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Residencias Para Gente Mayor en la Universidad
Publicado 15 diciembre 2014



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Si un Movimiento no está ocupado naciendo, está ocupado muriendo

¿Cuándo una persona en su lugar de trabajo, barrio o escuela dice "necesitamos una revolución" o "Yo soy un revolucionario", cómo es percibido? ¿Cómo anacrónica, Juvenil, Ridícula?

Tengo sesenta y siete años. Recuerdo que cuando era joven sentía hostilidad por la mayoría de la gente mayor. Yo no odiaba su mayor experiencia o su relativa falta de energía. Era que no respondían a las críticas. Ellos no evaluaban esperanzas. No negaban compromisos. Saludaban a todos lados como psicóticos haciendo cháchara.

No tenían coherencia, claridad, o alcance. No echaban una mano. Ellos repetían "Usted va a crecer y darse cuenta, como lo hicimos nosotros, que las conquistas sociales sólo pueden ser modestas, independientemente del bien y del mal Usted es melodramático, autodestructivo, egocéntrico, y está tirando su futuro inmediato por la borda. Madure".

En algún lugar pasamos de estar ocupados naciendo a estar ocupados muriendo.

En respuesta, mi generación anunció que seríamos diferentes a nuestros padres y a sus padres, e incluso más allá. Nada podría perturbar nuestro rechazo de la sociedad. Éramos revolucionarios. Envejecer no nos cambiaría.

Nosotros despreciábamos las vidas comprometidas. Detestábamos los barrios residenciales aburridos. Detestábamos los trajes de franela gris. No nos convertiríamos en payasos de comisión. Nunca caminaremos por antiguas calles vacías.

Cuando tenía veinte años, energía, vigor, y la indignación, no era una fase. Si estos signos desparecían, sabíamos que no sería un signo de "madurez", sino las cicatrices del desgaste de las instituciones opresivas. Si perdíamos nuestro compromiso, no ganábamos sabiduría, perspicacia, o practicidad. Hubiéramos sido sometidos al maltrato social o a vendernos a compromisos de beneficio personal.

¿Ojo al bolsillo, nariz en el suelo?  ¿Mi generación? Nunca.

En nuestros mejores momentos, aceptamos que trascender fantasías infundadas era progreso, desarrollar un sentido de la oportunidad y de proporción era progreso, el desarrollar la tolerancia ante cosas que todavía no entendíamos era progreso, e incluso aprender a empatizar con la “madurez” sentimental que odiábamos en nuestros mayores, era progreso.

Pero también sabíamos que convertirnos en lo que rechazamos era regresión. Nada de música de Hamelín para nosotros. No tenemos vuelta atrás.

Pero mi generación, con medio siglo de existencia, no ha sido mucho mejor al evitar el cambio de dirección que las generaciones que nos precedieron. En algún lugar pasamos de estar ocupados naciendo a estar ocupados muriendo.

Mírate en el espejo. ¿Ves a alguien viejo de espíritu? Si es así, puede que sea porque te has doblado para sobrevivir ante circunstancias hostiles sin estar constantemente cuestionando. Pero por muy comprensible que haya sido nuestro viaje, estábamos décadas detrás cuando preveíamos que si perdíamos nuestra ventaja, eso revelaría nuestro colapso, no nuestra sabiduría. Entonces, ¿qué se debe hacer?

En primer lugar, no más excusas para mi generación. ¿Eres joven? Si es así, pregunta a tus amigos de mayor edad, tus padres o abuelos - los que eran revolucionarios en sus valores, ideas y compromisos cuando tenían veinte, pero que no lo son ahora - padre, abuelo, ¿puedes honestamente decir que tu yo actual podría hacer razonar a tu yo de juventud? ¿Está tu viejo yo logrando más para los demás? ¿Es tu yo en la vejez más admirable?

Lo que se ha perdido por el movimiento generacional de joven a viejo supera ampliamente lo que se ha ganado, sobre todo si tenemos que admitir que no tuvimos que echar por la borda la inteligencia para ganar la paciencia. Si habríamos retenido la inteligencia, nuestra paciencia sería mucho más valiosa.

En 1968 la organización revolucionaria juvenil, el Meteorólogo, tenía un sucinto credo: ‘El País es un asco. Patea traseros’. No era sabio como para durar toda la vida. Pero para la mayoría de la gente que estuvo activa hace cuarenta y cinco años, incluso en organizaciones escandalosamente juveniles como El Meteorólogo, las motivaciones y percepciones que nos llevaron a llamarnos revolucionarios eran sólidos. Eran el bebé que no debía haber sido echado por la borda con el agua del baño.

Nos dimos cuenta que cuando las instituciones de nuestra sociedad trabajaron más positivamente, la alienación, la privación de derechos, la desigualdad, la mala dirección de las energías, la violación de la tierra y el cielo, la negación del potencial humano, y la indignidad rampante eran endémicas. Cuando manifestaron lo peor incluía, pobreza grotesca, violencia antisocial rampante, vil racismo, epidemia de violaciones, tiendas de trabajo esclavo, hambre internacional, epidemia de enfermedades prevenibles, escuadrones de la muerte y guerra.

¿Eran estas listas de males, sólo palabras para nosotros? No, fuimos más allá, de saber que estos males existen a oponernos activamente.

Cuando éramos jóvenes, las instituciones culpables eran de propiedad privada de los medios de producción, la competencia del mercado, la familia nuclear patriarcal, jerárquica, un gobierno coercitivo, el racismo y la intolerancia en todas sus formas. Entendimos que mitigando el dolor de estas instituciones al conseguir reformas limitadas inmediatas, era un objetivo positivo a corto plazo. Pero también comprendimos que el objetivo final para cualquier persona verdaderamente preocupada por el bienestar humano, tenía que ser creando nuevas instituciones que podrían facilitar la producción social, el consumo, la distribución, la procreación, la socialización, la celebración y la administración no sólo para el beneficio de unos pocos, pero compatible con las más humanas y justas aspiraciones de la mayoría.

Buscamos nuevas formas de organización del trabajo, del consumo y la decisión de quien tenía derecho sobre qué partes del producto social.

Celebramos el potencial humano.

Nosotros preveíamos personas reales, como nosotros, que se conduzcan social y humanamente en ambientes que facilitaran esas opciones.

Buscamos nuevas formas de organización del trabajo, del consumo y la decisión de quien tenía derecho sobre qué partes del producto social.

Favorecimos a los hombres y mujeres de parto y crianza y padres de las nuevas generaciones, sin adoptar papeles misóginos y actitudes jerárquicas.

Nos imaginamos un mundo en el que los seres humanos respeten su hogar natural y sean cuidadores conscientes de su riqueza y belleza.

Hemos deseado justicia en el reparto y en todas las circunstancias.

Queríamos que las diferencias biológicas y culturales se celebraran de formas que generen un creciente conocimiento de nosotros mismos y de nuestros entornos naturales.

Creíamos que las personas podrían comportarse con conciencia social y solidaridad mutua, no porque deban someterse a una transformación sobrenatural de nuestra naturaleza, sino por virtud de haber nacido y prosperar en entornos respetuosos, dignos, iluminados e inspiradores.

Y en todo esto éramos perfectamente sensibles. Y más allá de informar nuestros puntos de vista, tomamos nuestra pasión a las calles.

No había nada de malo en estas cosas hace cuarenta y cinco años, y de hecho, sabemos más ahora de los tipos de cambios que se necesitan y sobre los obstáculos perniciosos. Entonces, ¿qué sigue?

Bueno, no es que los ancianos con mentes que aún funcionan deben correr gritando "revolución ahora" o "el país es una mierda, patea traseros". Pero hay una diferencia considerable entre: (a) tener la cabeza enterrada en la arena y no hacer nada para mejorar el mundo, (b) trabajar por cambios de valores, pero con el enfoque en una sola de las reformas inmediatas que se busca, y (c ) trabajar por cambios inmediatos mientras se centra también en las soluciones a largo plazo.

Nuestro compromiso para revolucionar en última instancia todos los aspectos de la vida debería afectar cómo definimos nuestras campañas inmediatas e informamos lo que enfatizamos cuando organizamos, escribimos, hablamos y enseñamos. Debería ayudarnos a elegir qué ideas transmitir y qué compromisos provocar.

¿Esto ha sido cierto para el activismo de hoy - y por décadas? ¿O la ausencia de compromisos compartidos a largo plazo debilitó, no sólo nuestras perspectivas de organizarnos provechosamente hacia objetivos distantes, sino también a nuestros esfuerzos a corto plazo para reducir el dolor de hoy?

Mi generación tiene una excusa para la pasividad relativa. Una mala. Ciertamente, no se podía aplicar algunos años antes. Pero, en este momento, es una excusa ciertamente. La sangre cansada. El crujir de las articulaciones. Memoria disipada. Pero ¿qué pasa con los jóvenes de hoy?

¿Al  activismo de hoy le falta información, visión revolucionaria compartida  y sostener un compromiso revolucionario, incluso entre los jóvenes? ¿Está el activismo de hoy demasiado estrechamente informado? ¿Demasiada rara vez incorpora el tipo de lógica, solidaridad y espíritu capaz de mantener la participación a largo plazo? Algunos pueden decir, no, eso es una tontería. Deja de criticar lo que no entiendes. Tenemos todo.

¿En serio?
Piense hace cinco, diez o quince años. Piense en todos esos eventos y campañas. Pregunte, ¿están todas las personas de entonces involucradas, ahora? ¿Son más conscientes, más comprometidas y mejor organizadas que durante la segunda semana de su actividad inicial? Las respuestas deben ser respetadas. Son de suma importancia. Si un movimiento no está ocupado naciendo, está ocupado muriendo.

Del mismo modo, ¿son los movimientos actuales a menudo demasiado estrechos en su enfoque, demasiado carentes de profundidad respecto a los objetivos, y demasiado limitados en su apelación espiritual y moral para atraer un apoyo amplio y duradero? ¿Hablan con la mayoría de personas de una manera que esas personas puedan relacionarse? ¿Cómo podemos responder a preguntas como éstas?

La docilidad crece en los jardines de la desesperanza.

Bueno, podemos mirar alrededor. Los Movimientos atraen un amplio y duradero apoyo - no cientos, ni miles, ni siquiera decenas de miles, sino millones de personas. ¿Y el apoyo inicial para los movimientos no dura una semana, un mes o un año, sino durante una década y luego décadas? Una vez más, las respuestas deben alimentar nuestras decisiones.

Aún más preocupante, ¿nuestros movimientos celebran su falta de visión a largo plazo, su falta de aliento, de enfoque,  de audacia y pasión, por no hablar de su falta de capacidad para conversar con los ciudadanos normales, como si estas carencias fueran virtudes?

En el plano de los sentimientos, las emociones y la conciencia - ¿los proyectos de  hoy en día, con demasiada frecuencia no logran contrarrestar y, a veces incluso, fortalecen la creencia de que nada de lo que la sociedad actual ofrece es lógicamente posible. O, si es lógicamente posible no será, sin duda, nada mejor que se pueda lograr?

Si una persona cree que poco más de lo que ahora soportamos es posible o alcanzable - y casi todo el mundo tiene ese depresivo punto de vista - ¿entonces no está él o ella siendo razonable al rechazar intentar algo más? La docilidad crece en los jardines de la desesperanza.

Mi generación sufre de pasividad basada en la desesperación de los 65. Eso es bastante malo. Pero muchos jóvenes hoy en día parecen sufrir esta misma enfermedad a los 20. Ellos prematuramente se encierran en la casa de gente mayor en la universidad, que es diferente que la casa de gente mayor en el centro de la ciudad, principalmente por el volumen de alcohol consumido y el número de condones utilizados, pero no por la audacia de los pensamientos y obras. Lo siento jóvenes, pero en cuanto a las aspiraciones y acciones revolucionarias - esto es cierto para la mayoría de ustedes, sino todos ustedes, ¿no es así? Pero si usted no es un activista, no es su culpa, es culpa nuestra - mía y de mi generación, y de los activistas más jóvenes también.

Proyectos de activistas jóvenes y viejos, muy rara vez transmiten una amplia comprensión de las causas sistémicas de los problemas de hoy. Casi nunca ofrecen alternativas institucionales positivas que impulsen la esperanza y mantengan la motivación. Debido a estas limitaciones, nuestros esfuerzos  ven a personas distintas de nosotros mismos, como si estuviéramos marcando tiempo o postura mientras permanecemos impotentes. Nuestras palabras y acciones no contrarrestan el cinismo profundo del ciudadano medio - que, por supuesto, es precisamente lo que debe ser contrarrestado para lograr algo importante y duradero. Por eso la proliferación y diversificación de viejos hogares donde viven cínicos en abundancia.

Una izquierda a la que valga la pena unirse debería estar luchando vigorosamente por ganancias inmediatas que puedan aliviar el sufrimiento y promover la dignidad y la justicia inmediata. Debemos buscar una semana laboral de treinta horas con sueldo completo, empleo pleno, control real de la comunidad a la policía, un programa integral de vivienda, un programa de atención de la salud humana, un rico programa pre-escolar y de educación pública, un salario digno y real, reformas electorales que empoderen a todos los ciudadanos y reste poder a los ricos, una política exterior no intrusiva, trabajadores y derechos comunitarios sobre la avaricia corporativa, y muchos otros beneficios. Pero en la consecución de todos estos objetivos, hay que aclarar y comunicar no sólo cómo estos cambios inmediatos serían valiosos por sí mismos, sino la forma en que sería enormemente más valioso si estuvieran unidos entre sí como parte de un proceso integral para alcanzar una nueva sociedad, cuyo amplio carácter trazamos en un lenguaje claro y razonablemente conciso, y cuyos detalles evidenciamos, refinamos, y evolucionamos por nuestra práctica.

Nosotros, en nuestros lugares de trabajo, barrios y escuelas necesitamos echar por la borda la timidez, la actitud defensiva, y ese pensamiento juvenil o irresponsable que ha colonizado nuestras mentes y nuestros hábitos. Necesitamos reemplazar toda esa basura con declaraciones audaces, honestas y francas. Nuestros países necesitan la revolución más profunda y amplia de la historia. Las personas de buena voluntad y visión clara deben producir visión, poniendo a prueba la estrategia, el programa de aplicación, la construcción de alianzas y organizaciones, ganando demandas inmediatas y convirtiéndolas en un mayor poder para conseguir aún más victorias en una trayectoria continúa de cambio.

Tenemos que decidir lo que queremos. Tenemos que vivir y luchar por ello.

Tenemos que decidir lo que queremos. Tenemos que vivir y luchar por ello. ¿En un mundo como el nuestro, como podía ser de otra manera?

Finalmente - Si lees esto y piensas para ti mismo, oh, está bien, seguro, pero "¿dónde está lo importante? ¿Por qué no se trata de nuestro momento actual? ¿Por qué no sobre la batalla que se libra en este momento en Ferguson y la violencia policial, o sobre la lucha por la vivienda, o sobre el Medio Oriente"?- entonces, con respeto, te sugiero que tú eres el que necesita pensar más en ello.

La pregunta que debemos hacernos hoy no es por qué esto es tan amplio, sino ¿por qué no son las innumerables luchas concretas sobre la que la gente habla sin parar,  acerca de las que se escribe interminablemente, y que contribuyen interminable y magníficamente, pero que se centran en su concepción y ejecución casi exclusivamente en el corto plazo, con una visión relativamente estrecha, en lugar de que se libren a la luz de una trayectoria de cambio más general que trascienda todas las luchas individuales?

¿Hay un Tweet sucinto que sirve como resumen? No me gusta la idea, pero tal vez este:

Es políticamente sabio buscar la revolución mientras se lucha, también, por victorias inmediatas.

Y este: Es políticamente ingenuo y hasta ignorante perseguir un problema único, un horizonte a corto plazo, activismo.

O este: No lograremos más si no buscamos más.

O este: No lograremos nada si no logramos todo.


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