteó que él iría en el tercer tanque, a lo que se negaron masivamente todos los compañeros lo protegían. Fidel respondió enérgicamente, que como jefe de la Revolución, él tenía el derecho de combatir y de entrar en Playa Girón igual que lo iba a hacer el resto de los compañeros.

Poco después de las 6 de la tarde, a menos de 72 horas de la invasión, Girón estaba en manos de los combatientes de la Revolución. 

Un enemigo formidable

“La realidad es que Fidel Castro resultó ser un enemigo mucho más formidable y estar al mando de un régimen mucho mejor organizado de lo que nadie había supuesto. Sus patrullas localizaron la invasión casi en el primer momento. Sus aviones reaccionaron con rapidez y vigor. (...) Sus soldados permanecieron leales y combatieron bravamente.” Se pudo leer años más tarde, en un informe desclasificado del asesor presidencial Arthur M. Schlesinger, escrito de su puño y letra. 

“Al amanecer del 20 de abril se dio la orden de que todas las armas dispararan para el monte desde la costa. Yo no pude hacerlo, pues no sabía manipular el Garant, que le quité a un mercenario detenido. Luego del alto el fuego, los mercenarios comenzaron a salir masivamente del monte con los brazos alzados. Fidel le ordenó a Faustino Pérez, la recogida de las armas abandonadas por los invasores”, contó al periódico local Victoria de Girón el combatiente José Pérez Hernández.

En cierta forma, algunos de los mercenarios fueron alentados por la desinformación, aunque a ciencia cierta, entre los más de mil mercenarios venían 194 exmilitares y expolicías. 

Los periódicos Revolución y Hoy, publicaron las fichas con sus fotos, para que el pueblo denunciara cualquier atropello. Catorce de ellos tenían causas pendientes como esbirros y asesinos de los cuerpos represivos de la tiranía batistiana y fueron procesados por la justicia. 

El 8 de septiembre de 1961 se celebró en Santa Clara el juicio oral por la causa 833/61. Cinco fueron condenados a la pena de muerte por fusilamiento y nueve a 30 años de privación de libertad.

Fidel explicó al pueblo que exigía el paredón para los mercenarios: “Lo que nosotros queríamos era el pago (…) no por necesidad de dinero, sino porque era un reconocimiento del Gobierno de Estados Unidos a la victoria revolucionaria. Se trataba más bien de un castigo moral”.

En el libro ‘Batalla por la indemnización’ de la casa editorial Verde Olivo, se aborda lo que fue: “La segunda victoria de Girón”. Un proceso político librado a continuación de la primera gran derrota del imperialismo en América Latina. 

No había precedentes en historia de Estados Unidos, de que se vieran obligados a pagar una indemnización de guerra por daños materiales. Con ello se evidenció la responsabilidad del Gobierno de Estados Unidos con la invasión.

Girón es la victoria que Estados Unidos no perdona. El 24 de abril el presidente Kennedy expresó que sería mejor “regar las cenizas de la CIA a los cuatro vientos”. Allen Dulles, al frente de la CIA, y Richard Bissell, segundo en la jerarquía y director de planes, encargado de la estrategia para el derrocamiento del Gobierno cubano, tuvieron que renunciar a sus cargos.

Los cubanos demostraron que la forma más eficaz para enfrentar una agresión militar es la unidad. 


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