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Colombia-Venezuela: disputar una frontera de guerra
Publicado 5 marzo 2018



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Las jornadas tuvieron mesas de trabajo en simultáneo de ambos lados de la frontera para abordar diferentes ejes temáticos, y un concierto de cierre en San Antonio, a pocos metros del puente internacional Simón Bolívar, donde asistieron más de 3 mil personas. 
 

La frontera entre Colombia y Venezuela es uno de los principales frentes de guerra contra la revolución. Allí desarrollan operaciones mediáticas las agencias de comunicación, allí fue el presidente Juan Manuel Santos en persona para ahondar en la matriz de la “crisis humanitaria venezolana” que necesitan instalar, allí tienen desarrollo fuerzas paramilitares que controlan corredores del contrabando de extracción. No se puede comprender el conflicto nacional e internacional contra Venezuela sin esa frontera. 

Ese frente de más de 2.200 kilómetros tiene territorios de mayor tensión. Uno de ellos está entre el estado Táchira, Venezuela, y Norte de Santander, Colombia, con las ciudades de San Antonio y San José de Cúcuta respectivamente. Desde Cúcuta se gestan gran parte de esas imágenes internacionales, las acciones de los políticos que alientan violencias presentes y futuras. En esa ciudad tuvo lugar el atentando contra el candidato presidencial Gustavo Petro el pasado sábado.

En ese punto fue se realizó el encuentro Uniendo Pueblos por la Paz, entre el 1 y el 2 de marzo. Las jornadas tuvieron mesas de trabajo en simultáneo de ambos lados de la frontera para abordar diferentes ejes temáticos, y un concierto de cierre en San Antonio, a pocos metros del puente internacional Simón Bolívar, donde asistieron más de 3 mil personas. 

“El objetivo principal es fomentar acciones ciertas con la participación de las comunidades en la construcción de paz, y hermanarnos con el pueblo venezolano que está siendo agredido por el imperialismo norteamericano, con la anuencia de las demás naciones poderosas del mundo, y por la complicidad del gobierno colombiano y el territorio colombiano que se utiliza como cabeza de playa para ofender y atacar a nuestro hermano país”, indicó Olimpo Cárdenas Delgado, vocero de la Mesa Social por la Paz, y del Congreso de los Pueblos, organizaciones que fueron parte del encuentro, junto a otras como  el Movimiento Binacional de Integración por la Paz, y la Red Departamental de Derechos Humanos.

Se trató de un evento que se instaló en el epicentro del conflicto, para disputar su territorio, sentidos, actores, y poner sobre la mesa la necesidad urgente de deconstruir/enfrentar los ataques políticos, comunicacionales y económicos, y construir una propuesta fronteriza que permita evitar el camino hacia el cual la llevan las clases dominantes colombianas. Para eso la convocatoria fue desde las organizaciones populares, bajo la premisa de que no se podrá alcanzar una reconstrucción de la frontera sin el protagonismo popular, comunal, social.  

Las guerras en curso

La ofensiva del gobierno y los medios colombianos contra Venezuela se profundiza en un escenario de escalada de muerte a nivel nacional: 317 líderes sociales asesinados en el 2017, 38 en lo que va del 2018, de los cuales 6 en el Norte de Santander. El proceso de paz firmado con las Farc-Ep se encuentra en retroceso crítico debido, entre otras cosas, al retorno de la política de masacre contra una fuerza diseñados por las clases dominantes popular -40 líderes desmovilizados han sido asesinados-. 

En cuanto a la mesa de diálogo con el ELN también está en crisis. Esto se debería, según las matrices de comunicación de la derecha, al apoyo que tendría esa fuerza insurgente por parte del gobierno venezolano. Unificación de enemigos, política de guerra contra toda paz, y un intento de tapar los problemas evidentes: desnutrición infantil, gente en la calle, un modelo económico que margina, expulsa, mata. Ahí están los números, con más de 5 millones de colombianos viviendo en Venezuela.  

Quienes impulsan esas políticas son quienes alientan el racismo contra venezolano/as, hablan de centros de refugiados ante lo que denominan la crisis humanitaria, se animan, como el mismo presidente, a afirmar que “la migración de venezolanos es el problema más serio de Colombia”. Se trata de la profundización de un escenario de guerra que lleva años en desarrollo, se encuentra en un momento de agudización debido a los lineamientos dados por el Gobierno de los Estados Unidos, las vías posibles de desenlace que vislumbran contra Venezuela. 

La pregunta central para ellos sigue siendo la misma: cómo tomar el poder político en Venezuela. La respuesta todavía no aparece con claridad, no descartan ninguna opción -la electoral aparece como lejana en vista de los últimos movimientos-, entre ellas una posible intervención vía Colombia apoyada por fuerzas irregulares paramilitares. ¿Cuándo, bajo qué identidad, y con qué acto detonante? Por el momento existen hipótesis, escenarios en construcción como el de Cúcuta y las mediática mundial. 

Las respuestas

Se trata de mantener escenarios de paz cuando todo empuja a la guerra: la economía, la comunicación, la diplomacia. Cada frente se ha salido de lo democrático como parte de la estrategia contra el chavismo, y la intervención ya existe en formas no convencionales. Una de ellas es la pérdida del poder de la moneda nacional, algo evidente en zona de frontera, donde se habla en pesos, o en el país en general, con la dolarización de los precios, facturas, y pagos. 

Ante cada uno de esos frentes existen respuestas a desarrollar, no solamente por parte del gobierno, sino también de los movimientos populares, las comunas, el entramado de organización que hace vida en los barrios y zonas campesinas del país. Son necesarias las iniciativas que apunten en esa dirección, construyan otras narrativas, relaciones, disputen los territorios. Tanto del lado venezolano como del colombiano. Resulta claro que el enemigo es el mismo: las clases dominantes de cada país subordinadas a los Estados Unidos. 

El encuentro binacional fue una iniciativa en esa dirección, la de no dejar librado un territorio al control paramilitar, instalar un escenario con 3 mil personas en centro de San Antonio, debatir entre mil personas en Cúcuta. La estrategia adversa busca el repliegue popular, instalar el miedo, el silencio, la cultura paramilitar que pasa a dictar horas, caminos, precios, hasta formas de vestir a las poblaciones. Ante eso se debe impulsar el retome de los espacios públicos, del debate, algo complejo, amenazado de balas en permanencia. 

Está en juego desandar un cuadro de guerra en ascenso, que busca nuevas etapas de la confrontación, parece dispuesto a destruir lo que sea necesario para alcanzar sus objetivos. La hipótesis del caos, intento de fracturas y colapsos económicos no son especulaciones acerca de las estrategias enemigas, son la conclusión de análisis de movimientos, discursos, y actos concretos. A eso estamos enfrentados, no solamente el gobierno venezolano, el chavismo como movimiento histórico, sino todos aquellos procesos políticos que no se subordinen a un imperialismo norteamericano que se encuentra amenazado por un mundo que ya no controla como lo hizo durante años.


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