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Peter Taylor, investigador del Laboratorio de Patología Celular y Molecular, del Ivic, adelantó que hasta el momento se han hecho los experimentos iniciales con unos 600 extractos de plantas.(Foto: IVIC)

Peter Taylor, investigador del Laboratorio de Patología Celular y Molecular, del Ivic, adelantó que hasta el momento se han hecho los experimentos iniciales con unos 600 extractos de plantas.(Foto: IVIC)

Publicado 14 abril 2014



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Como pone de relieve su nueva expedición militar contra Siria y su voluntad de escenificar un falso atentado, al servicio de sus jefes de Washington, Bahar Kimyongür, desenmascara las mentiras de los medios de la “Operación Butin”.

Un cuerpo expedicionario yihadista preparado en el sur de Turquía se dirige hacia la ciudad costera de Lattaquia al noroeste de Siria. Conformado en su mayor parte por combatientes europeos, asiáticos, magrebíes, turcos, árabes del Macrek y del Golfo y de algunos sirios extraviados, esta legión extranjera representa el último caballo bélico del primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan en su guerra por procuración contra Siria.

Luego de la revuelta de millones de turcos contra su política represiva y belicosa, luego de que se revelase su implicación en una vasta red mafiosa y sobre todo luego de tres años de fracasos en el frente sirio, Erdogan parece querer apostar al todo por el todo. ¿Acaso no había prometido a sus fieles ir a rezar a la mezquita de los omeyas cundo se derrocase al Gobierno sirio?

Tras el fracaso de su proyecto megalómano, Erdogan siente la necesidad de conquistar los espíritus así como las tierras de los pueblos rebeldes. Con ese objetivo se inspira en la herencia imperial de su país soñando con ser un nuevo Selim I, el sultán otomano apodado “el terrible” o “el cruel”, que sometió Siria y Egipto a principios del siglo XVI.

No una casualidad que Erdogan bautizase al tercer puente sobre el Bósforo, actualmente en construcción, con el nombre de su mentor imperial. Como el Sultan Selim, Erdogan quiere reinar sobre Siria y Egipto. Y como el Sultan Selim, Erdogan envía sus tropas a masacrar a los alevíes, a los alauitas y a otras comunidades sospechosas de infidelidad, herejía o de relación con Irán.

Sin embargo, a diferencia de aquel temido sultán-califa, Erdogan no es más que el lacayo de un imperio más poderoso que él, Estados Unidos. Su carrera política como jefe de Estado se ha caracterizado por su deseo de conciliar sus ambiciones personales con los intereses de sus patrones. De esto trata su apoyo sin complejos al terrorismo y a la guerra en Siria, apoyo alentado y enmarcado por su estratégico socio estadounidense desde el comienzo de la crisis siria.

Una conversación top secret entre oficiales turcos, planificada por Erdogan y difundida la última semana por las redes sociales ha revelado que el jefe de Inteligencia Hakan Fidan estaba listo para bombardear el mausoleo del gran padre fundador del imperio otomadno Suleyman Shah, situado en un enclave turco en territorio sirio para justificar la entrada en guerra de Ankara contra Damasco. De modo que el sultán neootomano Erdogan estaba dispuesto a destruir una joya del patrimonio nacional para cimentar su propia gloria e indirectamente para beneficio de EE.UU.

No es la primera vez que un gobierno turco organiza en coordinación con Washington un falso ataque contra un edificio turco de alto valor simbólico para enfrentarse a alguien más débil que él.

En 1955 los servicios secretos turcos perpetraron con falsas banderas, un atentado contra la casa de Mustafa Kemal Atatürk en Tesalonica, Grecia, y acusaron a los comunistas turcos del ataque. En esa época Turquía estaba gobernada por Adnan Menderes, un primer ministro “islamico-conservador” pro EE.UU.

Gracias a esta “estrategia de la tensión” los turcos y los estadounidenses trataban de justificar su guerra interna contra los comunistas turcos.

De resultas de este falso atentado del 6 y 7 de septiembre, las iglesias griegas y armenias, las sinagogas, las escuelas, las viviendas y los comercios fueron saqueados, incendiados, hubo gente linchada en pleno corazón de Estambul a causa de su identidad religiosa. La operación fue orquestada por la gladio turca, ejército secreto de la OTAN, en guerra entonces contra el “peligro comunista”.

Precisamente Adnan Menderes, el hombre de la CIA de los años 50, que cubrió el pogromo de Estambul ha sido tomado como modelo por Tayyip Erdogan.

Aunque el plan de ataque al mausoleo otomano no se haya llevado a cabo, los armenios de Siria y otras minorías consideradas “infieles” vuelven a ser el blanco del régimen de Ankara.

Efectivamente desde los primeros días de la primavera hordas yihadistas llegadas de Turquía invadieron Kassab, una aldea armenia alauita situada en las laderas del Monte Casius, al noroeste de la provincia costera de Lataquia. Bautizada como “Operación Butin” por los jefes yihadistas, esta nueva y bárbara razzia no podía llevar un nombre más explícito.

Para facilitar el avance de los invasores yihadistas, la aviación turca derribó un MIG 23 sirio que protegía Kasab. Erdogan argumentó la violación del espacio aéreo turco para justificar el hecho. Pero el avión cayó en la zona de Kasab en Siria. El piloto Thabet Ismail, no es Supermán, ni llevaba un equipo tipo wingsuit. Al saltar en paracaídas, aterrizó lógicamente en Siria a varios kilómetros dentro de sus fronteras.

El régimen de Ankara no solamente agrede a Siria sino que además ofrece cobertura aérea a los mercenarios. Por ejemplo el Observatorio 45 que domina la zona montañosa de Kasab cerca de Kastal Maaf fue brevemente ocupado por la legión extranjera de Erdogan gracias al acoso de la artillería turca.

En cuanto a los yihadistas heridos en combate fueron transferidos por los militares turcos a los hospitales de la provincia turca de Hatav.


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