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Para las personas judías de Israel, determinará el tono, el nivel de democracia, el estado de Derecho, la corrupción en la que viven; pero no hará nada para cambiar la esencia básica de Israel como un país colonialista.

Para las personas judías de Israel, determinará el tono, el nivel de democracia, el estado de Derecho, la corrupción en la que viven; pero no hará nada para cambiar la esencia básica de Israel como un país colonialista. | Foto: EFE

Publicado 8 abril 2019



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Se elegirán cien miembros del Knesset de entre opciones denominadas derechistas, izquierdistas o centristas, pero lo que tienen en común supera cualquier diferencia: ninguna tiene intención de poner fin a la ocupación.

Habrá un resultado cierto en las elecciones del martes: alrededor de 100 miembros del próximo Knesset [Parlamento] serán partidarios del apartheid. Esto no tiene precedentes en ninguna democracia. De 120 legisladores, un centenar; la más absoluta de las mayorías absolutas apoya el mantenimiento de la situación actual, que es el apartheid.

Con tal mayoría, en el próximo Knesset será posible declarar oficialmente a Israel como un Estado de apartheid. Con tal apoyo al apartheid, y considerando la durabilidad de la ocupación, ninguna propaganda podrá refutar la simple verdad: casi todos los israelíes quieren que el apartheid continúe. En el colmo de la chutzpah [insolencia], lo llaman democracia, a pesar de que más de 4 millones de personas que viven junto a ellos y bajo su control no tienen derecho a votar en las elecciones.

Por supuesto, nadie está hablando de esto; pero en ningún otro régimen del mundo hay una comunidad junto a otra en la que las personas residentes de una, denominada ‘asentamiento de Cisjordania’, tengan derecho a votar, mientras que las personas residentes de la otra, una aldea palestina, no lo tienen. Esto es el apartheid en todo su esplendor, cuya existencia quieren mantener casi todos los ciudadanos judíos y judías del país.

Se elegirán cien miembros del Knesset de entre opciones denominadas derechistas, izquierdistas o centristas, pero lo que tienen en común supera cualquier diferencia: ninguna tiene intención de poner fin a la ocupación. La derecha lo dice con orgullo, mientras que la centroizquierda recurre a ilusiones inútiles para oscurecer la foto, enumerando propuestas para una “conferencia regional” o “separación segura”. La diferencia entre los dos grupos es insignificante. Al unísono, la derecha y la izquierda cantan “dile sí al apartheid”.

Como resultado, estas elecciones no son importantes, ni mucho menos cruciales. Así que cortemos con la histeria y el patetismo sobre su resultado. No se avecina una guerra civil, ni tan siquiera una fisura. El pueblo (israelí) está más unido que nunca, dando su voto al apartheid. Cualesquiera que sean los resultados del martes, el país del ocupante seguirá siendo el país del ocupante. Nada lo define mejor, y todos los otros temas son marginales, incluyendo la campaña del partido Zehut para legalizar la marihuana.

Así que no hay razón para contener la respiración por los resultados del martes. La elección está perdida de antemano. Para las personas judías de Israel, determinará el tono, el nivel de democracia, el estado de Derecho, la corrupción en la que viven; pero no hará nada para cambiar la esencia básica de Israel como un país colonialista.

La extrema derecha quiere la anexión de Cisjordania; un paso que haría permanente en la ley una situación que ha sido permanente en la práctica durante mucho tiempo. Tal paso podría presentar una ventaja tentadora: por fin Israel se quitaría la máscara de democracia, y eso podría generar oposición tanto en el país como en el extranjero.

Pero ninguna persona de conciencia puede votar por la derecha fascista, que incluye a personas que abogan por la expulsión de la población palestina o la construcción de un Tercer Templo en el Monte del Templo [actual complejo de Al Aqsa] y la destrucción de las mezquitas allí, o que incluso sueñan con el exterminio. El partido Likud (supuestamente más moderado) del Primer Ministro Benjamin Netanyahu sólo desea mantener la situación actual, lo que significa un apartheid no declarado.

La centro-izquierda busca engañar; ni el [partido] Kahol Lavan ni el Laborista dicen una sola palabra sobre el fin de la ocupación, o incluso sobre el levantamiento del bloqueo a la Franja de Gaza. El partido de Benny Gantz tiene planes ambiciosos de hacer historia con una conferencia regional, y “profundizando el proceso de separación de la población palestina junto con el mantenimiento incondicional (…) de la libertad de acción del Ejército israelí en todas partes.”

Hacía mucho tiempo que no se escribía un documento semejante para encubrir la ocupación en toda su vergüenza. Y el Partido Laborista no se queda atrás. El paso más audaz que propone es un referéndum sobre los campos de refugiados que existen alrededor de Jerusalén, en el que sólo votarían los israelíes, por supuesto.

Y eso viene a sumarse a las ya muy gastadas declaraciones sobre los bloques de colonias, Jerusalén, el Valle del Jordán, y el cese de la construcción de colonias fuera de los bloques; lo que significa continuar con la construcción de colonias a toda máquina. “Caminos hacia la separación”, lo llama este partido, el hipócrita fundador de la empresa de colonización. Caminos hacia el engaño.

¿Paz? ¿Retirada? ¿Desmantelamiento de las colonias? No hagan reír a la izquierda sionista. Y no queda mucho más, dos boletos y medio: los flecos de Meretz y Hadash-Ta’al, que apoyan una solución de dos Estados −ese tren tambaleante que ya abandonó la estación− y Balad-Lista Árabe Unida, que está más cerca de abogar por la solución de un solo Estado −la única que queda.

A votar por el apartheid.

*Artículo original publicado por Gideon Levy en Haaretz.

Traducción: María Landi.


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