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Chile: El triunfo del odio
Publicado 25 noviembre 2021



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Hace 48 años, el 11 de septiembre de 1973 se escribe una de las partes más nefastas de la historia de Nuestra América. De la mano de la CIA estadounidense, su presidente Richard Nixon y los grupos más poderosos de la derecha local, se inicia una larga y aciaga noche neoliberal para poder implementar su política económica y eliminar todo tipo de reacción popular. 

                                                             "Sepan ustedes que mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por dónde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor."                                                                                                                                                   Salvador Allende.

Hace 48 años, el 11 de septiembre de 1973 se escribe una de las partes más nefastas de la historia de Nuestra América. De la mano de la CIA estadounidense, su presidente Richard Nixon y los grupos más poderosos de la derecha local, se inicia una larga y aciaga noche neoliberal para poder implementar su política económica y eliminar todo tipo de reacción popular. 

Dicho golpe terminaría con la democracia chilena y la propuesta de la vía pacífica al socialismo que pregonaba su presidente, Salvador Allende.

Era el inicio del terrorismo de Estado y el plan Cóndor que finalmente se impondría bajo la tutela del imperialismo norteamericano, además de terminar con la vida y la desaparición física de cientos de miles de militantes y cuadros políticos del campo popular.

La dictadura militar bajo el mando del genocida General Augusto Pinochet ofrecía el escenario ideal para adoptar las medidas más radicales y antipopulares como opción inmediata a través del recorte violento de gastos públicos, liberalización comercial y desregulación financiera. Los representantes de la escuela de Chicagos Boys bajo la dirección de Milton Friedman y Friedrich Von Hayek, irrumpían con el entonces nuevo relato del neoliberalismo que años más tarde costaría tan caro a nuestros países.

Poco importaba la vida democrática y la vida de los ciudadanos, porque para ellos "la verdadera libertad es la económica, que era la base de todo, y por lo tanto la dictadura era la única esperanza, la mejor solución a pesar de todo".

Con el pasar del tiempo Chile se convertiría en el oasis neoliberal, el país más privatizado de América Latina, no se logró revocar la constitución enmarcada en los lineamientos pinochetistas, y el dictador murió sin ser juzgado, sin pena ni gloria. Los procesos electorales daban ganadores de "frentes de izquierda" devenidos en concertaciones democráticas, pero sumamente tibios ante las siempre sesgadas y brutales ofensivas neoliberales.

Las movilizaciones de octubre de 2019 anunciaban una primavera que no sólo fue criminalmente reprimida con jóvenes y viejos mal heridos, y que en varios casos perdieran la vista, producto del accionar salvaje y premeditado de las fuerzas del presidente Piñera, sino que pandemia de por medio, dejaron en suspenso las posibles iniciativas de importantes sectores populares. 

El descontento general y las muestras de arrojo y dignidad de la juventud chilena permitió albergar grandes esperanzas en las elecciones del pasado domingo.

Sin embargo, los discursos de odio, las fake news del poderoso diario El Mercurio y otros medios hegemónicos alentaron el remanido fantasma del comunismo, prefabricaron el miedo ante el eventual triunfo de los candidatos progresistas y por lo tanto colocaron en el primer lugar al candidato ultraderechista José Kast  que en caso de lograr el apoyo en segunda vuelta de sectores conservadores como los que lideran Sebastián Sichel, candidato de Piñera y Franco Parisi, un controvertido empresario que vive fuera del país, sumarían arriba del 50% para proclamarse ganadores.

El mismo fenómeno que acompañaría a Macri en Argentina y el fascista Bolsonaro en Brasil, se repite hoy en Chile a través de consignas racistas, xenófobas y la consolidación de un sistema neoliberal que además de representar un fracaso continuo, es el germen de una mayor desigualdad y pobreza extrema que atenta contra cualquier tipo de democracia.

Resulta increíble después de más de cuatro décadas que las llamadas ¿democracias? latinoamericanas se transformen en nuevas dictaduras con fachada parlamentaria, y a diferencia de las pasadas, reemplazan las bayonetas y los golpes de Estado por un golpe blando, que de la mano del Poder Judicial y los medios hegemónicos se encargarán de perseguir y desatar una feroz cacería judicial contra nuestros líderes y militantes populares. Así sucedió en los últimos años con las inventadas causas judiciales contra Lula en Brasil, Correa en Ecuador y Cristina Kirchner en Argentina. 

Por tal motivo debemos de inmediato fomentar la democracia directa a través de los mismos ciudadanos, conformar barrios y comités de defensa de nuestras demandas, pero fundamentalmente empoderar a la población a través de la formación de cuadros políticos, los mismos cuadros que alentarán nuevas opciones para que los oprimidos dejen de votar a sus verdugos.

A 48 años de su muerte, el legado de Salvador Allende es parte imprescindible de la memoria de nuestros pueblos. Tal como lo expresara minutos antes de su fatal desenlace en Radio Magallanes: "Tengo la certeza que mi sacrificio no será en vano, que por lo menos será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición". 

No es casual, que después de tanto tiempo, el compañero Allende siga presente en el corazón y la memoria de millones de patriotas latinoamericanos.


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