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Una nube de hongo crea olas alrededor de una hora después de que una bomba nuclear fue detonada sobre Hiroshima, Japón, 06 de agosto de 1945.

Una nube de hongo crea olas alrededor de una hora después de que una bomba nuclear fue detonada sobre Hiroshima, Japón, 06 de agosto de 1945. | Foto: EFE

Publicado 11 agosto 2015



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La caída de bombas y la amenaza explícita de volverlo a hacer es un delito que ha dado a luz a una nueva especie de imperialismo.

El 6 y el 9 de agosto millones de personas conmemoran el 70 aniversario de los bombardeos nucleares de Hiroshima y Nagasaki con eventos en todo el mundo. Algunos celebran el reciente acuerdo en el que Irán se comprometió a no buscar armas nucleares y a cumplir con el Tratado de No Proliferación, requisitos no impuestos a ninguna otra nación.

Sin embargo, aquellas naciones que tienen armas nucleares están violando el TNP al no desarmarse o dejando de construir más (Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China, India), o se han negado a firmar el tratado (Israel, Pakistán, Corea del Norte). Mientras tanto, nuevas naciones están adquiriendo energía nuclear a pesar de poseer una gran cantidad de petróleo y / o algunas de las mejores condiciones para energía solar en la tierra (Arabia Saudita, Jordania, Emiratos Árabes Unidos).

Misiles nucleares que contienen más que todo el poder de bombardeo de la Segunda Guerra Mundial en una sola bomba están apuntando a miles de personas en Rusia desde los Estados Unidos y viceversa. Tan solo 30 segundos de locura de un presidente de Estados Unidos o Rusia podría eliminar toda forma de vida en la tierra; todo el tiempo, los Estados Unidos está jugando juegos de guerra en la frontera de Rusia. La aceptación de esta locura como una rutina normal es parte de la continua explosión de esas dos bombas, iniciada hace 70 años y rara vez entendidas correctamente.

La caída de las bombas y la amenaza explícita de volverlo a hacer es un delito que ha dado luz a una nueva especie de imperialismo. Los Estados Unidos han intervenido en más de 70 países (http://thirdworldtraveler.com/Blum/US_Interventions_WBlumZ.html), más de uno por año desde la Segunda Guerra Mundial, y ahora han llegado al punto de partida al volver a militarizar Japón.

La historia de la primera militarización estadounidense de Japón fue llevada inicialmente a la luz por James Bradley. En 1853 la Armada de Estados Unidos obligó a Japón a abrir sus puertas a los comerciantes, misioneros y el militarismo estadounidense. En 1872 el ejército estadounidense comenzó a capacitar a los japoneses en cómo conquistar otras naciones, con un ojo puesto en Taiwán.

Charles Legendre, un general estadounidense que entrenaba a los japoneses en los caminos de la guerra, propuso que se adopte una Doctrina Monroe para Asia – es decir, una política de dominar Asia en la misma forma en que Estados Unidos dominó su hemisferio. En 1873 Japón invadió Taiwán con asesores militares y armamento estadounidense. Corea fue el siguiente país en la lista, seguido por China en 1894. En 1904, el presidente estadounidense Theodore Roosevelt alentó a Japón para que ataque a Rusia. Pero él rompió una promesa hecha a Japón al negarse a hacer público su apoyo a la Doctrina Monroe, y respaldó la negativa de Rusia a pagar un centavo al Japón después de la guerra. El imperio japonés comenzó a ser visto como un competidor en lugar de un colaborador, y el ejército de Estados Unidos pasó décadas planificando una guerra contra Japón.

El presidente Harry Truman, que ordenaría los bombardeos nucleares en 1945, le dijo al Senado de Estados Unidos el 23 de junio de 1941: "Si vemos que Alemania está ganando, debemos ayudar a Rusia, y si Rusia está ganando debemos ayudar a Alemania, de esa manera dejamos que se maten el mayor número posible". ¿Valoró Truman las vidas japonesas por encima de las vidas rusas y alemanas? No hay nada que sugiera que así lo hizo. Una encuesta del Ejército de Estados Unidos en 1943 indicó que aproximadamente la mitad de todos los soldados en el ejército creían que sería necesario matar a cada japonés en la tierra. William Halsey, que mandaba las fuerzas navales en el Pacífico Sur, prometió que cuando la guerra haya terminado el idioma japonés se hablara sólo en el infierno.

El 6 de agosto de 1945, el presidente Truman anunció: "Hace dieciséis horas un avión estadounidense dejó caer una bomba sobre Hiroshima, una importante base militar japonesa". Por supuesto que era una ciudad, no una base del ejército en absoluto. "Habiendo encontrado la bomba la hemos utilizado", declaró Truman. " La hemos utilizado contra los que nos atacaron sin previo aviso en Pearl Harbor, en contra de los que han matado de hambre y golpeado y ejecutado a prisioneros de guerra, y en contra de los que han abandonado toda pretensión de obedecer el derecho internacional de la guerra". Truman no dijo nada acerca de la reticencia o el precio necesario para poner fin a la guerra.

De hecho, Japón había estado tratando de rendirse durante meses, incluso en un cable que los japoneses enviaron a Stalin el 13 de julio, y que Stalin lo leyó a Truman. Japón sólo quería mantener a su emperador, términos a los que los Estados Unidos se negaron incluso después de los bombardeos nucleares. El asesor de Truman, James Byrnes, quería que las bombas sean lanzadas para terminar la guerra antes de que la Unión Soviética pueda invadir Japón. De hecho, los soviéticos atacaron a los japoneses en Manchuria el mismo día del bombardeo a Nagasaki y los vencieron. Los EEUU y los soviéticos continuaron la guerra contra Japón durante semanas después de Nagasaki.

La Encuesta de ‘Bombardeo Estratégico de Estados Unidos’ llegó a la conclusión que, "... sin duda antes del 31 de diciembre de 1945, y con toda probabilidad antes del 1 de noviembre de 1945, Japón se habría rendido incluso si no hubieran caído las bombas atómicas, aunque Rusia no hubiera entrado a la guerra e incluso si una invasión habría sido planeada o prevista". Un opositor a los bombardeos nucleares y que había expresado este mismo punto de vista a la Secretaría de Guerra antes de los bombardeos fue el general Dwight Eisenhower. El Presidente de los Jefes del Estado Mayor, almirante William D. Leahy estaba de acuerdo. "El uso de esta arma bárbara en Hiroshima y Nagasaki no fue de ninguna ayuda material en nuestra guerra contra Japón, los japoneses ya estaban derrotados y listos para rendirse".

La guerra no había terminado. Se puso en marcha el nuevo imperio norteamericano. "La repulsa contra la guerra... será un obstáculo casi insalvable de superar para nosotros", dijo el CEO de General Electric Charles Wilson en 1944. "Por eso, estoy convencido de que debemos empezar ahora a poner la maquinaria en marcha para un economía de guerra permanente”. Y así lo hicieron. Aunque las invasiones no eran nada nuevo para el ejército estadounidense, comenzaron en una escala completamente nueva. Y la siempre presente amenaza del empleo de armas nucleares ha sido una parte clave de la misma.

Truman amenazó con bombas nucleares a China en 1950. El mito desarrollado, de hecho, del entusiasmo de Eisenhower por atacar con armas nucleares a China llevó a la rápida conclusión de la Guerra de Corea. La creencia en ese mito llevó al presidente Richard Nixon, décadas más tarde, a imaginar que podría poner fin a la guerra de Vietnam fingiendo ser lo suficientemente loco como para usar bombas nucleares. Lo más preocupante es que en realidad era lo suficientemente loco. "La bomba nuclear, ¿te molesta?...Yo sólo quiero que pienses en grande, Henry, por amos de Dios", le dijo Nixon a Henry Kissinger en la discusión de opciones contra Vietnam. ¿Y cuántas veces han recordado a Irán que "todas las opciones están sobre la mesa"?

Una nueva campaña para abolir las armas nucleares está creciendo rápidamente y merece nuestro apoyo. Pero hoy en día, Japón está siendo re-militarizado. Y una vez más, el gobierno estadounidense imagina que los resultados de la militarización serán de su agrado. El primer ministro, Shinzo Abe, con el apoyo de Estados Unidos, está reinterpretando este lenguaje en la Constitución japonesa:

"[E]l pueblo japonés renuncia para siempre a la guerra como derecho soberano de la nación y a la amenaza o al uso de la fuerza como medio de solución de las controversias internacionales...por [T]ierra,  mar, y las fuerzas del aire, así como cualquier otro potencial bélico, no se usará".

La nueva "reinterpretación", lograda sin necesidad de modificar la Constitución, sostiene que Japón puede usar por tierra, mar y las fuerzas aéreas, así como otro potencial bélico, y que Japón utilizará la guerra o amenaza de guerra para defenderse, y para defender a cualquiera de sus aliados, o tomar parte en una guerra autorizada por la ONU en cualquier lugar de la tierra. Las habilidades de "reinterpretación" de Abe harían ruborizar a la Oficina de Asesoría Jurídica.

Comentaristas estadounidenses se refieren a este cambio de la política de Japón como "normalización" y están expresando su indignación por el hecho de que Japón no haya participado en ninguna guerra desde la Segunda Guerra Mundial. El gobierno de Estados Unidos ahora esperará la participación de Japón en toda amenaza o uso de la guerra contra China o Rusia. Pero junto con el regreso del militarismo japonés también regresa también el auge del nacionalismo japonés, y no existe devoción japonesa al gobierno de Estados Unidos. Incluso el nacionalismo japonés no es débil en Okinawa, donde el movimiento para desalojar a las bases militares estadounidenses se hace más fuerte cada día.

Al re-militarizar Japón, en lugar de desmilitarizarlo, los Estados Unidos están jugando con fuego.

*David Swanson es un autor, activista, periodista y locutor de radio. Es director de WorldBeyondWar.org y coordinador de la campaña de RootsAction.org. Los libros de Swanson incluyen War Is A Lie. Es candidato al Premio Nobel de la Paz 2015.


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