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País Videla

| Foto: EFE (referencial)

Publicado 14 agosto 2017



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Empezaron con los despidos, reprimieron, echaron científicos, cerraron fábricas, le quitaron los remedios a los viejos, le quitaron las pensiones a los discapacitados, te robaron el fútbol, nos trataron de grasas, de negros, de “les hicieron creer” tal cosa. 

Lo sabemos, lo vivimos, lo leímos, lo aprendimos en la escuela: en marzo de 1976 un grupo de milicos se llevó puesto el gobierno constitucional e instauró un régimen de un terror nunca visto: desaparecieron 30 mil personas, eliminaron las conquistas sociales, robaron bebés, casas, empresas, prohibieron libros, películas, incendiaron teatros, nos metieron en una guerra absurda, hubo miles de exiliados. Con el tiempo fuimos identificando cómplices y la llamamos “Dictadura cívico, militar, eclesiástica”. Corrió mucha sangre. Un día volvió la democracia. Supusimos que la habíamos conquistado a fuerza de nuncamases, de rondas en la Plaza, pero tal vez volvió sola, como un perrito perdido, como ese pantalón que ya no nos quedaba y porque adelgazamos pudimos volverlo a usar, como a quien lo cambian de empresa de celular porque a la que tenía, la compró otra más grande.

O porque ciertos poderes encontraron una forma de democracia que les quede más cómoda que las dictaduras.

Me dirás que estás podrido de escuchar este cantito. No te pudrís de escuchar otros cantitos, fúnebres, a veces.

Hace dos años convivo con otra persona. Se llama Angustia. Me levanto y está ahí. Camina por la calle conmigo. Viaja en el colectivo sentada a mi lado. Se cepilla los dientes conmigo. Angustia de pensar cuánto se perderá hoy de lo que teníamos, cuánto más durará este reino de injusticia y de mentira. Cuánto peor estaremos hoy. Angustia de saber que ese tipo sigue allí, y no importa lo que diga o lo que haga, que te robe con una sonrisa y camisita, que use a su hija de tapa de Anteojito, no importa. No te importa, pero antes sí te importaba lo que decía ella.

Hace dos años votaste una ilusión. Te dijimos que iban a ajustar, como ajustó la dictadura de la que no querés enterarte. Como hizo Menem, que era esto mismo, pero no querés saber. Te dijimos que iban por los trabajadores, por la educación, por tus derechos. Te dijimos que iban a reprimir las protestas, que el modelo no cerraba sin represión. Hasta el hartazgo. No creíste. No miraste ni siquiera de lo que te habían llenado las manos.

Te dejaste llevar por lo que decían los medios. Les creíste todo sin aduana. “Se robaron todo”, te dijeron los ladrones de carrera, los cómplices cívicos de la dictadura, los ladrones de Papel Prensa. Como no te importa lo que ocurrió en la dictadura, no supiste ver, no sentiste el dejá vu, “cuando no recordamos lo que nos pasa, nos suele suceder la misma cosa”, dice la canción. Claro, cuando no recordás, nada sucedió antes. Te mintieron y no es que lo hayas creído, sino que elegiste creer la mentira, eso de que la primera explicación es la definitiva, que la idea más fácil es la verdadera. Porque la mentira facilita la inequidad. Votaste a los que se fueron en el 2001 dejando más de 20 muertos en la Plaza ¿Qué te hizo creer que esta vez lo harían bien? Pero los muertos en la Plaza tampoco te importaron, pese a que no había pasado hace tanto. “Cambiemos”, te dijeron. Que es como decir “Borrate la memoria y dejanos hacer aquellas cositas que la memoria impide”.

Y cambiaste.

Empezaron con los despidos, reprimieron, echaron científicos, cerraron fábricas, le quitaron los remedios a los viejos, le quitaron las pensiones a los discapacitados, te robaron el fútbol, nos trataron de grasas, de negros, de “les hicieron creer” tal cosa. Encarcelaron una dirigente social sin motivo y la mantienen presa pese a todos los reclamos de organismos internacionales. Negaron el terror de la dictadura. Vos mirabas para otro lado. Tal vez, con suerte, por mirar para tantos otros lados, terminabas por mirar para el correcto, pero no. Ajustaron, te aumentaron la luz, el gas, el agua, la nafta mil por ciento, y te dicen que “todavía falta aumentar más”, y te creíste los argumentos. Se supo que robaban, acaso también, pero ese robo no te preocupa. Presidentes, primeros ministros de todo el mundo cayeron por estar vinculados a los Panamá Papers. Pero acá no. Vos, preocupado por Hotesur. Una justicia corrupta y aliada hizo lo suyo. Vos repetís que no tiene nada que ver, porque lo dice la tele.

Dos años, dije. Se tratará de soportar. Dos años y otros dos años de retirada elegante o tierra arrasada. Tengo 51, me banqué la dictadura en el secundario. Me banqué a Menem en el ’89. Muertos de hambre lo reeligieron en el ’95. Me encerré hasta que se fue en el ’99, mientras dibujaba esperando que el temporal termine. No me permitía ningún progreso, porque era hacerse usufructuario de ese régimen y alejarme de los que sufrían.

No hay derecho a que tenga que soportar otro horror.

Quieren que labures doce horas, que no tengas vacaciones, que te puedan echar sin indemnización, que seas un esclavo. Te prometen un ajuste mayor. Y lo van a hacer. No te importa.

Aunque tengas que pagar por el fútbol. Aunque ya no puedas hacerte la casa. Aunque a tus hijos ya no les den netbooks.

Y ahora los votaste de nuevo.

Me pregunto qué te importa.

Que te maten de hambre, que te echen, que te desaparezcan, no importa ¿por qué siempre pensás que eso le va a pasar al otro, que vas a estar a salvo, que el muerto algo habrá hecho?

¿Cómo pensás que es la cosa, que el muerto de hambre, tiene que morir, no importa que sean millones, para que empiece una nueva y promisoria etapa en la Argentina? Y el que no se muere de hambre, que se muera de bala, de picana, de cualquier cosa, porque es necesario fundar no sé qué en el país, y porque así muere el que no quiere morir de hambre, o que el otro no muera de hambre. ¿Y cuándo el hambre lo sientas vos? ¿Qué cosa te hace ansiar esa idea de país que jamás funcionó en ninguna parte del mundo?

¿Quién te metió en la cabeza eso de que, como ciudadano, sos socio de un sacrificio perpetuo?

Porque la dictadura “vino”, “sucedió”, “ocurrió”, así como se fue luego. Este país juzgó a los criminales. Esta gente los quiere liberar. Y vos los votás.  Pero ahora no es algo que “vino”, “sucedió”, “ocurrió”: elegiste vos. Ya no es Videla, sos vos. Vos querés hambre, impunidad, vos querés desaparecidos. Sos cómplice. Ahora es tu dedo el que está en el gatillo.

Ahora vos sos Videla.

Y no quiero vivir con vos.

Millones de Videlas caminando por la calle, trabajando, yendo al cine, teniendo hijos, comprando fruta acá a la vuelta, haciéndose un asadito. Millones.

O tal vez creés que legitimás la mentira: la tele te dice que De Vido o Boudou son ladrones. En la Justicia no se prueba y pensás –la tele piensa por vos- que está mal, que la Justicia tiene que ser un pelotón de fusilamiento. Entonces te creés que votando a estos tipos, De Vido y Boudou van a ser culpables. Que Maldonado no desapareció, que Milagro Sala robaba. Por fuera de toda norma legal. Por definición. Por decreto. Porque lo dice la tele.

Vamos a acostumbrarnos a vivir  -a convivir-  en un país en el que a la mayoría le parece bien que se hambree al pueblo, que se despida, que se reprima, que no sean 30 mil, que salgan libres los asesinos, que los niños puedan ser penados desde los 14 años, que una persona trabaje 12 horas por día y que no tenga vacaciones, ni obra social, que se desaparezca una persona como si nada, que se crea que alguien al que un medio acusa de un delito, ya es delincuente sin que medie la Justicia, que se entronice el “algo habrán hecho” como dogma, y encogernos de hombros diciendo que “lo votó la mayoría”. No hay mayoría que pueda avalar el crimen como forma de vida.

¿Vamos a acostumbrarnos?

Porque ya no sé para quién escribo, para quién dibujo, para quién dirijo mis cosas, a quién le revelo en la radio vidas de héroes ocultos, de revolucionarios, de próceres que dieron la vida por esta Patria, si después te vas a quedar con la explicación Billiken de todo.

Porque los dos años, ahora serán cuatro, así, de ajustes y súplicas de perdones. Y luego serán ocho. Me comieron demasiada vida los que son como vos. Voy para viejo soportando esto por la falsa promesa en la que creés.

¿Qué vas a decir cuando todo esto se caiga? ¿Te vas a mostrar asombrado diciendo qué te engañaron Lanata, Leuco, Mariana Mores, Majul, Susana Giménez? ¿Que sos inocente cuando bendijiste toda la sangre que vaya a ser derramada, que tanto inocente vaya preso?

Ya lo vimos cuando nos decían que no podían creer que no estuviéramos ganando en Malvinas, como decía la revista.

¿Qué vas a decir, que en definitiva, todos son lo mismo?

No somos lo mismo que vos.

Siempre supiste bien el juego de aceptar el guiño del progreso mientras ese progreso fuera precarizar al pobre.

Y fuiste Videla. Lo elegiste, lo votaste. Querías ser eso.

Porque no fuiste sorprendido. No es que no sabías, o no te importaba. Sos parte de esto, sos lo que nos gobierna.

Y “No vuelven más”, decís, mientras tu verdugo, de camisa azul y jean, afila sonriente la hoja de la guillotina y te explica lo que le duele hacer eso.


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