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    Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010) dice que la lección más importante que aprendió en 50 años de vida pública fue que gobernar debe ser un acto de amor. 

Brasil atraviesa una de las etapas más difíciles de su historia reciente, con la combinación de las desacertadas políticas del presidente Bolsonaro y el impacto negativo de la pandemia de la Covid-19.

Nunca antes se habían encontrado y ha sido a una distancia prudencial. Un candidato que representa a la izquierda brasileña, va delante en los sondeos frente al presidente actual, abanderado ultraderechista.

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El sueño de la población haitiana

El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, candidato por el Partido de los Trabajadores (PT), inició la campaña liderando con el 44 por ciento las intenciones de voto. 

Por su parte el actual mandatario Jair Bolsonaro tuvo en ese momento un 32 por ciento, dijo la encuesta del Instituto de Inteligencia en Investigación Estratégica y Consultoría (IPEC). Ambos deben debatirse ante un electorado de más de 156 millones de votantes en los comicios de octubre. 

La próxima contienda

La historiadora, socióloga y miembro del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag), Camila Vollenweider, planteó tempranamente que la campaña anterior de Bolsonaro “le adhirió a aquella perspectiva neoliberal, un fascismo declarado respecto de las minorías. (…) Su mezcla de militarismo para la vida cotidiana (en pleno contexto democrático), discurso socialmente elitista y educacionalmente meritocrático, políticas públicas hiperneoliberales y alineamiento directo con Estados Unidos (EE.UU.), hacen de sus posiciones algo novedoso”. 

Lo difícil de creer es la realidad de cómo el capitán de la reserva del Ejército brasileño, nostálgico de la dictadura pasada, no obstaculizó su camino para convertirse en presidente y se impuso con su polémica racista, machista y homófoba, con una fundamentada campaña hipermediática que potenció su aprobación en un porcentaje de brasileños.

Basado en su marketing político, venció en las elecciones generales de octubre de 2018, en segunda vuelta a Fernando Haddad, candidato del PT a la Presidencia de Brasil. Lo hizo con el 56 por ciento de los votos, para convertirse en el mandatario número 42 del país suramericano.

A la carrera rumbo al Palacio de Planalto ahora se le ha sumado el fervor evangélico. Cabría recordar que el muy conservador electorado protestante evangélico -un 70 por ciento de los brasileños practicantes- apoyaron a Bolsonaro. 

También figuran sus hijos -tres de cinco- vinculados a la política. Flavio, Carlos y Eduardo, entre personalidades, artistas y deportistas.

De acuerdo con la periodista, profesora y doctora Magali Cunha, "cuando Lula y Bolsonaro hablan con los evangélicos, saben que están hablando con todo Brasil", donde actualmente representan el 30 por ciento de los votantes. Igualmente destaca la negociación de las diferencias, que Bolsonaro tiene con los estados brasileños más importantes.

Pero, de acuerdo con la experiencia en los cuatro años transcurridos, habrá matices a considerar, en el apoyo de los evangélicos al presidente de extrema derecha, que ha conjugado sus desacertadas políticas con las consecuencias de la pandemia. 

Desacertadas políticas

Brasil atraviesa una de las etapas más difíciles de su historia reciente, con la combinación de las desacertadas políticas del presidente Bolsonaro y el impacto negativo de la pandemia de la Covid-19.

La nación suramericana registró a cerca de 12 millones de personas en la pobreza extrema, reconoce altos índices de desempleo, inflación trepidante y la mayor contracción del Producto Interno Bruto (PIB) en su historia, señalan datos oficiales.

Con un notable retroceso frente al 2014, cuando Brasil fue retirado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) del Mapa Mundial del Hambre. 

Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010) dice que la lección más importante que aprendió en 50 años de vida pública fue que gobernar debe ser un acto de amor. 

Contribuyó a que Brasil figurara como la sexta economía más grande del mundo y puso en marcha programas para reducir la pobreza, con muy buenos resultados.

Al respecto, expresó que “la reconstrucción de Brasil necesita comenzar con lo más básico: garantizar que todas las personas no pasen hambre, tengan derecho a estudiar y trabajar en paz”, al tiempo que reivindicó los resultados de la gestión de su sucesora, Dilma Rousseff.

La organización Red Brasileña de Pesquisa en Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional (Penssan) afirma que, actualmente, sufren de hambre unas 33 millones de personas. Compárese con los 19 millones referidos en 2020.

Un sistema abominable

Hablamos de millones de latinoamericanos que cada día engrosan las tristes filas internacionales de los 857 millones de personas hambreadas del planeta devastado por el capital.

Al decir del Fraile dominico brasileño Frei Betto, esto sucede “porque vivimos en el sistema capitalista, que instauró la naturalización de la desigualdad social, la convicción de que la naturaleza existe para ser explotada, la creencia en que todos son libres para ascender de la pobreza a la riqueza (la meritocracia), el poder de dictar leyes y monitorear gobernantes y, como explica Max Weber, el precepto de que poseer una fortuna es señal de la bendición de Dios...”

En pleno auge de la pandemia, Frei Betto nos sorprendió con la reflexión -publicada en Cubadebate- a partir del crecimiento en más de un billón de dólares, de la fortuna de las 500 personas más ricas del mundo. 

“Para tener una idea de lo que esto significa, basta saber que en 2020, el PIB de Brasil –la suma de todos los bienes y servicios de una población de 212 millones de personas– fue de 7,5 billones de reales”, señaló el reconocido intelectual brasileño.

Igualmente, nos incita a pensar en el modo en que manipulan nuestras conciencias, algo que podría aplicarse muy bien, a las actuales campañas mediáticas. 

La mayoría de los – 500 hombres más ricos del mundo en 2021- supermillonarios, diez son casi 2,15 billones de reales más ricos, “controlan los medios de comunicación, en especial los electrónicos. O sea, fabrican las ideas que pueblan las mentes de mucha gente”. 

“Esos diez hombres tienen también poder para detectar cada uno de nuestros pasos y registrar nuestras preferencias. Poseen más poder que casi todos los jefes de Estado”.

Precisa convencido de que “ni la humanidad ni la naturaleza tienen salvación bajo el capitalismo. Y tengo la esperanza de que, un día, la humanidad considerará que es un sistema inhumanamente abominable”.

Sociedad polarizada

La ambición sobre Brasil ha creado una sociedad cada vez más polarizada, que se encamina a los comicios del próximo 2 de octubre para la primera vuelta de estas elecciones.

En la fecha señalada, se renovará toda la Cámara de Diputados, los 26 gobernadores, un tercio del Senado y las Cámaras legislativas estatales. Sobre ellos cae el peso del fracaso del neoliberalismo, frente a un proyecto de progreso cabalmente demostrado. 

Desde pasado el 16 de agosto, utilizan múltiples medios digitales y anuncios en la prensa escrita hasta el 29 de septiembre, en que podrían realizar mítines, entre otros recursos de la campaña presidencial extendida hasta el 1 de octubre del año en curso, vísperas del primer conteo por la suerte de un gran país.

“Somos una idea, y nadie puede aprisionar una idea. Han matado muchas flores, pero no detendrán la primavera. Estamos vivos y fuertes. Con amor conquistaremos el odio”, afirma Lula. El exmandatario, de 76 años de edad, lidera todas las encuestas y aspira a convertirse en presidente de Brasil, votado de forma directa por tercera vez.

En 2018, una amañada acusación por corrupción lo sacó del juego, muy convenientemente para la victoria del político de extrema derecha Jair Bolsonaro.

En 2021, el fundador del PT quedó absuelto por falta de pruebas por la justicia del Supremo Tribunal Federal al derogar cuatro juicios contra él, en tribunales de la sureña ciudad de Curitiba. 

Se le acusaba de presunta corrupción pasiva, en un caso relacionado con la emisión de la medida provisional 471, que prorrogó por cinco años los favores fiscales para beneficiar a empresas del sector automotriz mediante una disposición, refirió Prensa Latina. 

El exdirigente sindical metalúrgico recuperó así sus derechos políticos y la posibilidad de presentarse en la carrera por el rescate de su nación.  

Actualmente, apoyan a Lula y a su compañero de fórmula, el exgobernador de Sao Paulo, Geraldo Alckmin, el movimiento Vamos Juntos Por Brasil, un conjunto de siete partidos políticos, grupos sociales y siete centrales sindicales.

“Es necesario unir a los divergentes, para enfrentarse mejor a los antagónicos”. Este principio del filósofo brasileño Paulo Freire le sirve de táctica a Lula, quien de no alcanzar el 50 por ciento más uno de los votos el próximo 2 de octubre, deberá presentarse a segunda vuelta el 30 de octubre del 2022. 

Igualmente, se basa en que la soberanía es el primer fundamento de la Constitución brasileña. Constantemente atacada, tanto como la democracia nacional, “por la política irresponsable y criminal del actual gobierno”, señala Lula.

“Amenazan, desmontan, destruyen, ponen en venta nuestras empresas más estratégicas, nuestro petróleo, nuestros bancos públicos, nuestro medio ambiente. Entregan en bandeja de plata todo ese extraordinario patrimonio, a pesar de que no les pertenece a ellos, sino al pueblo brasileño. Destruyen políticas públicas que cambiaron la vida de millones de brasileños y que eran admiradas y adoptadas por el mundo afuera”.

“Garantizar la soberanía del pueblo brasileño y los derechos de una democracia plena es defender el derecho a una alimentación de calidad, un buen empleo, un salario justo, los derechos laborales, el acceso a la salud y a la educación”, reitera Lula.

Brasil es un país protagonista en el escenario internacional, con suficiente capacidad y recursos para desarrollarse y contribuir por medio de la cooperación, la inversión y la transferencia de tecnología, al desarrollo de los países pobres. 

“Eso fue lo que hicimos en América Latina y también en África”, recuerda Lula, quien lucha con la perspectiva de la integración de América Latina y del Caribe, para fortalecer al Mercado Común del Sur (Mercosur), la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y los Brics, refiriéndose a las potencias económicas: Brasil, Rusia, China, India y Sudáfrica. Consciente de que ese gran país, sin sometimiento, puede convertirse en una potencia mundial.

Brasil es el quinto país en extensión y en población del mundo, poseedor de inmensas riquezas en minerales y exponencial desarrollo agrícola. Tiene 11,3 millones de personas desempleadas y un 22,5 por ciento  subutilizados -7,6 millones- y otro tanto inmersos en la economía informal, de acuerdo con la información ofrecida por el Círculo de Estudios Latinoamericanos (Cesla) en el mes de junio de 2022.

Todos son retos y sueños en portugués, aunque Brasil tiene fronteras con 11 países hispanohablantes de América Latina. Nos unen historias y suertes comunes. 

Bien lo dijo el escritor brasileño Luiz Ruffato. “Les garantizo que vamos a seguir luchando, a pesar de todo, por un país orgulloso de lo que hace, los invito a conocerlo y participar de la utopía”.


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