Los profesores incómodos políticamente son despedidos fácilmente cuando son contratados únicamente por un curso, un semestre o un año académico.
Entre las muchas cosas absurdas de la derecha estadounidense, pocas afirmaciones son más ridículas que la común idea reaccionaria que las universidades y colegios de Estados Unidos son focos de la Izquierda.
Confíen en mí, sé de lo que hablo. Tengo un Ph.D. (en Historia de Estados Unidos), junto con un gran número de publicaciones académicas, siete libros publicados (con notas de elogio en sus cubiertas de parte de líderes académicos), un record de enseñanza impecable, investigaciones subvencionadas, y un largo historial de charlas como invitado en toda la nación, además de Cuba. He publicado más de 500 ensayos en forma impresa y en línea, muchos reproducidos en numerosos idiomas en todo el planeta. Mi investigación y comentarios han sido publicados en un gran número de medios de comunicación, incluyendo el New York Times, CNN, Al Jazeera y el Chicago Tribune.
Menciono esto no para presumir, sino para sostener mi argumento. Teniendo en cuenta que gran parte de mi escritura y conferencias han venido abiertamente de la izquierda radical anticapitalista, es lógico pensar que iba a tener un mínimo de demanda como docente y / o investigador, por un sistema académico que era en realidad izquierdista. Sin pretender ser el líder del mundo de la izquierda intelectual, creo que es justo decir que habría por lo menos algún tipo de posición mínimamente decente para alguien como yo en un sistema universitario de izquierda radical. La realidad es todo lo contrario: Yo tendría más chance de ganarme la lotería de que me ofrecieran una modesta carrera académica en el sistema educativo superior estadounidense actual.
Parte de la explicación de este curioso hecho tiene que ver con un inmenso cambio en los trabajos académicos que se remonta a más de tres décadas. En EE.UU. la "educación superior" se ha mantenido durante muchos años a la vanguardia de la reorganización neoliberal del mercado de trabajo. Ha convertido parte de su experimentado personal de profesores, que una vez fueron a tiempo completo, en puestos de trabajo a destajo, temporales e híperexplotados, repartidos por cursos a una nueva subclase académica de aprendices permanentes y en una posición desventajosa: los adjuntos. Según la Asociación Americana de Profesores Universitarios (AAUP), más del 50 por ciento de todos los profesores de EE.UU. actuales, trabajan a tiempo parcial. Dichos profesores son "típicamente pagados por curso, sin beneficios... estos puestos temporales representan actualmente el 76 por ciento de todos los nombramientos de personal de enseñanza en la educación superior en Estados Unidos". (Al final del último milenio, trabajé como profesor adjunto en seis diferentes instituciones de "educación superior" en el área de Chicago por más de cinco años. El pago estaba por debajo del salario mínimo federal, a pesar de tener un doctorado en mi currículo).
La reducción del tamaño de la enseñanza universitaria, puede parecer irónico, se ha producido durante el mismo período en que la matrícula universitaria ha subido por las nubes. Pero el dinero que se obtiene por las altas matrículas - tan altas que ahora millones y millones de jóvenes adultos en Estados Unidos cargan durante muchos años con la deuda insostenible de sus años como estudiantes - no alcanza para sostener un programa de investigación y enseñanza serio. El dinero se destina, en gran parte, al mantenimiento de las instalaciones, la tecnología y la construcción de nuevas capas de burocracia académica, llena de administradores muy bien pagados que carecen de la comprensión y la preocupación por el trabajo que hacen los académicos serios.
El poco dinero que queda, finalmente, se destina al empleo de profesores que puedan estimular a los estudiantes a analizar críticamente el sistema de educación superior neoliberal y las estructuras corporativas imperiales más amplias de poder, y la desigualdad a la que el sistema sirve. Con un número cada vez menor de excepciones, el actual o restante número de profesores permanentes entiende esto muy bien y no quiere poner en peligro su posición, relativamente cómoda, al ofrecer críticas serias y sostenidas de las dictaduras imperiales del dinero que nadie sido eligió y que están interrelacionadas. (La escalofriante ausencia de oposición seria en los campus a la criminal invasión de George W. Bush en Irak, fue un síntoma de esta forma de pensar ausente de argumentos).
Los pusilánimes comités de contratación académicos saben muy bien cómo evitar problemas al no traer al campus a alguien que tenga más que una silla y un seminario de política izquierdista. (Saber que tengo esas cualidades es fácilmente comprobable a partir de una o dos búsquedas inteligentes de mi nombre en Google). Eso sería contaminar la academia con, "la política".
¿Y qué si gran parte de lo que los académicos preponderantemente no radicales hacen es política e ideológicamente rico y se hace debajo de las cuidadosas y absurdas estructuras de indiferencia, "objetividad" y "neutralidad"? ¿Y qué si transparentemente un gran número de agentes políticos de los Estados Unidos militar e imperial, y del establishment corporativo, regularmente ofrecen posiciones de prestigio y muy bien pagadas en los colegios y universidades de Estados Unidos? Esos profesores y sus publicaciones no representan una amenaza para los centros de poder concentrados que controlan en último término, la "educación superior". Su política no es un problema para los poderes fácticos. Son solamente profesores izquierdistas, instructores temporales y adjuntos que están en los márgenes de la academia los que reciben charlas de creación académica y regaños, como el libro de Stanley Fish, "Salven al mundo en su tiempo libre, y no con el dinero de la universidad”.
Si los comités universitarios de contratación tienen alguna duda acerca de la voluntad de las autoridades superiores para castigar a los profesores por llegar a ser "demasiado políticos" de la manera equivocada, se puede leer acerca de un número creciente de casos en la que académicos de izquierda (incluidos algunos profesores titulares, como Ward Churchill) han sido despojados de sus posiciones y esencialmente excluidos de la "educación superior" (como el brillante Norman Finkelstein) por razones políticas e ideológicas netamente.
El control ideológico de la universidad está íntimamente relacionado con la economía de la "educación superior" en la era neoliberal. Los que son demasiado incómodos, en formas que puedan ofender al poder concentrado, son fácilmente prescindibles cuando son contratados únicamente por el curso, semestre o año académico. Los departamentos de contratación y decanos pueden evitarse dolores de cabeza, simplemente, no renovando los contratos de los alborotadores. Los profesores adjuntos e instructores temporales (glorificados "Profesores Asistentes" en muchas universidades) que deseen mantenerse en el mundo académico están bien instruidos de no sacudir los barcos doctrinales. Como señala el AAUP, "La relación de inseguridad entre los miembros del profesorado y sus instituciones puede enfriar el clima para la libertad académica...los profesores contingentes pueden ser menos propensos a tomar riesgos en el aula o en el trabajo académico y el servicio...el libre intercambio de ideas puede verse obstaculizado por el miedo al despido por expresiones impopulares".
El poder de disciplina ideológica de la economía de la universidad neoliberal se extiende hacia a los estudiantes. Ellos deben comenzar a pagar las exorbitantes deudas estudiantiles apenas se gradúen, es improbable que pasen sus años universitarios perfeccionando sus habilidades de pensamiento y de activistas críticos de una manera que les ayude a convertirse en agentes eficaces de la justicia social y ambiental y el cambio revolucionario. Tienen que centrarse en los cursos que les ayudarán a cosechar grandes salarios de las corporaciones.
Mientras tanto, el alto costo de la matrícula universitaria la hace inasequible para los estudiantes de clase baja y trabajadora, que serían los más propensos a desafiar las jerarquías reinantes de manera significativa. Por esta razón, entre muchas otras, me resulta difícil lamentar mi ausencia de las frívolas aulas de educación superior. Jóvenes privilegiados o en camino de serlo no son mi prioridad y, cada vez más, son los de cuna de seda los únicos que se quedan para mirar sin interés al profesor mientras revisan su Facebook en los salones de clases.
**Paul Street dictará un curso sobre la historia de los movimientos sociales en Estados Unidos, este mes de enero, en el Instituto Mundial de ZNet para el Cambio Social.