El litoral de San Juan: Un territorio bombardeado por la guerra
El pasado 29 de enero las fuerzas militares bombardearon el Resguardo indígena de Chagpien Tordó con el pretexto de combatir a la guerrilla del ELN. Las ráfagas y los explosivos cayeron sobre la rivera del río tordó, un lugar próximo a las viviendas de la comunidad en donde el pueblo wounan y la población afrodescendiente cazan, pescan y siembran los cultivos de pan coger para la subsistencia. Aquel día en el territorio se sembró el terror y la incertidumbre, la población indígena pensó en huir en la lancha de la comunidad, sin embargo no se desplazaron porque era de noche y el riesgo podía ser mayor. Así lo recuerda Weisman, un indígena wounan que habita en el caserío Chagpien Medio: “Se veía la avioneta por aquí encima sobrevolando, con el bombardeo cimbraban las casas y los muchachos estaban atemorizados, ahí estaba la lancha grande lista, la gente estaba pendiente para salir en la lancha”.
Después del bombardeo sobrevino el confinamiento, la comunidad no se atreve a regresar al Tordó para recoger el banano y el plátano, ellos temen que las operaciones militares puedan repetirse o que por encender las linternas en la noche para cazar los animales las fuerzas militares los capturen y los acusen de ser guerrilleros del ELN. Para la población afroindígena el bombardeo representó un ataque directo al campesinado. “No necesariamente se puede apaciguar una guerra de esa manera, matando a la gente, matando a los civiles, atropellando a las poblaciones, dañandoles sus cultivos, dañandoles sus casas. Así no se arregla una guerra, pienso que sería mejor una salida política tal vez, que se vuelvan a sentar, que hablen de paz, de una paz que a todos nos beneficie”-, manifiesta Elkin Longa, habitante de la comunidad afrodescendiente del Consejo Comunitario de Copomá.
En lengua wounan los indígenas se refieren a la guerra con la palabra jurí, Célimon uno de los líderes del resguardo, la menciona al describir el bombardeo. Esa noche el se encontraba junto a su familia en el rancho de trabajo y el estruendo de los explosivos los obligó a huir y arrojarse al río para salvar sus vidas. Su rancho al igual que el de los otros indígenas quedó destruído. “Esos ranchitos que están quemados esos no son de guerrilleros, esos son de nosotros, de los indígenas, de los campesinos, de nosotros andar cazando, que vamos 3 o 4 días a cacería, porque por ahí es el resguardo de nosotros y por ahí es en donde nosotros sacamos la comida y producimos todo. De eso nos mantenemos, fíjese ahorita como estamos sufriendo porque ya no podemos entrar ahí”-, dice con tristeza Célimon.
Tras el bombardeo se profundizó la estigmatización y la persecución contra la población civil, cuatro jóvenes del Consejo Comunitario de Copomá fueron detenidos por las fuerzas militares quien los acusó de ser guerrilleros del ELN. La comunidad afrodescendiente salió en defensa de los jóvenes y dejó en claro que los pobladores del territorio solo intentan escapar de la guerra. De los cuatro jóvenes dos recuperaron la libertad, uno de ellos cuenta que ese día estaban roseando un colino para la siembra cuando fueron capturados. “Nos llevaron allá mismo donde habían bombardeado, ahí nos pusieron a dormir en el monte, todo el día sin comer, nos tomaron foto y textos, nos hicieron firmar un poco de papel”-, señala John.
Los pobladores del Litoral de San Juan denuncian que las fuerzas militares los señalan de ser guerrilleros, por eso en cada viaje por río los requisan y les preguntan en dónde están los insurgentes del ELN. Una realidad que se repite en distintas regiones del país, las comunidades no solo se enfrentan a los estragos del conflicto armado, sino también a los señalamientos del Estado colombiano. Durante décadas estas poblaciones han resistido a la guerra, los habitantes de los caseríos recuerdan como en distintas oportunidades padecieron el fuego cruzado del Estado y los grupos insurgentes, recuerdan las balas alojándose en los tablones de madera de las casas, la zozobra dominando la vida y la necesidad de sobrevivir imponiéndose sobre el miedo. “Un día estaban unas mujeres barriendo camarón y las hicieron brincar al agua, echaron plomo corrido, estaba trabajando ahí un sobrino mío que se llama Eduardo de Cucurrupí y no tuvo tiempo de bajar a coger la mujer sino solo de echarse ahí y esperar la muerte”, - narra Jesús Longa, un habitante del Consejo Comunitario de Copomá.
Hace poco la población afroindígena creyó que la guerra había terminado, al proceso de paz con las Farc-EP se sumó el cese al fuego bilateral que rigió durante tres meses entre el Ejército de Liberación Nacional y el Estado colombiano. La pobreza continuó, el abandono estatal también pero por un tiempo corto los pobladores dejaron de sentir la violencia de la confrontación armada. No obstante a finales de enero la realidad cambió abruptamente cuando se efectuó el bombardeo. El miedo que ahora enfrenta el pueblo wounan y la población afrodescendiente no es nuevo, en los últimos siete años las comunidades de este territorio han padecido cuatro bombardeos, dos de ellos acabaron con la vida de tres niñas indígenas. Para la población afroindígena el cese al fuego y de hostilidades entre el ELN y el Estado Colombiano es una necesidad y un anhelo, el cese al fuego es la posibilidad real de preservar la vida.