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    Carlos Manuel de Céspedes fue quien lideró el primer movimiento independentista de Cuba.

Cuba recuerda el 10 de octubre el inicio de las luchas por su soberanía ante el colonialismo español que dominó no solo a la mayor de las Antillas, sino a diferentes naciones latinoamericanas. 

La campana del ingenio La Demajagua, en el oriente de Cuba, repicó de forma diferente el 10 de octubre de 1868. Ese día, el abogado Carlos Manuel de Céspedes dio la libertad a sus esclavos y llamó a la rebelión contra el colonialismo español, en un acto que marcó el comienzo de las luchas de la isla antillana por su independencia. 

Ante unos 500 congregados, el que luego sería el primer presidente de la República de Cuba en Armas expresó: “Ciudadanos, ese sol que veis alzarse por la cumbre del Turquino viene a alumbrar el primer día de libertad e independencia de Cuba”.

Ruinas del ingenio La Demajagua

De ese modo se originó la contienda conocida como Guerra de los Diez Años o Guerra Grande, una insurrección armada anticolonialista, antiesclavista y de liberación nacional que contribuyó también a consolidar el sentimiento de nación surgido entre los nacidos en Cuba, cuya identidad se había ido diferenciado cada vez más de la metrópoli. 

“Es preciso haberse echado alguna vez un pueblo a los hombros, para saber cuál fue la fortaleza del que, sin mas armas que un bastón de carey con puño de oro, decidió, cara a cara de una nación implacable, quitarle para la libertad su posesión más infeliz, como quien quita a una tigre su último cachorro”, escribiría años después el Héroe Nacional de Cuba, José Martí, sobre Céspedes y aquel levantamiento histórico.

Los criollos se cansan de esperar por España

En el siglo XIX una corriente reformista había buscado más autonomía y beneficios para los terratenientes criollos, mientras que algunos grupos pretendieron solucionar los problemas del territorio caribeño mediante su anexión a Estados Unidos. 

Pero durante esa centuria, sobre todo en su segunda mitad, cobró gran fuerza el sentimiento independentista, que se agudizó a partir de los efectos de las crisis económicas mundiales de 1857 y 1866. 

Se trataba de una época en la que España, aún sangrante por las derrotas sufridas en la mayoría de sus excolonias, orquestaba nuevas incursiones bélicas para tratar de reconquistar parte del poder perdido. Los costos de aquel empecinado deseo recaían entonces, en buena medida, en la aún colonizada Cuba. 

Monumento a Carlos Manuel de Céspedes en Cuba.

Los criollos querían, sin embargo, que la corona se centrara más en los intereses de la isla en lugar de costear con los recursos cubanos sus intereses bélicos. Al mismo tiempo, buscaban derechos políticos casi inexistentes, 

Aunque la Constitución española de 1837 había prometido leyes especiales, estas nunca se aplicaron en la isla, que se mantenía bajo el control de una Capitanía General. Al mismo tiempo, un número cada vez mayor de comerciantes y hacendados consideraba la esclavitud como un freno al desarrollo económico, al impedir la introducción de avances tecnológicos. 

Tales situaciones se volvían más complicadas en el oriente, cuyo desarrollo estaba aún más frenado que en el centro o el occidente de la isla. 

“Cuando un pueblo llega al extremo de degradación y miseria en que nosotros nos vemos, nadie puede reprobarle que eche mano a las armas para salir de un estado tan lleno de oprobio”, expresó Céspedes en el manifiesto leído el 10 de octubre de 1868.

El grito de Yara

El primer enfrentamiento armado entre los insurrectos y las tropas españolas se produjo un día después del alzamiento, en el poblado de Yara, perteneciente a la actual provincia de Granma. 

Aunque los sublevados, que luego se conocerían con el nombre de mambises, sufrieron su primera derrota en esa jornada, fue a partir de entonces que Cuba y el mundo recibieron las primeras noticias de la insurrección independentista. 

Al revés de Yara, sin embargo, le siguió el triunfo que significó tomar la importante ciudad de Bayamo, donde se escucharon por primera vez las notas de la Marcha Guerrera, convertida luego en el Himno Nacional. Allí se instaló el naciente Ejército Libertador bajo el mando de Céspedes.

Representación del incendio de Bayamo.

Pero la arremetida de las fuerzas españolas evitó que los mambises pudieran mantener su control de la ciudad. Ante la inminente derrota, los cubanos prefirieron quemar Bayamo a verla de nuevo en manos de los colonialistas. 

República de Cuba en Armas

La pérdida de Bayamo no significó el fin de la lucha, a la que aún le quedaban más de nueve años de hechos heroicos. Un momento significativo fue la Asamblea de Guáimaro, celebrada del 10 al 12 de abril de 1869, cuando se redactó la primera Constitución de la República de Cuba en Armas. 

La Asamblea de Guáimaro.

Aunque en la historiografía cubana se reconocen las limitaciones de ese documento, que llegó a subordinar el poder militar al poder civil en medio de la guerra, el texto dio nacimiento a un Gobierno de cubanos, que llegó a ser reconocido en su momento por varias naciones, y ratificó el deseo de independencia de los alzados en armas. 

Desde entonces, numerosas páginas de gloria se fueron escribiendo en la historia de Cuba. La guerra se expandió a otras regiones del país y se unieron figuras imprescindibles como Antonio Maceo o el dominicano Máximo Gómez. 

Las muertes de Céspedes en 1874, y de otro importante líder independentista, Ignacio Agramonte, en 1873, significaron sensibles pérdidas para las tropas cubanas, que durante una década resistieron el embate de las tropas españolas, superiores en cuanto a número de hombres y armas. 

Un intento de invasión a Occidente fue otro momento sobresaliente de la contienda, en el cual se obtuvieron importantes victorias, pero el poder colonial, por un lado, y divisiones internas entre los propios cubanos, por otro, provocaron el fracaso de esa operación que buscaba llevar los combates a todo el país. 

Tantos años de guerra y la muerte de valiosos luchadores fueron diezmando las fuerzas de los cubanos, y a finales de 1877 comenzaron a escucharse noticias de una posible capitulación. 

Esta se concretó el 10 de febrero de 1878, y consistió en siete acuerdos de paz conocidos como el Pacto del Zanjón, con el cual no se cumplían ninguno de los dos principales objetivos de la guerra: ni la independencia ni la abolición de la esclavitud. 

La Protesta de Baraguá

Los términos del Zanjón, sin embargo, no fueron aceptados por todos los indepentendistas. Al conocer la firma de la capitulación, el mayor general Antonio Maceo se reunió en una zona conocida como Mangos de Baraguá con el militar español Arsenio Martínez Campos. 

Durante el encuentro, celebrado el 15 de marzo de 1878, Maceo le manifestó Martínez Campos su desacuerdo con el Pacto del Zanjón y su decisión de continuar con la guerra. 

Protesta de Baraguá.

Como resultado de la conferencia, se acordó que volverían a romperse las hostilidades y se estableció para ello un plazo de ocho días con el fin de que las tropas ocuparan los territorios designados.

El hecho protagonizado por Maceo, y recogido en la historia como la Protesta de Baraguá, ha sido reconocido como un acto de honor y de patriotismo. 

A pesar de la determinación del jefe mambí, las condiciones objetivas y subjetivas para proseguir con la contienda no estaban dadas, y poco a poco se fueron apagando los últimos focos independentistas en el país. 

La Revolución cubana, una sola

Tras el fin de la Guerra de los Diez Años, hubo nuevos intentos armados como la Guerra Chiquita (1879-1880).

El 24 de febrero de 1895 estalló en Cuba una nueva sublevación independentista, la cual se prolongó hasta 1898. Conocida como Guerra del 95 o Guerra Necesaria, este nuevo levantamiento fue propiciado por la labor organizativa y aglutinadora de José Martí, quien unió en un mismo esfuerzo a los veteranos de la contienda anterior con el ímpetu de jóvenes que también anhelaban la libertad de Cuba. 

Cuando ese conflicto parecía destinado al triunfo, cuando todo indicaba que Cuba conseguiría finalmente su separación de España, la intervención de Estados Unidos coartó la victoria. Aunque España se vio obligada a conceder la libertad a la isla, en la práctica fue un traspaso, pues Cuba dejó de ser una colonia para ser intervenida militarmente por su vecino del norte, del que luego se convirtió en neocolonia. 

La Guerra Grande abrió el proceso que culminó con el triunfo de la Revolución cubana. 

Más de medio siglo debió esperar la isla para alcanzar su definitiva independencia. Esta llegó de la mano de Fidel Castro y los rebeldes que el 1 de enero de 1959 derrocaron al tirano Fulgencio Batista e inauguraron la Revolución cubana. 

Sin embargo, ese triunfo, como ha reconocido el propio Fidel, tuvo sus raíces precisamente en aquel repique de campana en La Demajagua. 

“¿Qué significa para nuestro pueblo el 10 de Octubre de 1868?  ¿Qué significa para los revolucionarios de nuestra patria esta gloriosa fecha?  Significa sencillamente el comienzo de cien años de lucha, el comienzo de la revolución en Cuba, porque en Cuba solo ha habido una revolución:  la que comenzó Carlos Manuel de Céspedes el 10 de Octubre de 1868”, expresó el líder cubano al conmemorarse un siglo del inicio de la Guerra de los Diez Años. 


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