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La elección de Coahuila: lo que no debe ocurrir en la elección del 2021 en México
Publicado 3 noviembre 2020



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El pasado 18 de octubre se llevaron elecciones simultáneas en dos entidades federativas de México, Hidalgo y Coahuila, esta última con más de un siglo manteniéndose bajo el poder del partido hegemónico del viejo régimen: el Partido Revolucionario Institucional (PRI), mismo que se niega a morir en el territorio mexicano, aun cuando ha perdido popularidad y simpatía entre los ciudadanos por sus múltiples señalamientos de corrupción y mal manejo en sus diferentes Gobiernos.

Coahuila, un estado al noreste de la República mexicana que colinda con la frontera sur de Estados Unidos, cuenta con una población de poco más de tres millones de habitantes distribuidos en 38 municipios, además, es un estado industrializado y especializado en el sector automotriz.  La entidad se caracteriza en términos políticos como un bastión del PRI, partido que lleva gobernando casi 100 años y que preserva una organizada maquinaria electoral para sus distintas operaciones políticas, empleando un método particular en el "quehacer político”.

La entidad presenta ciertas peculiaridades en términos políticos, actualmente el Gobierno sigue operando por la mafia de la familia Moreira Valdez, quienes, a pesar de no contar con un miembro de la misma dentro de la estructura gubernamental, poseen el control del panorama estatal. Su dominio empieza desde en 2005 cuando Humberto Moreira gana la gubernatura del estado, suceso con el cual su familia comienza a dictaminar el ritmo político de Coahuila con una ambiciosa política social y clientelar que dejó como saldo una megadeuda. Sin embargo, al concluir heredó su mandato a su hermano Rubén Moreira para continuar el legado.

Una vez terminado el mandato de ambos hermanos, y buscando mantener control político, comienzan a relacionar distintos intereses para su cometido. Además, sus otros dos hermanos, continúan siendo una fuente de participación e injerencia en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación en la sede Coahuila. En las pasadas elecciones Álvaro Moreira Valdez quedó electo como diputado local en un distrito de la capital del estado (Saltillo), para continuar el cacicazgo Moreira.

El triunfo histórico de Morena en los comicios electorales de 2018, encabezado por el ahora presidente, Andrés Manuel López Obrador, es un suceso que marca el cambio en la relación política-electoral del país, incluyendo Coahuila. Se logró dilapidando las prácticas de operación política del viejo régimen, de movilización de estructura (acarreo, compra y coacción de voto), con base en el uso del recurso público, desmontando la injerencia del Estado mexicano en la imposición de candidatos antipopulares para ocupar la Presidencia de México.

Esto se logró gracias al peso y arrastre que Andrés Manuel López Obrador ocasionó en la población: la motivación de acudir a las urnas a ejercer el derecho al voto por sus convicciones y principios de cambio, aunado al hartazgo hacia los antiguos Gobiernos del periodo neoliberal y su clase política añeja; alimentando una gran participación electoral, con 62 por ciento del padrón de electores.

A dos años de este triunfo histórico, la reforma impulsada por el Gobierno de la 4T busca eliminar los vicios del régimen neoliberal en cuestión de procesos electorales y democráticos. Esfuerzos por estipular como delito grave el fraude electoral, la compra y coacción del voto. Prácticas usadas por décadas por el partido hegemónico del siglo pasado (PRI) en cada proceso electoral, son sobresalientes ante los ojos de la opinión pública. Sin embargo, las secuelas de estas prácticas siguen presentes en algunos rincones del país, como es el caso concreto de Coahuila, considerado como el último bastión priista de México -agregaría del mundo-, donde siguen prevaleciendo estas prácticas añejas para mantener vivo el status quo del Estado neoliberal.

A este lo conforman un excesivo uso del recurso público para la compra de votos y una estructura partidista vertical de operación política por manzana (principalmente en algunas colonias periféricas y del centro de cada municipio) encabezada por una figura concreta, muy conocida y denominada como “lideresa” (militante de partido generalmente mujer que coordina las actividades del partido en una manzana) que es la base del partido junto con la militancia. Por encima de la lideresa, dentro de la jerarquía organizacional, se encuentra un líder de colonia, escalando hacia el líder seccional, extendiéndose por un líder distrital (en la mayoría de los casos, funcionarios o diputados locales y/o federales) y finalizando con un comité municipal del partido. 

Este método de operación en teoría política es conocido como “línea de masas” y ha sido implementado desde la era del “moreirato”, desde el año 2005 por Humberto Moreira. Su experimento político fue la renovación del Congreso del Estado de Coahuila (periodo de tres años) y la gobernatura (periodo de seis años), en jornadas conocidas como “elecciones huérfanas”, porque no estaban acompañadas de elecciones federales (presidente, senador y diputados). Este experimento comenzó a implementarse en 2005 y tuvo como resultado la mayor participación de votantes en toda la historia de Coahuila, con una participación del 52 por ciento del padrón de electores. Desde entonces, el Partido Revolucionario Institucional se lleva “carro completo” como sucedió el pasado 18 de octubre en las elecciones para diputados locales, gracias a la eficacia de esta forma de organización deshonrosa y vulgar.

Con el paso del tiempo se perfeccionó el método de operación política, agregándose sectores con intereses “oscuros” en las pugnas electorales del Estado. Tal es el caso de las regiones en donde el crimen organizado, junto con la Policía estatal (Fuerza Coahuila) “armados hasta los dientes”, intervinieron para secuestrar paquetes electorales en la elección para gobernador en 2017, en la ciudad de Piedras Negras, al norte del estado, y del cual existe registro gráfico y visual en diferentes plataformas digitales.  De esta forma, las “elecciones huérfanas”, al paso de los años, se convirtieron en elecciones de Estado.

Era ingenuo pensar que con una reforma electoral se iba a detener el fraude y la compra del voto solo porque está estipulado en papel como delito grave. No se dimensiona que los intereses del Estado mexicano neoliberal están en juego en cada elección tanto local como federal desde el triunfo electoral de la 4T, como en el caso particular de Coahuila, de modo que los representantes del Estado neoliberal buscarán desestabilizar al Gobierno de la 4T por no compartir sus mismas ambiciones y sentirse bajo asedio en esta administración.

El partido político que representa los principios de la 4T y la lógica del Gobierno actual, Morena, no pudo combatir la operación política priísta en la pasada jornada electoral en Coahuila por circunstancias internas como las disputas entre los grupos por la dirigencia nacional que han conducido al desgaste de los militantes y a la judicialización de las problemáticas en los tribunales.

La dirigencia nacional de Morena soberbiamente cometió el error de asumir que lo sucedido en la elección de 2018 se replicaría en Coahuila, relajando su participación política y otorgando la responsabilidad a la militancia para las pasadas elecciones. Sin embargo, la actuación de Morena no solo fue terrible, sino vergonzosa, tirando por la borda el acompañamiento a sus candidatos –que reconozco, hicieron una labor titánica- sin ningún recurso propagandístico para hacer la campaña, junto con el abandono en el cuidado de las casillas, sumándole la emergencia sanitaria, el aumento de contagios de coronavirus en el Estado y el alto abstencionismo que ascendió a un 62 por ciento del padrón electoral, provocando una elección atípica y huérfana que posicionó la ventaja de la maquinaria electoral del Partido Revolucionario Institucional, sumando así la sexta ocasión en la que se consigue el “carro completo” para llegar a 18 años continuos repitiendo la misma historia en la renovación del Congreso local.

A pesar de todos los descalabros que tiene Morena como partido, en Coahuila se posicionó como primera fuerza de oposición, desbancando al Partido Acción Nacional, dejándolo en un oscuro tercer lugar. Morena obtuvo 20.3 por ciento de votación con el que logró colocar cuatro plurinominales de nueve para componer un congreso local de 25 legisladores.  

Lo sucedido en Coahuila envía un mensaje claro de que el neoliberalismo y sus prácticas políticas y electores repugnantes continúan existiendo a la orden del día.  Por lo tanto, no debemos de confiarnos en cara a la disputa electoral del 2021: “ni un paso atrás, ni para tomar impulso”.


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