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El anuncio de la Habana, en clave geopolítica
Publicado 25 junio 2016



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El protagonismo de Cuba constituye otro gran significante. La Habana se convirtió en la capital de la paz del continente y el presidente Raúl Castro el representante de la dignidad Cubana.

El 23 de junio de 2016, pasará a la historia de Nuestra América como el alba de la paz, que anuncia el fin de larga guerra civil colombiana, producto del trascendental anuncio de la concreción de tres importantes acuerdos entre el Gobierno y las FARC-EP: el Cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo, el desmantelamiento estatal de grupos paramilitares y criminales, y el mecanismo de refrendación popular del tratado de paz completo[i].

Los medios alternativos han realizado un despliegue informativo muy amplio sobre el anuncio en la Habana, aunque los medios hegemónicos –y la derecha- han querido reducir al mínimo el significado y los significantes de lo sucedido en la Habana. Se han dedicado a mostrar que una de las partes dejará las armas, como si hubiera sido el único y unilateral mensaje. Contrario a esta propaganda mediática, el 23-J dejó otros significantes que resultan potentes para el debate de todo el campo democrático y popular del continente, veamos:

La OEA y el decadente Almagro quedaron completamente al margen de la mediación y el acompañamiento de estos acuerdos y de todo el proceso de paz, quedando obsoleto su papel como organismo regional y la concepción panamericanista que la inspira. En cambio, la CELAC y la UNASUR demostraron la madurez para asumir el rol de facilitador para resolver los conflictos y las diferencias políticas que existen al interior de las fronteras de los países miembro, basados en el respeto por los procesos nacionales y con el criterio central de cumplir el mandato de ser una región de paz. El tratado de paz definitivo en Colombia tendrá la impronta de la nueva época, permitiendo que las instituciones de integración regional emergentes salgan fortalecidas, mientras la OEA agoniza.

El protagonismo de Cuba constituye otro gran significante. La Habana se convirtió en la capital de la paz del continente y el presidente Raúl Castro el representante de la dignidad Cubana. Este país ha sido determinante en el proceso de paz al sostener posturas decididas para favorecer el diálogo y el entendimiento del pueblo colombiano, dando muestra del profundo carácter democrático de su gobierno revolucionario. Sólo los exponentes del pensamiento atrasado del macartismo de la guerra fría como Uribe, Macri o Capriles siguen con sus diatribas justificadoras del criminal bloqueo. Es innegable el avance de Cuba en el ajedrez geopolítico en pulso con los Estados Unidos y sus temidos aliados.

La aparición en escena de Ban Ki-moon representando a la ONU y a Danilo Medina de la presidencia pro-tempore de la CELAC, resulta ser el significante que vislumbra la no repetición de la violencia. Representa el aprendizaje de las experiencias pasadas, como la nefasta lección del primer cese bilateral al fuego y hostilidades firmado por el Gobierno y las FARC-EP en 1984, a partir del cual no vino la paz, sino el genocidio de 5 mil militantes de la izquierda colombiana y 32 años más de guerra. En el contenido del acuerdo quedan explícitas las referencias al compromiso estatal para desmontar las facciones paramilitares que siguen actuando por todo el país y la obligación para defender la vida de los militantes de la insurgencia que se movilizan hacía la vida civil, así como el deber gubernamental para detener la sistemática violencia contra el conjunto del movimiento popular colombiano. El presidente simbolizó estos compromisos con un bolígrafo fabricado con un proyectil de fusil, que posteriormente le regaló al comandante máximo de las FARC-EP.

Resultó especialmente simbólico el apoyo transversal que concita la paz de Colombia, y el papel destacado del presidente Nicolás Maduro como uno de los principales amigos que siempre ha tenido la paz. Piedad Córdoba lanzó por twitter un lindo mensaje destacando que en este día histórico recordaba a todos los hombres y mujeres que trabajaron por la paz en los tiempos en que incluso estaba proscrito hacerlo, haciendo referencia al papel central jugado por el grupo Colombianos y Colombianas por la paz y por el apoyo incondicional al diálogo expresado en múltiples acciones y discursos por el comandante Hugo Chávez, en los tiempos de la nefasta violencia del uribismo. Mucha gente anónima, muchos sacrificios personales, muchos esfuerzos nacionales e internacionales se tuvieron que realizar para poder decir hoy ¡llegó el fin de la guerra!

Dos ausencias muy significantes son materia de preocupación. La ausencia del vicepresidente de Colombia Vargas Lleras, quien es el principal aspirante del santismo para ser candidato presidencial en 2018, y muy ausente también del debate público sobre la paz. Un hombre conocido por sus posiciones autoritarias de derecha, está dedicado a su campaña presidencial sin manifestar su compromiso al cumplimiento del tratado de paz, razones para empezar a analizar su papel tanto local como regional, y para perfilar una disputa política en contra de sus actuaciones ambiguas y neoliberales respecto de la paz. La otra ausencia en este escenario fue la del ELN. Ésta obliga a pensar en redoblar la presión social para que la paz sea completa e impedir que por cuenta de la inflexibilidad del Gobierno y del ELN se quiebren los sueños de paz de las mayorías.

Este fue un anuncio de la apertura de la democracia colombiana, que allana el camino para la construcción de la paz y la conquista popular de la justicia social. En los discursos de Santos y de Timochenko quedaron claras las distintas posturas sobre la política, que expresan dos visiones de país, que también son dos posiciones sobre el futuro de Latinoamérica. Se acabaron los argumentos para estigmatizar los postulados de la izquierda colombiana, el país entra en una etapa en la cual el campo popular podrá avanzar en el objetivo de derrotar al neoliberalismo. Se abre la posibilidad de buscar un gobierno constituyente de un nuevo orden social y superador de la casta oligárquica. El anuncio del 23-J en clave geopolítica, nos permite ver con mayor claridad los tiempos que vienen para transformar a Colombia, que serán vertiginosos e imperdibles.

Fuente: CELAG


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