Era 6 agosto de 1945 y las 8:15 de la mañana cuando el bombardero estadounidense B-29 “Enola Gay”, al mando del piloto Paul W. Tibblets, descargó sobre la ciudad de Hiroshima, en la isla de Honshu, la principal de Japón, a su “Little Boy” (niñito), una bomba de uranio de 4.400 kg que mató a unas 70.000 personas al instante y otras 70.000 en los días y meses siguientes.
Este agosto se cumplen 69 años de este siniestro acto y decenas de miles de personas se congregaron este miércoles 6 de agosto en Hiroshima para guardar un minuto de silencio en recuerdo de un acto que arrasó con toda la ciudad y buena parte de sus habitantes. Un acto que no tuvo las disculpas del presidente en gestión de EE.UU., ni de los siguientes mandatarios que ejercieron.
El alcalde de Hiroshima, Kazumi Matsui, invitó al presidente estadounidense Barack Obama "y a todos los dirigentes de naciones poseedoras del arma nuclear a visitar las ciudades de la bomba lo antes posible". Sostuvo que "si ustedes lo hacen, se convencerán de que las armas nucleares son el mal absoluto y no debe permitirse que existan".
El desastre
Se calcula que en Hiroshima desaparecieron cerca de 20 mil edificios y casas al instante. La temperatura fue tan alta que hasta el esqueleto de acero se derritió. Y el 50% de las víctimas civiles en Hiroshima murieron entre la semana 2 y 12 después del estallido.
Otras consecuencias a largo plazo de la bomba atómica estadounidense en Hiroshima han sido: anemia, leucemia, tumores malignos, deformaciones físicas y mutilaciones, graves trastornos psíquicos y alteraciones de la conducta social.
Muchos de los sobrevivientes se sienten culpables de estar vivos cuando tantos otros han muerto
Además también han causado: trastornos del crecimiento, envejecimiento prematuro, ceguera, daños en el sistema nervioso central, abortos, importantes taras psíquicas y físicas entre los recién nacidos, entre otros muchos problemas de salud.
Testimonios de “hibakushas” hablan de montañas de cadáveres esparcidos por las calles, moribundos con heridas indescriptibles y hasta “antorchas humanas” tras la operación militar de EE.UU.