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Delegados de la CELAC visitaron conocieron el resultado de la inversión social en Venezuela. (Foto: Sibci)

Delegados de la CELAC visitaron conocieron el resultado de la inversión social en Venezuela. (Foto: Sibci)

Publicado 8 abril 2014



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El esfuerzo de creación de las reuniones por la paz da cuenta de la vocación profundamente democrática del Estado venezolano. El gobierno de Nicolás Maduro basa su legitimidad en haber sido elegido por la voluntad soberana del pueblo, sin embargo, no ha sido reconocido por la derecha venezolana. La oposición venezolana no oculta su plan golpista y ha puesto al país al borde de la quiebra. Los alimentos son desaparecidos con el solo objetivo de crear un caos mental y emocional en los venezolanos. Se ha puesto en ruta un plan inflacionario que no pueden aguantar los venezolanos. Subieron los útiles escolares, se incrementaron los precios de los productos de la dieta básica y esto no ha surgido por generación espontánea, sino que es el producto de un diseño tumba gobierno hecho entre la oligarquía venezolana y el Pentágono. Los criminales de guerra vieron fácil repetir en Venezuela la situación de Ucrania. Se ha tratado de sembrar la muerte y el odio entre los venezolanos. El equívoco ha estado en que a pesar de las felonías de la historia, Venezuela es un pueblo de tolerancia.

El venezolano común ve con muy malos ojos que la ciudad haya sido convertida en un caos. Se ha abusado de los tachirenses, de los barquisimetanos, matando en las calles a sus ciudadanos; escondiendo los alimentos no se llega a ninguna parte. Como lo han dicho Aristóbulo Istúriz y Diosdado Cabello, no tiene perdón el que bandas ociosas rieguen aceite en las autopistas y las calles de Caracas para producir muertos. Estamos en el guión de una guerra civil. El intento de fanatizar de odio a una población no es sano, no se ajusta a las normas de la deliberación de la democracia, allí se agita la tesis de la famosa pelea de perros de la que nos ha advertido el Presidente de la República. El problema capital son dos concepciones distintas de patria. La derecha fascista venezolana actúa apegada a un esquema neoliberal; añora el país hundido en la corrupción de la Cuarta República. La paranoia de esta gente ha llegado al paroxismo.

Haber olvidado tan rápido las calamidades de la Cuarta República es un asunto de amnesia. El 27 y 28 de febrero es la prueba fehaciente de aquella Venezuela horripilante que nos tocó vivir. Carlos Andrés Pérez llegó a la primera magistratura mintiéndole descaradamente al país. Solo bastaron unas semanas para que se quitara la máscara y comenzara a desarrollar su plan neoliberal, que dejó una infinidad de cadáveres. Esa Venezuela de la tropelía, del pillaje y del Sierra Nevada no quiere ser recordada por los cadáveres insepultos de la derecha. En los discursos de la derecha por la paz se obvia descaradamente llamar las cosas por su nombre. Los presuntos estudiantes o los grupos armados de paramilitares matan gente, destruyen plazas, estatuas e incendian universidades, y la responsabilidad la tiene el Gobierno.

A esta oposición nuestra le falta nacionalismo, sus miradas siempre apuntan hacia el norte, esperando órdenes. Esta gente olvidó la masacre de El Amparo, los crímenes de Cantaura, los asesinatos de Noel Rodríguez, de Rogelio Castillo Gamarra y de tantos otros. Hay que decírselos, en palabras de Roger Garaudy, ya no es posible callar, hacerlo es volverse cómplices de la sevicia, es alentar falsas expectativas en esta gente que no le interesa el país sino en la medida en que lo puedan estafar. La oposición venezolana saca el revolver cuando se habla de regular las ganancias. La alta jerarquía eclesiástica calla porque no puede hablar. No podemos pelar el pedal, hacia nuestras cabezas apuntan los misiles de las siete bases militares norteamericanas creadas en Colombia. Los paramilitares son un hecho y han sido sembrados aquí para atizar el odio; han venido, durante todos estos meses, cometiéndose extraños asesinatos en nuestra geografía sin que hayamos podido precisar con claridad dónde están nuestros enemigos.

No debemos olvidar que los empresarios maulas desaparecieron los dólares preferenciales que les otorgó Cadivi para que compraran medicamentos, igual ocurrió con los repuestos de carros, las telas, el papel toilette. Se sigue jugando a la catástrofe y se nos sigue tomando como imbéciles. Esta gente no quiere la democracia, su publicidad ha imbecilizado a la clase media. Esta gente sigue jugando a que el país se derrumbe. Esta gente sigue disociada, ha olvidado aquellos tristes días cuando nuestros infantes comían perrarina. Las marchas de la clase media disociada blanden como símbolo la bandera norteamericana.

A nivel internacional se nos ha desprestigiado, se ha obviado el dato de que Venezuela es un territorio libre de analfabetismo, no se recuerda tampoco que el porcentaje de pobreza crítica es menor; de reconocer esto, no tendrían excusas para montar sus guarimbasos. Aquí todos son guarimberos y guarimbosos. Algunos diputados de la actual oposición estuvieron con Chávez como sendos embajadores en Europa. Para desgracia de estos, los correctivos de la Ley de Tierras los hicieron retornar, lanza en ristre, contra Venezuela, alegando que no vivían en una democracia sino en un Estado totalitario. Como lo dice Diosdado Cabello, al Gobierno no se le puede exigir la entrega del país. Los medios nos satanizan por todos lados, poniéndonos como un Gobierno autoritario, aliado al eje del mal. El Gobierno Nacional debe emplazar al Colegio Nacional de Periodistas a que vigile el pulcro ejercicio de la comunicación. Es inaceptable que se hagan rodar por el mundo fotos de otros países, donde los gendarmes cometen fechorías, para criminalizarnos. Se boicotea la venida de turistas al país pregonando que vivimos en la barbarie. No se trata de ocultar situaciones, pero el camino no es lanzarnos estiércol a nivel internacional.

Venezuela debe redefinir sus políticas, precisar con claridad quiénes son los responsables del contrabando en Venezuela. Hay que sacar las listas de empresarios que recibieron dólares preferenciales y nada hicieron. El país debe entrar en una cruzada de retoma de la palabra, donde no importe otra cosa que la construcción de una ética del buen vivir. Necesitamos seguir educando al país y esto se hará solo si logramos vencer a la impunidad. El país se ha definido teniendo como faro a su carta magna. El diálogo exige verdades, precisiones. Se está definiendo nuestro porvenir, la única manera de salvar a la patria y a su futuro es construyendo una ética de la libertad; hacia ese objetivo marcha el Gobierno, pero la guarimba y sus guarimberos, mejor dicho, sus autores intelectuales, no terminan por deslindarse de los hechos violentos. No se puede continuar hablando como Cantinflas, no es posible sostener racionalmente actos fascistas como la colocación de guayas para que la población se degolle, eso no tiene asidero.

Nuestra cultura democrática se ha deslindado de esos métodos criminales. Durante estos 14 años hemos democratizado la educación, hemos impulsado las misiones. El Plan de la Patria exige especificidades, exige seguir formando el talento humano para que Venezuela pueda llegar a ser un país potencia que marche sobre sus propios pies. Estos 14 años de intento de construcción de un proyecto socialista nos han demostrado con cuáles son los métodos de esa derecha que no ha escatimado esfuerzo cuando se trata de reprimir y liquidar a los trabajadores del campo.

La guarimba es el último acto de desespero de esta gente; se acude a métodos tenebrosos para destronar al Gobierno, se añora la aplicación de la Carta Interamericana. Los copeyanos claman por el Opus Dei como intermediador en los diálogos con el Gobierno, olvidando que el problema concreto que tenemos que resolver es el de la justicia social. Hay que preguntarle a los guarimberos quiénes financian las guarimbas, este es el momento de quitarse las máscaras. Un rasgo está muy claro, la actividad de los laboratorios de guerra sucia ha dejado su impronta en el psiquismo del sector medio. La desobediencia ha llegado a acciones desproporcionadas. El Táchira es un estado sin ley. Internacionalmente se trata de hacer aparecer al gobierno de Nicolás Maduro como genocida

Venezuela está clara de que el problema actual solo podrá ser resuelto por la acción recíproca entre las fuerzas armadas y la sociedad civil. El socialismo requiere de la participación de los consejos comunales. El poder del pueblo y su marcha hacia el socialismo debe diseñarse ante un reclamo de la multitud. Las comunas serán el dique de contención de un empresariado cuya única preocupación son los dólares. El pueblo reclama cuenta claras, qué pasó con los dólares preferenciales que el Gobierno les asignó para comprar medicina y para que suministraran a buen precio los alimentos y artefactos eléctricos al país. Esperamos esa respuesta.

Fuente: http://www.ciudadccs.info/?p=551565


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