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El Gobierno argentino ha reprimido y perseguido a los mapuche

El Gobierno argentino ha reprimido y perseguido a los mapuche

Publicado 3 enero 2018



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La construcción por parte de los liberales -aquellos formadores de sentidos comunes por excelencia- de un enemigo interno como el sujeto a erradicar, no es precisamente una estrategia innovadora. Desde los tiempos de la barbarie, pasando por la subversión setentista y más recientemente el populismo, han caracterizado a la otredad como aquella que obstaculiza la conquista del bien común.

La cuestión mapuche se ha vuelto un tema central del debate público en Argentina. Impulsado fuertemente por la desaparición -y posterior hallazgo sin vida- de Santiago Maldonado, se volvió un tema opinable por parte de comunicadores sociales, políticos, militantes o simplemente ciudadanos de a pie. Un sector de ellos salió a demonizar y criminalizar a los mapuche -principalmente por su ¨naturaleza¨ violenta y su sistema anárquico- utilizando vocablos como ¨extremistas¨ o ¨terroristas¨, los cuales nos remiten a la época más oscura de nuestra historia.

La construcción por parte de los liberales -aquellos formadores de sentidos comunes por excelencia- de un enemigo interno como el sujeto a erradicar, no es precisamente una estrategia innovadora. Desde los tiempos de la barbarie, pasando por la subversión setentista y más recientemente el populismo, han caracterizado a la otredad como aquella que obstaculiza la conquista del bien común. La más reciente de estas configuraciones ha sido la del mapuche como el nuevo/viejo antagonista.

El origen de los originarios: la otredad

En primer lugar, es menester destacar que para una cabal comprensión de la cuestión mapuche debemos remitirnos a su historia en la región, que data de antes del “descubrimiento de América” y de los dos lados de la cordillera. Es por ello que considerar al mapuche como argentino o chileno es plantear un falso debate, debido a que la identidad mapuche es muy anterior a la conformación de los estados nacionales en el continente.

Declaraciones de Patricia Bullrich (Ministra de Seguridad y principal responsable de la desaparición de Santiago Maldonado) en las cuales atribuyó a los mapuche una voluntad separatista al sostener que “No vamos a permitir una república mapuche independiente y autónoma en medio del territorio argentino”[1], no hacen más que confirmar la ¨confusión¨ del actual Gobierno a este respecto. Pero no se trata en realidad de desconocimiento sobre la preexistencia de la Nación Mapuche sino de una maniobra política, con un inestimable apoyo mediático, que busca, a través de la noción de extranjeridad mapuche –invasores chilenos-, la edificación de un enemigo de la Patria que permita justificar represiones pasadas y por venir.

En agenda

Los reclamos de la comunidad mapuche, cuyos miembros vienen dando una larga lucha por la reivindicación de sus derechos, pasaron de no tener lugar en la agenda pública a ser tema central de debate a nivel nacional. Sin embargo, no es una buena noticia. La necesidad del Gobierno Nacional de legitimar su política represiva mediante la confrontación con un enemigo interno devino en la implantación de un discurso y unas prácticas ¨antiterroristas¨. La construcción del enemigo imaginario apoyada en la prosecución de la “seguridad nacional” reactualiza viejos estereotipos del otro a criminalizar.

La verdadera razón de esta centralidad no se debe tan sólo a la búsqueda de un chivo expiatorio. La elección de los mapuche para ocupar tal lugar no es azarosa sino que responde principalmente a la necesidad de presionar a las comunidades que reclaman territorios en disputa con las grandes multinacionales latifundistas/extractivistas. Como sostiene Moira Millán, miembro de la comunidad Pïlan Mahuïza –territorio recuperado en 1999- : ¨Hemos venido recuperando territorio en Argentina desde la década del noventa. La represión ahora adquiere ribetes más radicales y profundos porque los territorios que hemos recuperado en esa época hoy están bajo programas de megaproyectos extractivistas¨[2]. Para cumplir con dicho objetivo, el macrismo apela a la condición de foráneos que le es atribuida a los pueblos originarios, la cual permite reforzar un sentimiento nacionalista/eurocentrista –despreciar la barbarie en alas de la civilización en clave sarmientina-.

Estado de derecha

De un tiempo a esta parte, y exacerbada a partir del caso Maldonado, se observa una derechización en la sociedad argentina. En 2015, con la victoria de Mauricio Macri en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, se dio un fenómeno hasta el momento inusitado: nunca desde 1916, año en que se realizaron las primeras elecciones presidenciales bajo la Ley Sáenz Peña; la derecha había accedido al poder a través de las urnas –el menemismo, si bien aplicó un programa neoliberal en los años ‘90, arribó desde el histórico Partido Justicialista (PJ) y prometiendo lo opuesto a lo que finalmente desarrolló-.

Propuesta Republicana (PRO) es una derecha autoreconocida como tal e inscrita en la Unión Demócrata Internacional (UDI)[3] -también conocida como ¨Liga de Partidos de Derecha¨- creada por Thatcher y Bush padre, y de la cual forman parte, entre otros, el Partido Republicano estadounidense o el Partido Popular español. La UDI dio su bienvenida al PRO en su sitio oficial afirmado que ¨La victoria del Presidente en 2015 dejó atrás décadas de un populismo de izquierda sin reglas. El presidente Macri es el primer líder de centro derecha en tomar el poder desde el regreso de la democracia en Argentina en 1983¨[4]. Paradójicamente, el informe 2017 de la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI) advierte que estamos ante el pico represivo más violento desde 1983. María del Carmen Verdú, fundadora de CORREPI, afirmó ¨por primera vez superamos la marca del muerto diario por gatillo fácil o torturas. Hubo 725 muertos en 721 días de gobierno de Cambiemos, un muerto por día de gobierno¨[5].

Gobierno represivo y populismo punitivo

Acuñado originalmente en 1995 por el criminólogo británico Anthony Bottoms[6], el concepto ¨populismo punitivo¨ refiere a la implementación de políticas punitivas por los siguientes motivos: convencimiento de que éstas reducirán la criminalidad, refuerzo del consenso moral de los ciudadanos contra el delito y, la razón principal, que el Gobierno las evalúa como fructíferas en términos electorales –a esta última adscribe el macrismo-. Las mismas, afirma Bottoms, son catalogadas de populistas ya que parten de considerar que serán populares.

El Gobierno de Mauricio Macri, quien a diez días de la desaparición de Santiago Maldonado tras la represión a manos de sus fuerzas de seguridad habló por primera vez en público sobre el tema para calificar a los mapuche de “poco democráticos y bastante violentos”[7], no vio mellada su imagen a raíz de su política represiva -sustentada además desde el ámbito discursivo-. No la deterioró el caso Santiago Maldonado, encontrado sin vida coincidentemente un 17 de octubre y a 5 días de las elecciones legislativas. Tampoco el más reciente de Rafael Nahuel, joven mapuche de 22 años asesinado por la espalda en un operativo de desalojo de la comunidad Lafken Winkul Mapu a manos de Prefectura el 25 de noviembre, casualmente –una vez más- el mismo día del velatorio de Santiago Maldonado.

La  construcción del enemigo interno permite legitimar ante la sociedad las políticas represivas que, en definitiva, persiguen la implementación de las políticas económicas neoliberales y, a su vez, ocupar una centralidad mediática que permite desviar la atención de temáticas incómodas al Gobierno. De esta forma, la alianza entre Gobierno y medios hegemónicos distorsiona los atropellos institucionales perpetrados, hasta el punto de convertir a estos grupos en violentos para el imaginario social, responsabilizando así a las víctimas por la violencia institucional recibida.

Es crucial frente a esta coyuntura el reforzamiento de los lazos de solidaridad y la visualización de un nosotros. Quienes detentan el poder impulsan el miedo al otro como forma de control social. Para estar a salvo nos dicen, debemos librarnos de aquel que es distinto, hoy encarnado en el indígena y el inmigrante de países limítrofes. Además de éstos, antaño también ocuparon ese lugar los negros, gauchos, anarquistas, peronistas, subversivos, comunistas, etc. Es siempre una lógica peligrosa, nunca  se sabe quién puede ser el próximo en la lista.

[1] https://www.pagina12.com.ar/55937-macri-contra-los-mapuches
[2] http://www.revistaanfibia.com/cronica/con-armas-no/
[3] http://www.politicargentina.com/notas/201701/19085-el-pro-formara-parte-de-una-liga-de-partidos-de-derecha-junto-a-rajoy-y-el-partido-republicano-de-trump.html
[4] http://idu.org/meet-pro-argentina-the-idus-newest-member/
[5] https://www.pagina12.com.ar/84672-un-muerto-por-dia-de-gobierno
[6] Bottoms, A.E. (1995) ‘The Philosophy and Politics of Punishment and Sentencing’, en C.M.V. Clarkson and R. Morgan (eds), The Politics of Sentencing Reform. Oxford: Clarendon
[7] https://www.laizquierdadiario.com/Macri-Estamos-intentando-ver-que-paso-con-Maldonado-pero-los-mapuches-no-colaboran

Este artículo fue publicado en Celag
 


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