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Busquemos a los jefazos sicarios y no a los sicarios que se delatan solos.

Busquemos a los jefazos sicarios y no a los sicarios que se delatan solos. | Foto: Agencias

Publicado 12 julio 2021



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Cuando fueron capturados, sus excusas fueron variopintas: unos trabajaban como traductores; otros, como guardias de seguridad

El 07 julio, un comando de 28 –o más- mercenarios asesinó a Jovenel Moïse, presidente de Haití. Desde entonces, llevamos cuatro días atiborrados por los medios con todo tipo de detalles sobre el magnicidio. ¿Todo tipo? No todo puesto que nadie se atreve a señalar a los autores intelectuales, quizá porque hay muchísimos. Pero, hoy, lo nos preguntamos que, si los asesinos son milicos-paramilitares colombianos (perdón, no distingo nada bien la diferencia entre paracos y milicos) salpimentados con un par de gringo-haitianos, ¿quién les pagó?

Tuvo que ser una empresa especializada en el chalaneo con los que antes se llamaban soldiers of fortune, serial killers, esbirros, sicarios o mercenarios y ahora son encubiertos con el ridículo eufemismo de contratistas. Unos pocos creerán que este cambio de etiqueta simboliza la privatización de la guerra, heraldo de neoliberalismo y bla bla bla. Olvidan que mercenarios los ha habido desde que el mundo es mundo. Y los seguirá habiendo como se comprueba cuando el Pentágono cacarea que se ha retirado por enésima vez de Irak o  Afganistán o etcétera y lo que realmente ha hecho ha sido sustituir a los soldados ‘estatales’ por contratistas alquilados a empresas como Academi, antes Xe, antes Blackwater -es posible que hoy no se llame Academi sino que dispare con un cuarto o quinto nombre de  empresa pero siempre manteniendo su esencia: un ejército privado con miles de contratistas armados hasta los dientes.

Que esta gentuza sea colombiana o albano-kosovar, es lo de menos. Esta vez les ha tocado a los paracos y/o milicos colombianos quienes, dicho sea de paso aunque es banal y anecdótico, han actuado con sorprendente descuido: han viajado de Bogotá a Punta Cana (Rep. Dominicana) con sus nombres reales y han cruzado a Haití por la frontera de Carrizal mostrando sus auténticos pasaportes. Es más, hasta se han hecho selfies delante de monumentos dominicanos como el palacio presidencial o el monstruoso Faro a Colón. Pero no debemos extrañarnos: acostumbrados a la impunidad absoluta, creyeron que Haití era una provincia colombiana –algo de eso, hay.

Uno de los magnicidas delante del Faro, de uno de los mazacotes más feos del planeta.

El chismorreo es incesante, pero, si coinciden la vicepresidenta de Venezuela, un par de diarios de Miami y algunas publicaciones secundarias pero serias, es posible que sea cierta su versión del magnicidio. Si, a falta de otras informaciones, nos la creemos, la copiamos sin más: parece ser que el dueño de la empresa (cf. infra, Counter Terrorist Unit Federal Academy LLC) que contrató a los asesinos es amigo del Guaidó venezolano.  Que les pagaba entre 2.700 y 3.000 us$ - ¿semanales o por su aventura suicida? - y que, antes de ella, descansaron tres meses en el Caribe.

Cuando fueron capturados, sus excusas fueron variopintas: unos (Solages y V. Joseph) trabajaban como traductores; otros, como guardias de seguridad; muchos juran y perjuran que no querían matar a Moïse, sino sólo secuestrarlo; uno dice que es “agente diplomático certificado” y defensor de los niños. No comment again. Pero, de sus voluminosos curricula de asesinatos extrajudiciales, nadie sabe nadie contesta.

Y, en esta fecha, la pregunta del millón sigue siendo: ¿por qué no resultó herido ni un solo miembro de la seguridad presidencial? Extraño, ¿no? Y aún más extraño es que no huyeran hacia la frontera –algunos fueron arrestado en el mismo barrio del magnicidio. Ante esta tormenta de profundas complicidades ignotas, es lógico que algunos pontifiquen con una perogrullada: que “algo salió mal”. Evidente, en especial a  Moïse y también a los sicarios que fueron asesinados in situ o después de haber sido detenidos.

J.A. Domínguez D. nos ha recordado que “El ex ministro de defensa colombiano, y ex embajador de ese país en EEUU, Juan Carlos Pinzón, cuando [en 2012], recién comenzaban las negociaciones de paz con las FARC-EP sacaba pecho sobre la exportación de militares colombianos a todo el mundo para roles de mercenarios.

Pinzón decía que “Colombia se está convirtiendo en un exportador de seguridad, con ello busca contribuir a la estabilidad de nuestra región, América Latina, así como a la paz global… Tenemos unas Fuerzas Armadas entre las más profesionales del mundo, con un nivel de entrenamiento alto en todos los campos que tienen que trabajar, muy apreciadas a nivel internacional… Hay que seguir con esa experiencia”. Había que dar salida al prurito homicida de milicos, paracos, narcos, etc. El entorchado traficante de esclavos y de armas, debe estar contento; sus planes se están cumpliendo –pese al revés de Haití.

Busquemos a los jefazos sicarios y no a los sicarios que se delatan solos. Vayamos de una vez al grano: la empresa que está detrás del magnicidio es:

CTU Security LLC, 7950 NW 53rd St, Miami, FL 33166, teléfonos 786 286 8253 y 786 201 1829.

Propietario: Antonio Enmanuel Intriago Valera. Registrada en 2008. Website:www.ctusecurity.com

En exactamente esa misma dirección están registradas 225 empresas.
Tony Intriago Sr. Inscrito como votante en el Consulado de Venezuela en Miami.
Detalles de sus empresas.

No sabemos si esta CTU es autónoma o es filial de Academi o de cualquier otra transnacional del crimen. Y poco nos interesa saberlo. Es probable que haya sido contratada por el gobierno o el ejército de Colombia y por los EEUU. Y menos sabemos quiénes son los oligarcas gringo/caliches que deseaban asesinar al presidente Moïse. Hasta es posible que el occiso fuera bienquerido por unas familias y detestado por otras. No sería extraño puesto que su política era condescendiente con todos los poderosos –pero, ay, con unos más que con otros.    

Ahora, hasta los futbolistas millonarios tienen aspiraciones metafísicas. CTU no se quiere quedar a la zaga y, en su website, proclama su ideología o su filosofía: “Almost two years ago, we published our post on Blue Lives Matter. Today, we have to talk again about the importance of the lives of the good police, but we see with concern that black communities continue to be abused by individuals who still do not understand that this nation of justice and opportunity”. En cristiano: ‘hace dos años que iniciamos la campaña Blue Lives Matter y ahora estamos preocupados por las vidas de los policías buenos y nos aflige que haya abusos contra los negros por individuos que todavía no entienden que esta es una nación de justicia y oportunidad.’ No comment. Y añade en castellano: “Como representante de grandes e importantes fabricantes de dispositivos de seguridad y protección en todo el mundo, nuestro objetivo es ofrecer productos y servicios personalizados de primera clase a las fuerzas del orden y las unidades militares, así como a los clientes industriales”.

Dicho sea todo ello, debemos hacer algunas precisiones: a) en el plano operativo, pudiera ser que los sicarios no dependieran sólo de CTU –en el plano político-financiero, obviamente los hilos eran movidos por más altos poderes. b) nos irrita que hayamos tenido que buscar a CTU cuando debería haber aparecido en las primeras noticias. c) busquemos en las páginas económicas y en los registros mercantiles –y menos en las de Opinión. d) y ojalá que la próxima canallada de los contratistas de CTU o de cualquier otra mafia asesina, sea conocida en titulares; es más difícil que nombrar a los matones –son tan brutos…- pero mucho más informativo.

Los magnicidas tienen más suerte que sus víctimas en Colombia. A ellos, les hacen fotos cuando están vivos. Por cierto, ¿no disponían de armas pesadas? 


teleSUR no se hace responsable de las opiniones emitidas en esta sección

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