Gabriel García Márquez, uno de los máximos exponentes del realismo mágico, nació en Aracataca, Colombia, el 6 de marzo de 1927, “a las nueve de la mañana y con un aguacero torrencial fuera de estación”, como dice él mismo en su libro Vivir para contarla.

Debido a la precaria economía de sus padres se crió con sus abuelos, el coronel Nicolás Ricardo Márquez y Tranquilina Iguarán Cotes, personas muy influyentes en el mundo literario de su nieto, en especial su abuela, quien le contaba multitud de relatos de fantasmas, demonios y demás seres esotéricos.





Gabriel García Márquez inició su carrera como periodista mientras estudiaba derecho en la universidad. Publica su primer cuento La tercera resignación, en el diario El Espectador. Entre 1948 y 1949 escribió para el diario El Universal de Cartagena. Desde 1950 hasta 1952, escribió una columna con el seudónimo de Septimus para el periódico local El Heraldo de Barranquilla.

En 1951 termina su novela La hojarasca, que llegó a la Editorial Losada en Argentina y fue rechazada, el crítico Guillermo de Torre le devolvió la novela con una nota en la que le decía que no estaba dotado para escribir y que haría mejor en dedicarse a otra cosa.





“El periodismo es el mejor oficio del mundo”



“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla”.



“La peor forma de extrañar a alguien es estar sentado a su lado y saber que nunca lo podrás tener”.



“La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado”.


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“Así es -suspiró el coronel-. La vida es la cosa mejor que se ha inventado”.



“No hay medicina que cure lo que no cura la felicidad”.





“La vida no es sino una continua sucesión de oportunidades para sobrevivir”.



“En todo momento de mi vida hay una mujer que me lleva de la mano en las tinieblas de una realidad que las mujeres conocen mejor que los hombres y en las cuales se orientan mejor con menos luces”.



“El amor es tan importante como la comida. Pero no alimenta”.





"Gabo", como se le conoce con cariño, vivió parrandas y sobrevivió con pocos recursos. Junto a Juio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Juan Goytisolo, formó parte del grupo emblemático que impulsó la literatura latinoamericana a una escala hasta entonces desconocida.

Entre los fundamentos de la revolucionaria estética impregnada en la narrativa de García Márquez está la negativa franca al “orden lógico” de la realidad que será re-creada o representada en las piezas literarias pertenecientes al Realismo Mágico.




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La realidad en América Latina, “nuestra realidad”, dice el Gabo, “es desmesurada y con frecuencia nos plantea a los escritores problemas muy serios” (El olor de la guayaba: Barcelona, Bruguera, 1982). Quizá el mayor de esos problemas sea “el de la insuficiencia de las palabras”, continúa el Nobel, y precisa enseguida a qué se refiere:

“Cuando hablamos de un río lo más grande que puede imaginar un lector europeo es el Danubio, que tiene 2.790 kilómetros de largo. ¿Cómo podría imaginarse el Amazonas, que en ciertos puntos es tan ancho que desde una orilla no se divisa la otra? La palabra tempestad sugiere una

Su intensa relación con la literatura comenzó con Las mil y una noches. El libro marcó el inicio de quien ahora es reconocido como uno de los grandes escritores del siglo XX.

Estudió derecho, pero no terminó la carrera. Una serie de acontecimientos -y la publicación de algunos de sus cuentos en diarios colombianos-lo encaminaron por el mundo del periodismo y la literatura. Estuvo en Europa como corresponsal del diario El Espectador.

En 1967, con la publicación de "Cien años de soledad" (1967), Gabriel García Márquez se convirtió en una de las personalidades latinoamericanas más destacadas de su tiempo. Por esta obra recibió el Premio Nobel de Literatura.

Publicó más de 40 obras en toda su carrera. Reapareció en el 2002 con el libro de memorias Vivir para contarla, el primero de los tres volúmenes de sus memorias. En 2004 publicó Memoria de mis putas tristes, que trata sobre un viejo periodista de noventa años que busca la compañía amorosa de una mujer joven.

En 1999 fue diagnosticado con un cáncer linfático. El mundo entero lo reconoce como el padre de un legado literario infinito que vivirá por más de Cien años dentro y fuera de Macondo.


En 1954 regresa a Bogotá (capital de Colombia) para trabajar en El Espectador como reportero y crítico de cine. Un año después, El Gabo publicó en el mismo diario Relato de un náufrago, una serie de catorce crónicas sobre el naufragio del destructor A. R. C. Caldas, basándose en entrevistas con Luis Alejandro Velasco, joven marinero que sobrevivió al naufragio.

En 1955 gana un premio en el concurso convocado por la Asociación de Escritores y Artistas, con el cuento Un día después del sábado.

Con respecto a su carrera, Gabo siempre ha dicho que le sirvió como una herramienta para “no perder contacto con la realidad”. Con esta vocación fue procreador de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, hoy reconocida a escala internacional por la calidad de sus trabajos narrativos y de investigación.


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“El problema del matrimonio es que se acaba todas las noches después de hacer el amor, y hay que volver a reconstruirlo todas las mañanas antes del desayuno”.



“Ningún lugar en la vida es más triste que una cama vacía”.



“Hay que ser infiel, pero nunca desleal”.



“El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad”.



“Los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez”.



“Lo más importante que aprendí a hacer después de los cuarenta años fue a decir no cuando es no”.





“El escritor escribe su libro para explicarse a sí mismo lo que no se puede explicar”.



“La creación intelectual es el más misterioso y solitario de los oficios humanos”.



“El mundo habrá acabado de joderse el día en que los hombres viajen en primera clase y la literatura en el vagón de carga”.



"No llores porque ya se terminó... sonríe, porque sucedió".



"La sabiduría nos llega cuando ya no nos sirve de nada".



Gabriel García Márquez


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En los textos del Nobel de literatura destaca la predilección de paisajes que, aún indeterminados o inventados, remiten al mundo oprimido y subdesarrollado, a Latinoamérica. La imaginación liberada y liberadora es complemento de anhelos y proyectos latentes. Así, es posible establecer un símil entre Macondo y la Colombeia vislumbrada y bautizada por Francisco de Miranda, por ejemplo.

El propio García Márquez reconoció la deuda de la literatura latinoamericana hacia Cristóbal Colón y los cronistas de la conquista, y a partir de allí expuso algunos de los problemas que los escritores más nuestros y más universales —como él- han enfrentado.



cosa al lector europeo y otra a nosotros, y lo mismo ocurre con la palabra lluvia, que nada tiene que ver con los diluvios torrenciales del trópico. Los ríos de aguas hirvientes y las tormentas que hacen estremecer la tierra, y los ciclones que se llevan las casas por los aires, no son cosas inventadas, sino dimensiones de la naturaleza que existen en nuestro mundo.”