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Las iglesias colombianas han sido también afectadas por la violencia, tal es el caso del templo de Bojayá, donde una bomba causó la muerte de más de 70 personas en 2002.

Las iglesias colombianas han sido también afectadas por la violencia, tal es el caso del templo de Bojayá, donde una bomba causó la muerte de más de 70 personas en 2002. | Foto: EFE

Publicado 6 octubre 2020



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El estudio recoge las afectaciones sufridas por las iglesias evangélicas como consecuencia de la violencia.

La organización Diálogo Intereclesial por la Paz en Colombia, (Dipaz), entregó el pasado 2 de octubre el informe “El rol de los evangélicos en el conflicto armado” que cuenta con un análisis basado en testimonios del papel de las iglesias desde 1959.

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El reporte, coordinado por el pastor Pablo Moreno, fue entregado a la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la convivencia y la no repetición (CEV), al objeto de hacer patente las afectaciones sufridas por las iglesias como resultado de la violencia armada.

El estudio identifica tres períodos, siendo el primero el de 1959 a 1970, donde, según el informe, la intolerancia de algunas minorías católicas asoció el liberalismo con el protestantismo como enemigos de la fe católica y afectaron notablemente el desarrollo del ejercicio de culto y programas escolares evangélicos.

Un segundo período identificado, que discurrió entre 1971 y 1990, fue el escenario en que, según el documento, los evangélicos se caracterizaron por dos posturas frente su actuación en la sociedad. Por un lado, quienes consideraban que el evangélico debe respetar el orden establecido como algo establecido por Dios, mientras que otros consideraban que era necesario ayudar a la transformación de la sociedad pacíficamente.

Este último fue el ejemplo de algunos líderes presbiterianos que organizaron una de las primeras ONGs en Colombia, conocida como La Rosca, liderada entre otros por Orlando Fals Borda, Gonzalo Castillo y Augusto Libreros.

Las iglesias evangélicas que lograron recuperarse y reiniciar sus vidas en las zonas rurales comenzaron a padecer presiones por parte de las partes en conflicto. Estas presiones consistieron en limitación del ejercicio del culto, impedimento de movilización libre y autónoma de un lugar a otro.

El tercer período (1991 a 2016) significó, al decir de los autores del estudio, un giro en la presencia de los evangélicos en Colombia, hubo mayor reconocimiento público y surgieron partidos evangélicos que reflejaban el cambio de perspectiva hacia la sociedad.

Las iglesias sufrieron en el desplazamiento, ataques, masacres de los paramilitares que mostraron cómo la población civil quedó a la intemperie del fuego cruzado entre grupos armados. Familias pastorales sufrieron separaciones, comunidades desintegradas y exilio de algunos por amenazas debido a su rol social y profético en defensa de las víctimas del conflicto y los derechos humanos.

Por otro lado, cabe destacar que, dentro del rol de las iglesias en todo este largo período, fueron comunidades restauradoras, acompañantes en medio del sufrimiento, estuvieron del lado de la reconciliación y la siembra de esperanza para los más afectados por el conflicto, se expresa en el trabajo.

Las iglesias, según el informe, también han estado abiertamente comprometidas con la construcción de paz y la solución pacífica del conflicto armado en Colombia.


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