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Campaña de manifestantes en contra del TPP en Hawai el miércoles cerca de un hotel.

Campaña de manifestantes en contra del TPP en Hawai el miércoles cerca de un hotel. | Foto: Reuters

Publicado 12 agosto 2015



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Un amplio y diverso abanico de organizaciones que participan del activismo nivelaron el campo de juego en la lucha sobre la política comercial de Estados Unidos.

Por invitación de los Estados Unidos, 650 negociadores de 12 países, junto con numerosos grupos de cabildeo se reunieron en Hawai esta semana para finalizar la Asociación Trans-Pacífico (TPP), una iniciativa empresarial diseñada en gran medida para imponer una estructura de regulación favorable para los negocios en el 40 por ciento de la economía mundial. Cientos de manifestantes se manifestaron frente el Westin Resort and Spa en Maui, donde los negociadores deliberaron sobre el grado en que las empresas pueden demandar a los gobiernos en tribunales privados por obstruir sus esperados beneficios. La "verdadera intención" de estos tribunales, argumentó el economista ganador del Premio Nobel Joseph Stiglitz, "es combatir la salud, el medio ambiente, la seguridad, e incluso los reglamentos financieros destinados a proteger la propia economía y a los ciudadanos de Estados Unidos".

Mientras que esta reunión pone al TPP un paso más cerca de convertirse en ley, lo que oculta es una verdad fundamental y - contraintuitiva –. El Activismo ha generado una batalla mucho más competitiva y polémica que nunca hubiera ocurrido si las élites económicas realmente dominarían la elaboración de políticas. La lucha contra el TPP demuestra el grado en que la política de Estados Unidos es más dinámica y sensible a la presión popular que la híper-concentración del poder económico podía sugerir.

En primer lugar, hay que tomar en cuenta que es difícil que una sola pieza de legislación pueda atraer el apoyo apasionado de virtualmente todos los bloques de las élites económicas. Los que lideran este apoyo son la industria farmacéutica y Hollywood, Silicon Valley y la agroindustria, la Cámara de Comercio de Estados Unidos y la industria de los combustibles fósiles. Los CEOs de Wall Street y de la Asociación Nacional de Fabricantes encontraron causa común en la defensa del TPP. ¿Y por qué no? Como explicó el economista Dean Baker, "El TPP es esencialmente un pacto en el que la administración Obama invitó a representantes de la industria a escribir una lista de deseos y ver lo que podían imponer de las demás partes en el acuerdo".

En segundo lugar, este amplio apoyo de la industria coincidió con la defensa a pleno pulmón de las élites encargadas de proyectar el poder estadounidense en el extranjero. Desde la sórdida aparición pro-TPP de John Kerry en las instalaciones del contratista de guerra Boeing, hasta la reivindicación dirigida a captar titulares de Ashton Carter diciendo que "aprobar el TPP es tan importante para mí como construir otro portaaviones", los jefes del Departamento de Estado y del Pentágono promovieron el TPP como una manera de que Estados Unidos siga manteniendo su influencia en Asia. El ex-director de la CIA David Petraeus, quien presidió centros de tortura iraquí cuando era general del Ejército, sostuvo que "el destino del pacto comercial también está estrechamente relacionado con la seguridad nacional".

 

Además de estas élites, la mayoría de los grandes medios de comunicación y el propio Obama sirvieron como voceros altamente eficaces. Obama denunció a miembros disidentes de su propio partido y se asoció con los republicanos, invirtiendo una cantidad sin precedentes de capital político en presionar al Congreso para aprobar la legislación "Fast Track", un simple voto de  sí o no al TPP con un mínimo debate. Obama incluso indujo a Demócratas del Congreso con vuelos en el Air Force One y se comprometió a apoyar sus campañas de reelección.

Dado que el 0,1 por ciento más rico de los Estados Unidos posee casi tanta riqueza como el 90 por ciento de la parte inferior; ese 0,01 por ciento es responsable de más del 40 por ciento de la financiación de las elecciones federales; la densidad sindical se encuentra en su nivel más bajo en casi un siglo; los politólogos han concluido que "los ciudadanos comunes tienen" poca o ninguna influencia "sobre el proceso de elaboración de políticas"; y dos tercios de la población cree que el Gobierno Federal se ha convertido en un "grupo de interés especial que hará todo por sus propios intereses" - ¿pero cómo voto el Congreso sobre el Fast Track? Si el poder económico se traduciría más o menos uniformemente en el poder político, se podía esperar que la Cámara de Representantes votara a favor de la vía rápida (fast track) por, digamos, 400 a 20. Pero de hecho, la Cámara aprobó el Fast Track por un margen de tan sólo 218-208.

Dicho de otra manera, sólo 28 de los 188 demócratas de la Cámara, el 15 por ciento, votaron a favor de la iniciativa del presidente, lo que derrumba esa imagen del Partido Demócrata como un simple monolito controlado por las corporaciones. Sugiere que ejerciendo una mayor disciplina de partido, obstruir los objetivos de una empresa de coalición aparentemente imparable y sus facciones militares, es realmente factible. Después de todo, el TPP todavía debe ser ratificado por los varios parlamentos de los 12 países, entre ellos el Congreso de los EEUU.

La construcción de los puntos fuertes de la campaña contra el Fast Track pueden, en última instancia, conducir a la desaparición del TPP en los próximos meses. En primer lugar, a pesar de la parcialidad de los medios de comunicación social, el debate en torno al TPP es mucho más honesto e informativo que cualquier otra discusión relacionada con el comercio. Tome en cuenta que el economista y columnista del New York Times, uno de los más influyentes del país, Paul Krugman, quien apoyó el NAFTA en 1993 en consideración de la política exterior de "ayudar a mantener a los reformadores de libre mercado en el poder en México". Sostuvo que "la gente anti-Nafta estaba diciendo embustes maliciosos. Y el lado pro-Nafta dice pequeñas mentiras blancas".

En las primeras etapas del debate sobre el TPP, Dean Baker escribió en su blog tratando de corregir a Krugman respecto a la importancia del TPP, no como una herramienta para el comercio, sino para hacer cumplir las regulaciones pro-corporativas. Posteriormente Krugman argumentó en el Times que los "escépticos del TPP han estado, en resumen, más acertados que equivocados” mientras que "la administración, evidentemente, no siente que pueda hacer del tratado un caso honesto" para conseguir el acuerdo. El ex defensor del TLCAN Robert Reich y el arquitecto del TLCAN, Brad DeLong, expresaron similar oposición y preocupación.

En segundo lugar, la lucha contra el TPP ha envuelto a la gama más diversa y amplia de las organizaciones participantes de política comercial. Millones de grupos con fuertes raíces populares, incluyendo CREDO, MoveOn, RootsAction, y Just Foreign Policy unieron sus fuerzas con las organizaciones ambientales como 350.org y Sierra Club. Los grupos religiosos y cada sindicato nacional en el país se encontraban entre las miles de instituciones que se oponen al TPP. Campañas en línea compartieron millones de correos electrónicos, solicitudes de peticiones y mensajes en redes sociales, ayudando a impulsar un cambio en la opinión pública frente a una avalancha de desinformación impulsada por las corporaciones. Una encuesta del New York Times-CBS en junio mostró que una mayoría - 55 por ciento - se oponía al Fast Track.

En tercer lugar, tácticas para contactar a los Congresistas funcionaron efectivamente: El Representante Cedric Richmond (D-LA), por ejemplo, en un principio apoyó el TPP, pero al ser abordado por Obama le informó  que "la gente se ha puesto en contacto conmigo por cerca de siete u ocho meses, [y] el 100 por ciento lo han hecho pidiendo que vote no". Y añadió: "Le dije al presidente en la conversación que la suya era la  primera llamada pidiéndome que vote si". La cantidad de llamadas y correos electrónicos a los legisladores llevó a un significativo, aunque temporal, revés para el Fast Track.

Una coalición diversa sigue tomando el Congreso como una arena de lucha, explorando la posibilidad de derrotar a los partidarios del Fast Track en las elecciones primarias. De manera más inmediata los activistas están explotando las divisiones en el Capitolio mientras el TPP recibe los toques finales. Global Trade Watch señaló que 13 simpatizantes del Fast Track firmaron una carta instando al Departamento de Estado a no reclasificar con indulgencia el pobre récord de trata de personas de Malasia, un participante del TPP (el TPP no podría ser Fast Track con Malasia incluida, al menos que sea reclasificada) Otros asuntos, como las estrictas protecciones de patentes del TPP sobre medicinas para salvar vidas y la falta de regulaciones monetarias abren del mismo modo enfoques prometedores para romper un grupo relativamente pequeño de Demócratas.

A medida que el debate por el TPP se acerca a las elecciones primarias y en un contexto en el que los tres candidatos presidenciales demócratas expresan su oposición o dudan sobre el TPP, la cobertura política detrás de la iniciativa de un presidente saliente decaerá. Y mediante la participación de políticos, contra todo pronóstico, un movimiento de base amplia está demostrando que la democracia puede efectivamente prevalecer sobre el dinero.

**Keane Bhatt es un activista y crítico de medios con sede en Washington, DC


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