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Capablanca figura como uno de los primeros niños prodigios del ajedrez registrados. En la imagen, el niño José Raúl enfrentando a su padre, al que derrotaba ya con cinco años.

Capablanca figura como uno de los primeros niños prodigios del ajedrez registrados. En la imagen, el niño José Raúl enfrentando a su padre, al que derrotaba ya con cinco años. | Foto: Cubadebate

Publicado 19 noviembre 2020



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Conocido como “el Gran Cubano”, Capablanca está reconocido como uno de los ajedrecistas más importantes de la historia.

Este jueves la Federación Internacional de Ajedrez (Fide) celebra el Día Mundial de ese deporte - ciencia. Si bien la jornada mundial tiene también otro momento (20 de julio para la Organización de las Naciones Unidas, ONU), no puede pasarse por alto que la fecha escogida por la Fide honra la memoria de un ilustre latinoamericano.

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Se trata de José Raúl Capablanca y Graupera, tercer campeón mundial de ajedrez. Capablanca está reconocido como una de las grandes figuras del ajedrez de todos los tiempos, y su desempeño ha influido notablemente en grandes exponentes como Bobby Fisher y Anatoly Kasparov; así como en el entendimiento del juego como tal.

Capablanca nació en La Habana, Cuba, el 19 de noviembre de 1888. Considerado un niño prodigio, aprendió a jugar ajedrez por sí mismo, mirando las partidas que su padre sostenía con algunos amigos.

Según varias biografías, a la edad de cuatro años, el niño José Raúl corrigió un movimiento incorrecto a su progenitor durante una partida. Fue el momento en que sus padres decidieron involucrarlo un poco más en esa actividad.

La historia recoge que Capablanca fue campeón de Cuba a los 13 años; y siendo un adolescente venció al reputado jugador y campeón de Estados Unidos, Frank Marshall. Por esa época archivó éxitos contra otros monstruos del deporte, como Emmanuel Lasker y Aaron Nimzowitsch.

Fue por esos años que decidió abandonar los estudios de Ingeniería Química que cursaba en Estados Unidos para dedicarse enteramente al Ajedrez, en contra de los deseos de su padre. Participó en importantes torneos con resultados de altísimo nivel, lo que le valió para disputarle el título de campeón del mundo a Lasker.

Ese enfrentamiento sucedió en 1921 y Capablanca lo ganó invicto, algo que no se repitió hasta pasados 80 años, cuando Vladímir Krámnik le ganó a Garry Kasparov, sin perder una partida, en el año 2000.

El Gran Maestro cubano se mantuvo en la cima hasta que perdió el título en 1927 ante el ruso - francés Alexander Alekhine, en un torneo para el que Capablanca no se preparó. Su rival, por el contrario, estudió minuciosamente el juego del criollo, inaugurando una práctica deportiva que es hoy habitual entre los competidores del juego - ciencia.

Vale decir que Alekhine nunca dio a Capablanca la revancha a la que tenía derecho, es más, el ruso - francés rehusó enfrentar al cubano en cualquier torneo hasta 1939, en que ambos compitieron en la Olimpiada Mundial de Ajedrez, con medalla de oro para Capablanca en el primer tablero.

El desempeño del Gran Cubano recoge sólo 35 derrotas en partidas oficiales (6 por ciento de su total). Permaneció ocho años invicto (1916 - 1924), período en el que disputó 63 partidas oficiales.

Sólo cuatro jugadores pudieron presumir de haber ganado dos o más partidas a Capablanca en su madurez deportiva (Marshall, Lasker, Alekhine y Rudolph Spielmann). De ellos, todos pierden el duelo particular histórico con el cubano, excepto Spielmann, que empata a dos victorias para cada uno y ocho tablas.

De hecho, sólo un jugador de la élite, el soviético Paul Keres, tuvo un estrecho margen positivo ante Capablanca, pues le ganó una partida, no perdió y entabló cinco veces. Vale decir que esto ocurrió cuando el cubano tenía 50 años, en el declive de su carrera. El coeficiente ELO de por vida de Capablanca ha sido calculado en un altísimo 2.725.

El impacto en el ajedrez de Capablanca, fallecido en 1942, fue tal, que la Fide celebra el Día Mundial de este deporte en su honor. Incluso Alekhine, con quien Capablanca mantuvo las peores relaciones por su conducta después del Campeonato del Mundo, calificó al cubano como el más grande jugador de todos los tiempos.

Otros jugadores han surgido y nuevos récords se han impuesto. Pero la impronta de Capablanca, a 132 años de su natalicio, sigue vigente en el deporte al que dedicó su vida.  


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