América Latina y el Caribe se encuentran a los bordes de un abismo. El abismo lleva por nombre guerra y armamentismo. El continuo ensañamiento del secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) contra el gobierno bolivariano de Venezuela no es fortuito y obedece a un plan que puede arrojar a la región toda a un espiral de degradación social.
Es materia conocida la función histórica con la que ha cumplido esa organización desde su fundación en 1948, en términos de alineamiento con los intereses geopolíticos de los Estados Unidos de América. Basta recordar el aval dado al golpe de Estado en Guatemala (1954), al golpe que derrocó a Salvador Allende en Chile (1973), al golpe militar en Brasil contra Joao Goulart (1964), a la invasión de Panamá (1964), República Dominicana (1965) y Granada (1983) en la que fue asesinado el presidente socialista Maurice Bishop.
Sin embargo, no es ocioso y sí sumamente instructivo para entender situaciones presentes, repasar en detalle algunos documentos históricos desclasificados por el Departamento de Estado de los EEUU, como la circular enviada el 18 de Febrero de 1954 (dos semanas antes del inicio de la X Conferencia Interamericana de la OEA y cuatro meses y nueve días antes del derrocamiento de presidente democrático Jacobo Arbenz) a “ciertas”oficinas diplomáticas. En ella, el Secretario de Estado Dulles explica que “el asunto del Comunismo en el hemisferio ofrece un caso testigo para mostrar si la relación (con las naciones latinoamericanas) es útil y efectiva. Obviamente si la OEA no asume una postura razonablemente fuerte en la cuestión, será necesario cuestionar la solvencia de las relaciones en la OEA.”
Para John Foster Dulles, derrocar a Arbenz era una cuestión casi personal, ya que además de secretario de Estado era accionista y miembro del consejo directivo de la United Fruit Company, cuyos negocios el gobierno guatemalteco quería “arruinar” mediante la Reforma Agraria.
En la conferencia de la OEA días después se acusó de pro-comunista a Jacobo Arbenz y fue aprobada la “Declaración de Solidaridad para la Preservación de la Integridad Política de los Estados Americanos contra la Intervención Comunista Internacional”. Con este antecedente formal, EEUU dio luz verde al general Castillo Armas, quien invadiendo desde Honduras en Junio de 1954 derrocó a Arbenz. Es remarcable que aquella conferencia fue realizada en la Caracas gobernada por el dictador Pérez Jiménez, a cuya caída siguió el excluyente Pacto del Punto Fijo (1958), que bajo la apariencia de gobernabilidad, habilitó que el duopolio de la social democracia (AD) y el socialcristianismo (COPEI) se repartieran el poder en los siguientes cuarenta años, excluyendo a toda fuerza de izquierda. De la cantera de esos partidos han surgido un importante número de cuadros que hoy, desde la Asamblea Nacional en desacato, reclaman desaforadamente una intervención extranjera en Venezuela.
El ex presidente dominicano Leonel Fernández en una conferencia en la misma sede de la OEA recordó cómo “en la Octava Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores, que tuvo lugar en Punta del Este, Uruguay, en enero de 1962, se indicó que como consecuencia de la identificación de Cuba con la ideología marxista-leninista y el socialismo soviético, lo que se consideraba antagónico con la Carta de la Organización de Estados Americanos, se decidió excluir al gobierno de Cuba de su participación en el sistema interamericano.” Más aún, se determinó que “la adherencia de cualquier miembro de la Organización de Estados Americanos al marxismo-leninismo es incompatible con el sistema interamericano y el alineamiento de tal gobierno con el bloque comunista rompe la unidad y la solidaridad del hemisferio”.[1]
En esa misma ocasión, Fernández puntualizó como la OEA fue utilizada con el propósito de legitimar la invasión norteamericana de la República Dominicana en1965, simulando una acción de carácter multilateral, para lo cual se constituyó por primera y única ocasión, un organismo político y militar conocido como Fuerza Interamericana de Paz. Aquella acción – ciertamente reñida con los principios declamados por la Carta de la Organización, tenía por objeto impedir que el presidente democráticamente electo Juan Bosch, pudiera retomar su cargo, luego de haber sido derrocado dos años antes.
#EEUU invadió a República Dominicana con tanques de guerra por más de 48 horas en 1965 ¿Qué hizo la #OEA? https://t.co/e9CQSoLFAU pic.twitter.com/PmRF4O2Njm
— teleSUR TV (@teleSURtv) 28 de marzo de 2017
A los demás encubrimientos ya mencionados, se sumarían en los años 80 la inmovilidad de la OEA frente a la guerra financiada e instigada por los mismos EEUU contra el sandinismo triunfante en Nicaragua. Aquí la estratagema utilizada fue el desfinanciamiento intencional del organismo por parte de la administración Reagan.
En ocasión de la Guerra de Malvinas, la OEA sacó una resolución el 29 de mayo de 1982 condenando el “injustificado y desproporcionado ataque del Reino Unido”, haciendo un llamamiento a los Estados parte a apoyar a Argentina y pidiendo a los Estados Unidos abstenerse de apoyar a Gran Bretaña en el conflicto.[2] Luego de que la potencia norteamericana obrase en contra de tal declaración de manera unilateral, no hubo condena ni pedido de expulsión alguna.
Tampoco se levantó la OEA contra las matanzas llevadas a cabo por el ejército fascista en Guatemala y El Salvador en el marco de su guerra contra las guerrillas sublevadas y los esfuerzos de paz finalmente eficaces provinieron del Grupo de Contadora, lanzado inicialmente por México, Colombia, Panamá y Venezuela, con el explícito rechazo de los Estados Unidos.
En 1989, los marines invadieron Panamá, para apresar a Noriega. El representante permanente de los EEUU ante la OEA, Luigi Einaudi, expresó dos días después del desembarco ante el Consejo Permanente de la organización que “invocar el principio de intervención en este caso, pondría a la OEA del lado de los dictadores y tiranos de este mundo, en vías de extinción”.
Tampoco entonces ningún secretario general del ministerio de las Colonias levantó la voz invocando “carta democrática” alguna.
Y no podría asegurarse que las cosas hoy fueran distintas, si se observa quién es el principal financista de la organización. Según datos propios, el Fondo Regular, de un total de 83,48 Millones u$ (2016) es cubierto en casi un 60% por los Estados Unidos. Otro 30% corre a cargo de sus socios menores Canadá, Brasil y México, aportando los restantes 30 miembros un 10% del presupuesto total. [3] Y es sabido que el que paga el baile, pone la música.
En vista de estos antecedentes inequívocos, queda claro que el plan actual de ataque contra la República Bolivariana de Venezuela apunta, una vez más, a eliminar todo foco de soberanía política o postura anticapitalista y a aumentar la gobernanza ilegítima del pretendido imperio norteamericano sobre la región, en detrimento de toda posible relación sur-sur, de toda integración regional autónoma o de alianzas económicas y geopolíticas globales multilaterales, que pudieran socavar el unilateralismo.
Más allá del estricto interés geopolítico, en el marco de la necesidad estadounidense de no perder más terreno en la competencia económica con China y otras naciones emergentes, el diseño de la actual ofensiva pareciera además cuadrarse con los requerimientos del complejo militar industrial norteamericano y en particular con las necesidades de su industria armamentista, una de sus principales fortalezas productivas.
#InjerenciaOEA | El golpe de Estado de #Guatemala en 1954 fue aprobado previamente por una resolución de la OEA https://t.co/e9CQSoLFAU pic.twitter.com/xXUFOqlmJD
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¿La OEA rinde cuentas a los designios de Almagro y de #EEUU? ¿Cuál es la conspiración que se gesta contra Venezuela? #LaOEAenVenezuela pic.twitter.com/oABaG36fjl
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