• Telesur Señal en Vivo
  • Telesur Solo Audio
  • facebook
  • twitter
  • El trío Matamoros no solo interpretó una de las canciones más conocidas de la época, “La mujer de Antonio”, sino que trasladó el ritmo y la estructura del son montuno desde el oriente de Cuba al occidente del mundo.
    En Profundidad

    El trío Matamoros no solo interpretó una de las canciones más conocidas de la época, “La mujer de Antonio”, sino que trasladó el ritmo y la estructura del son montuno desde el oriente de Cuba al occidente del mundo.

Hay temas del repertorio musical caribeño y latinoamericano que tienen historias muy curiosas; tan curiosas que dan pie a a nuevas historias. Muchas son extraídas de las vivencias de cada autor o autora y se transforman en leyendas que mueven la imaginación, la especulación y la reflexión social.

Uno de los autores que mejor uso dio en la música a sus vivencias fue Miguel Matamoros. No es el único en Cuba, pues el también santiaguero Antonio Fernández, “Ñico Saquito” y el holguinero Faustino Oramas, “El Guayabero”, son -por solo citar dos ejemplos más- baluartes en las historias propias vueltas crónica sabrosa.

LEA TAMBIÉN: 

La Lupe: partir en bisiesto

República Dominicana, Venezuela, Colombia, Puerto Rico, en fin, los países de toda la América tienen con los músicos su crónica nacional.

Muchos autores identifican genéricamente a la mujer que los inspira (Mujer/ si puedes tú con Dios hablar…) Pero ¿identificarla solo por el nombre del marido?

En el caso de Miguel Matamoros, fundador del trío que lleva su apellido, es ampliamente reconocida (y estudiada) su obra musical.

“Son de la Loma”, “El paralítico”, “El que siembra su maíz”, “Lágrimas negras” y “La mujer de Antonio” son temas clásicos de Matamoros para el mundo.

La mujer de Antonio

“A pesar de ser una de las mujeres más nombradas en Cuba, al menos desde el primer cuarto del siglo XX, nadie ha podido satisfacer la viva curiosidad que despierta aquella que, si bien ignota, originó una de las canciones más conocidas en su época.

De la mujer de Antonio no se sabe ni siquiera el nombre debido a que la de la canción se identifica solo mediante el patronímico del esposo. Se sabe que caminaba así por la madrugada, tal vez porque aquel era el horario durante el cual iba a la plaza, entiéndase del mercado. Pero, ¿podría alguien describir cómo era o decir a qué nombre propio respondía?

Gracias a la curiosidad de la vecinita de enfrente y a la perspicacia trovadoresca de Miguel Matamoros, el músico y compositor santiaguero (1894-1971) realizó una enorme contribución al enriquecimiento y a la expansión sonera en Cuba y mucho más allá, pues trasladó su ritmo y estructura desde el oriente del país al occidente del mundo.

Lo anterior lo señaló el periodista Ernesto Montero en el diario Trabajadores, de Cuba en 2014, y resulta muy interesante porque plantea la gran incógnita: ¿Cómo se llama la mujer de Antonio?

A partir de esa pregunta se ha producido toda suerte de opinión, desde la que apunta a la discriminación a la mujer -al punto de no darle ni nombre- hasta el machismo terrible, pasando por conjeturas sensuales y amorosas que acá no se van a ventilar.

No son pocos los investigadores que han indagado en el sentido de esta composición de Matamoros. Uno de ellos, el destacado musicógrafo de Santiago de Cuba Alberto Muguercia, como parte de su labor de recopilación y recuperación de la memoria musical de su tierra, hizo una larga entrevista con Matamoros, grabada y luego transcrita.

De ella extraemos las palabras del propio Miguel Matamoros en torno al tema “La mujer de Antonio”

Cuenta Matamoros

“Después vino otro contrato, pero no de Cuba, sino de México. Nos mandaron a buscar y nos fuimos para allá. Desembarcamos en el puerto de Progreso, en el Estado de Mérida, península de Yucatán. Allí se habían vendido muchos discos de nosotros, pero el son mío que estaba de moda era ‘La mujer de Antonio’, y hay una anécdota muy simpática que voy a contar. En México se considera una grosería decir ‘la mujer de fulano o mengano’. No se dice así como en Cuba, sino ‘la señora de tal o más cual’. Una noche, que era la tercera o cuarta función que dábamos en Progreso, estaba en el teatro un señor vestido con el traje típico de allá, que gritaba ‘¡Don Miguelito, don Miguelito!’, como siete veces. A mí nadie me había llamado nunca así, después de grande. Siro me toca con el codo y me dice: ‘Compay, compay, que es contigo, te están llamando a ti’. Dígole yo entonces al hombre: ‘Acérquese, señor, ¿qué desea?’. El hombre viene, se acerca al escenario y dice: ‘Don Miguelito, ¿usted me haría el favor de cantarme La esposa de Don Antonio’? Y yo, naturalmente, le dije que sí, y le cantamos el número. (...)”.

Miguel Matamoros
Miguel Matamoros contó en cierta ocasión que la mujer de Antonio era un ser imaginario que nunca existió.

Entonces Miguel Matamoros le contó a su paisano y amigo Alberto Muguercia la historia del tema:

“La mujer de Antonio es un ser imaginario, nunca existió. Una vez me llamó Pepín Bacardí y me dijo: ‘Miguel, me hace falta que vayas hoy al hotel Venus, pues le voy a dar un almuerzo a Celia Montalván’. Ella era una artista mexicana que vino a Santiago, tenía una perrita pequinesa muy zamba; entonces, al yo ver caminando a la perrita, se me ocurrió el verso primero: la perra de Celia camina así, pero luego hablando con Siro y Cueto, les dije: ‘Esa frase no me gusta, no tiene roncha, no va a prender en el pueblo’ y cambié la letra. Le puse:

“La vecinita de enfrente/ buenamente se ha fijado/ cómo camina la gente/ cuando sale del mercado. Y después viene el estribillo:

“La mujer de Antonio/ camina así/ por la madrugada/ camina asi/ cuando va a la plaza/ camina así...”

Es decir que si la cantante y actriz mexicana Celia Montalván no hubiera ido a Santiago de Cuba y Bacardí no la hubiera halagado con la música de Matamoros, no existiría el tema, según se infiere del testimonio de Miguel en entrevista con Muguercia.

Celia Montalván fue una gran vedette de México, destacándose mucho en el teatro y actuaciones de Revistas. Fue una pionera del cine mudo en su país y la primera mexicana que hizo una película en Europa, actuando también en EE.UU. Ya era toda una estrella cuando visitó Santiago de Cuba.

El trío Matamoros grabó “La mujer de Antonio” en julio de 1929.

Trío Matamoros
El son "La mujer de Antonio" se convirtió en pasaporte de entrada a México del popular Trío Matamoros.

Y aparece Guillén

Pero la historia de la mujer de Antonio no terminó ahí porque la continuó nada menos que Nicolás Guillén, el Poeta Nacional de Cuba, quien ya se había topado con esos aires libres que implica el son montuno.

Una vez, al preguntársele en torno a sus influencias, Nicolás Guillén dijo con tono de sentencia absoluta: “Todo se lo debo a Matamoros”. Está grabado en su voz en un álbum editado por Casa de las Américas.

Nació en Camagüey (hacia el centro de Cuba) en el seno de una familia mulata, sí, pero de mulatez acomodada. Su padre, Nicolás Guillén Urra, fue un periodista, director de diarios y senador con recursos, y su madre, Argelia Batista Arrieta se ocupaba de la formación de la familia.

Con la muerte de su padre tendría que salir a trabajar y fue en la calle donde sintió los aires arrolladores del son que viajaban desde el oriente cubano, sobre todo desde Santiago de Cuba, con una vitalidad asombrosa.

Es esa la etapa en que Miguel Matamoros, el autor de “Mamá, son de la loma”, y “El que siembra su maíz” así como de “La mujer de Antonio”, entre otros, ubicado en Santiago de Cuba, está haciendo las gestiones para grabar su primer disco junto al trío que había conformado. Todavía era chofer, pero ya trajinaba con la guitarra y con la composición.

Cuando Matamoros graba “Olvido” y “El que siembra su maíz” en 1928, le dio sin saber a Nicolás Guillén la tierra fértil donde la experiencia adquirida por el poeta en su cotidianidad se iba a hacer grano y fruto de inmortalidad. Y es que el son fue la propia revolución, la propia música del pueblo. El son fue baile popular, libre, original, de formas hasta entonces relegadas; el son era la emergencia de los negros llevada de la mano por el sabor y la irreverencia.

Guillén vio claramente que el son encarnaba al pueblo, su pueblo. Lo encarnaba a él. Y siguió sus pasos. No es casualidad que su primer libro se titulara “Motivos de Son” y que viera la luz en 1930, cuando el son montuno se había adueñado no solo de Cuba sino hasta de los territorios del llamado coloso del Norte. Nicolás Guillén reivindicó la creatividad de su pueblo expresada a través del primer género musical estrictamente cubano: el son.

Nicolás Guillén
Guillén, el Poeta Nacional de Cuba, siguió los pasos de Matamoros tras advertir que el son encarnaba a su pueblo.

¿Y por qué se hacen estas acotaciones en torno a Nicolás Guillén?

Bajo el influjo sonero escribió “Motivos de Son” y al año siguiente, en 1931, “Sóngoro Cosongo”. También publicaría “Cantos para soldados y sones para turistas” en 1937 y “El son entero” en 1947, que no son los únicos libros, pero en estos el son se refleja hasta en el título.

La influencia de Miguel Matamoros fue tan determinante en Nicolás Guillén, que en su libro “Sóngoro Cosongo” publicaría este poema que da continuidad, de alguna manera, a la historia de la mujer de Antonio.

Secuestro de la mujer de Antonio

(fragmentos)

Te voy a beber de un trago, como una copa de ron;

te voy a echar en la copa de un son, prieta, quemada en ti misma,

cintura de mi canción.

Záfate tu chal de espumas para que torees la rumba;

y si Antonio se disgusta, que se corra por ahí:

¡la mujer de Antonio tiene que bailar aquí!

… De aquí no te irás, mulata, ni al mercado ni a tu casa;

aquí molerán tus ancas la zafra de tu sudor:

repique, pique, repique, repique, repique, pique,

pique, repique, repique, ¡po!

Semillas, las de tus ojos darán sus frutos espesos;

y si viene Antonio luego que ni en jarana pregunte

cómo es que tú estás aquí...

Mulata, mora, morena, que ni el más toro se mueva,

porque el que más toro sea saldrá caminando así;

todo el que no esté conforme, saldrá caminando así...

Matamoros no le puso nombre pero “La mujer de Antonio”, en su anonimato, alcanzó identidad universal.

Repique, pique, repique...


Comentarios
0
Comentarios
Nota sin comentarios.