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  • "Quiero que nadie olvide a cada una de las víctimas de algo que no fue una guerra, fue terrorismo de Estado", dijo el presidente de Argentina, Alberto Fernández, en un homenaje a los trabajadores desaparecidos y dirigentes gremiales perseguidos, detenidos, torturados, incluso con la complicidad de empresarios, durante la última dictadura militar (1976-1983). El 24 de marzo de 1976 empezó "la mayor tragedia de la sociedad argentina" y ésta no se debe olvidar "nunca" y lamentó que aún haya "negacionistas" de lo que ocurrió durante la dictadura.
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    "Quiero que nadie olvide a cada una de las víctimas de algo que no fue una guerra, fue terrorismo de Estado", dijo el presidente de Argentina, Alberto Fernández, en un homenaje a los trabajadores desaparecidos y dirigentes gremiales perseguidos, detenidos, torturados, incluso con la complicidad de empresarios, durante la última dictadura militar (1976-1983). El 24 de marzo de 1976 empezó "la mayor tragedia de la sociedad argentina" y ésta no se debe olvidar "nunca" y lamentó que aún haya "negacionistas" de lo que ocurrió durante la dictadura.

Las listas de detenidos-desaparecidos fueron confeccionadas sobre la base de las denuncias recibidas por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas  -CONADEP- y los organismos de derechos humanos. No incluyen los múltiples casos, en que nadie pudo o quiso hacer una denuncia.

Nadie sabe exactamente cuántas personas fueron detenidas-desaparecidas y cuántas asesinadas por las fuerzas armadas o la Triple A,  grupo parapolicial Alianza Anticomunista en Argentina. 

Las listas de detenidos-desaparecidos fueron confeccionadas sobre la base de las denuncias recibidas por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas  -CONADEP- y los organismos de derechos humanos. No incluyen los múltiples casos, en que nadie pudo o quiso hacer una denuncia. 

La memoria, la verdad y la justicia, guía el trabajo de organizaciones argentinas de defensa de los derechos humanos y de los familiares de desaparecidos y detenidos. A 45 años del inicio de la dictadura cívico-militar que implementó el terrorismo de Estado en Argentina y aunque la pandemia impidió las manifestaciones masivas en la calle, han insistido en el ejercicio colectivo de reflexión, recuerdo y homenaje. 

Los argentinos fueron invitados a plantar la vida, 30.000 árboles para homenajear a los desaparecidos durante la dictadura, como acto de memoria y futuro.

Videla.

El periodista José Ignacio López, que por entonces trabajaba en la agencia Noticias Argentinas, recordó la mañana de diciembre de 1979, cuando durante una conferencia de prensa en la Casa Rosada, le preguntó al dictador Jorge Rafael Videla por los desaparecidos. Este le respondió: "Son una incógnita, no tienen entidad, no están ni vivos, ni muertos".

“Ocurre en toda guerra”. Videla lo resolvió cínicamente: "Yo soy el primero en reconocer que, en ese período hubo chicos que fueros sustraídos, algunos con la mejor intención de que iban a una casa desconocida. Es un delito, pero no respondía a un plan sistemático. El gobierno no ordenó que se hiciera eso", dijo desde el Penal de Campo de Mayo, donde cumplía condena a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad. "Sobre cuántos son, se podrá discutir, no está en el número, está en el hecho", afirmó.

El represor, miembro de la Junta Militar entre 1976 y 1978 y presidente de la Nación Argentina de facto, con la suma de los poderes ejecutivo y legislativo entre 1976 y 1981, también dijo en la entrevista que los cuerpos de los asesinados fueron desaparecidos "para no provocar protestas dentro y fuera del país" y que los empresarios dijeron "'tendrían que haber matado a mil, a diez mil más'".

Después de dos años de proceso judicial, la sentencia al dictador se hizo efectiva en 1985. Con la cadena perpetua se iniciaba un camino histórico.  Fue un proceso conocido como “Juicio a las Juntas”, promovido por el presidente Raúl Alfonsín, al tomar posesión en diciembre de 1983.

Por primera vez, un país había enjuiciado a los máximos responsables de una dictadura, dentro de su propio país.

Ahí está el cuerpo.

Lo que no han podido hacer miles de familiares de los desaparecidos, le fue concedido al asesino. Un sepulturero tirando de su carrito cargado de la tierra negra, dijo ladeando el cigarro de su boca: “Es esa, es esa. Ahí está el chabón”. En su rostro casi se dibujó una mueca sarcástica, como la oscura historia argentina que el muerto representaba.

"Ahí está el cuerpo. Sin habeas corpus. Unos papeles y es suyo, llévense el envase de su pariente. Cuentan ustedes con un cuerpo. Que les conste que lo reciben sin quemaduras ni moretones. Podríamos haberlo golpeado al menos, que ya hubiera estado pago. Pero nosotros preferimos no hacerlo, eso que sí hizo este cuerpo que ustedes van a enterrar. No lo tiramos desde un avión, no lo animamos a cantar con descargas de picana. Que cante, por ejemplo, adónde están nuestros cuerpos, los de nuestros compañeros. No fue violado. No tuvo un hijo acostado en el pecho mientras le daban máquina. No lo fusilamos para decir que murió en un enfrentamiento. No lo mezclamos con cemento. No lo enterramos en cualquier parte como NN. No le robamos a sus nietos. Acá tienen el cuerpo".  Poco después de que Jorge Rafael Videla muriera, se difundió un texto del periodista Jorge Kostinger, que iba dedicado a la familia del dictador argentino. Videla falleció en su celda, a los 87 años, en 2013.

Los vecinos de Mercedes, su ciudad natal a unos cien kilómetros de la capital, se movilizaban con pancartas en manifestaciones y a través de cartas abiertas. Las imágenes con los rostros de desaparecidos, amanecieron en el camposanto. "Mercedes no quiere transformarse en depositario de los restos del mayor genocida argentino, ni en centro de peregrinaje del fascismo".

Mientras el cuerpo seguía en la morgue, algunos fieles le organizaron una misa y lo sepultaron con sigilo en un cementerio privado a las afueras de Buenos Aires. Se enterraban historias de horror, pero las heridas permanecían abiertas.

 

El mérito de la resistencia.

En respuesta al dictador, Estela de Carlotto, presidenta de la organización Abuelas de Plaza de Mayo, dijo: “Nosotros manejamos esa cifra de 30.000 porque los propios genocidas lo llevaron a 45.000. Todavía estamos recibiendo denuncias de nietos que nacieron en cautiverio porque hay personas que se están animando ahora a contar la verdad. ¡Qué maldad  empezar a manejar cifras! Que nos dé la lista de los que él piensa que son, si la tiene”.

Las organizaciones, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, la Comisión Argentina de Derechos Humanos, Servicio Paz y Justicia, Centro de Estudios Legales y Sociales, tienen el mérito de la resistencia en la denuncia de los crímenes de lesa humanidad.

En Argentina se produjeron  entre 1930 y 1966, cinco golpes de Estado. El historiador Felipe Pigna explicó una de las singularidades de este periodo: “Anteriormente había presos políticos, gente que uno sabía dónde estaba, que estaba detenida a disposición de la justicia con un régimen de visita. Pero la dictadura (de 1976) implementó el método de desaparición de personas, un método tremendo que enloquece a las familias y que además iba acompañado de la pérdida de identidad, la tortura y la muerte de miles de personas en Argentina”.

El informe “Nunca Más”, de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), dirigido por el escritor Ernesto Sábato y publicado en 1984, dio fe “de algunos de los métodos empleados, que no se conocían antecedentes en otras partes del mundo. Hay varias denuncias acerca de niños y ancianos torturados junto a un familiar, para que éste proporcionara la información requerida por sus captores”.

Se trataba de la Operación Cóndor.  Plan de inteligencia y coordinación entre los servicios de seguridad de los regímenes militares del Cono Sur: Argentina, Chile, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia, la contrarrevolución cubana y los servicios secretos de Francia en la década de los años 1970. Estados Unidos lideraba la lucha anticomunista en medio de la guerra fría, escenario para el surgimiento de dichos regímenes, por lo que este plan, se constituiría en una organización clandestina internacional para la práctica del Terrorismo de Estado, con el fin de eliminar a las voces opositoras, principalmente de izquierda. Argentina no era un hecho aislado.

La suequita y otros 29 000.

El testimonio de Susana Burgos fue decisivo, para entender qué le pasó a la Suequita. La superviviente declaró ante la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, sobre el caso de la estudiante sueca Dagmar Hagelin, en enero de 1977.

Dagmar la suequita, tenía 17 años y era alumna del Liceo de Señoritas de Callao y Corrientes. Aquel día no volvió a casa, después de visitar a una amiga y compañera militante de Montoneros. Sobre la jovencita, secuestrada por un grupo de hombres de la Escuela de Mecánica de la Armada, más tarde, Alfredo Astiz, un militar que se infiltró en las organizaciones de derechos humanos, se jactó de haber disparado por la espalda, la bala que hirió a la joven.

Susana Burgos fue detenida en plena calle un el 26 de enero de 1977, por un comando de la Escuela de Mecánica de la Armada. En el mismo centro de Buenos Aires, el recinto funcionaba desde mayo de 1976, como un centro clandestino de detención. Allí fue torturada con una picana eléctrica en distintas partes de su cuerpo. “También me dieron palizas y me pusieron grilletes, esposas y una capucha en la cabeza”, mientras le preguntaban por militantes de la guerrilla peronista Montoneros. Su esposo fue Carlos Caride, dirigente montonero, fue asesinado por la dictadura a mediados de 1976. Ella estuvo detenida “dos años, menos un día”, casi siempre con los ojos vendados.

Durante la década de 1970, Argentina vivió un período de gran convulsión social y política. Desde mediados del ’50, comenzaron a manifestarse contradicciones económicas, sociales y políticas que no podían ser resueltas por los gobiernos de turno.

Los Montoneros eran defensores de un programa identificado con las banderas del peronismo, particularmente notable en el plano de frentes sindicales. Se caracterizó por defender un programa de naturaleza reformista, que hacía hincapié en la necesidad de alcanzar la Liberación Nacional y construir una nación con “independencia económica”, “soberanía política” y “justicia social”. A pesar de la importancia de la lucha que estas organizaciones libraron en el plano ideológico, en diferentes sectores de la población, la historiografía ha concentrado su atención en el análisis de su desarrollo militar. 

La respuesta fue violentamente represiva. La Escuela de Mecánica de la Armada, fue uno de los más de sesenta campos de concentración secretos creados por la dictadura. Allí los presos sufrían crueles torturas y luego algunos trasladados a otras estancias como “La Capucha” o “La Pecera”. Con grilletes en los pies, miles de opositores permanecían hacinados y dormían en colchonetas sobre el piso. Muy pocos sobrevivieron.

Para investigar, juzgar, sancionar y reparar los crímenes de lesa humanidad cometidos por la última dictadura cívico-militar, hubo que anular las "leyes del perdón y de la impunidad". El 2 de septiembre de 2003, el Poder Ejecutivo, a cargo del entonces presidente Néstor Kirchner, promulgó la ley 25.779 que declaró la nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, que hasta ese momento impedían que los responsables de delitos de lesa humanidad fueran juzgados.

En el año 2000 se logra detener en México y extraditar a España, a Ricardo Miguel Cavallo. El teniente de navío formó parte de los operativos del Grupo de Tareas 3.3.2 - tristemente célebre comando de inteligencia- de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) en 1976, bajo el mando de Alfredo Astiz, el “ángel rubio”, uno de los torturadores más sanguinarios y eficientes de la dictadura militar. 

El excapitán de la marina de guerra argentina Alfredo Astiz, condenado a cárcel perpetua por crímenes en la dictadura (1976-1983), afirmó que nunca pedirá perdón.

 

Terrorismo de Estado

"Quiero que nadie olvide a cada una de las víctimas de algo que no fue una guerra, fue terrorismo de Estado", dijo el presidente de Argentina, Alberto Fernández, en un homenaje a los trabajadores desaparecidos y dirigentes gremiales perseguidos, detenidos, torturados, incluso con la complicidad de empresarios, durante la última dictadura militar (1976-1983). El 24 de marzo de 1976 empezó "la mayor tragedia de la sociedad argentina" y ésta no se debe olvidar "nunca" y lamentó que aún haya "negacionistas" de lo que ocurrió durante la dictadura.

El acto se realizó en el Espacio para la Memoria y para la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos, en las dependencias de la antigua Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), en Buenos Aires,

El sitio de exhibición y archivos de la Memoria, fue inaugurado durante el gobierno de Cristina Fernández (2007-2015).

La argentina de Cuba

 “Gra”, como es conocida, era un objetivo de la policía y ejército argentinos, por lo que fue obligada a vivir en la clandestinidad, los ocho años de la dictadura. En 1986 Graciela Ramírez partió a España, después de los decretos de Obediencia Debida y Punto Final, hasta que en la década de 1990, decidió radicarse en Cuba. Actualmente, al frente de Resumen Latinoamericano, da voz a los humildes y todas las causas libertarias.

Todo esta en la memoria
Graciela Ramírez

En el día de la memoria, junto a representantes del Comité Internacional Paz, Justicia y Dignidad a los Pueblos, hizo la entrega simbólica de una planta en la agencia de noticias Prensa Latina, que tuvo entre sus fundadores al periodista y escritor argentino Rodolfo Walsh, asesinado por militares durante una emboscada en 1977 y del cual no hay información exacta sobre sus restos. También para recordar en su fundación a otros dos argentinos, Ernesto Che Guevara y el periodista Jorge Ricardo Masetti.

La periodista y activista de derechos humanos Graciela Ramírez, también recuerda como la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos torturó y desapareció a diplomáticos cubanos durante la última dictadura militar de Argentina.

Hoy, una placa de bronce en Buenos Aires, perpetúa la memoria de Crescencio Galañena Hernández y Jesús Cejas Arias, secuestrados el 9 de agosto de 1976. Tenían, 26 y 23 años respectivamente, cuando fueron llevados al centro clandestino de detención “Automotores Orletti”, en donde sufrieron torturas. Para ello, los agentes de la CIA Michael Townley y Guillermo Novo Sampol, viajaron especialmente desde Chile y Estados Unidos, para torturar a los cubanos.

 “Esto está en los testimonios del chileno Juan Manuel Contreras Sepúlveda, de la DINA, y fueron corroborados ante la jueza (argentina) María Servini de Cubría, que los tiene registrados”, dijo Ramírez.

Tras años de búsqueda, peritos cubanos y argentinos encontraron los restos mezclados en cemento. La justicia argentina condenó a cuatro represores por el secuestro y desaparición de los cubanos. La participación de los agentes de la CIA quedó impune, como la de otros instigadores. 

La memoria

A propósito, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner aseguró que "las políticas de Memoria, Verdad y Justicia castigaron a los que violaron los derechos humanos, pero a los que instigaron, apoyaron y empujaron a hacer lo que hicieron, nunca les pasó nada", dijo durante un acto realizado en la localidad bonaerense de Las Flores, donde encabezó la conmemoración por el 45 aniversario del último golpe de Estado.

Dado el estancamiento durante el gobierno anterior -2015 a 2019- de Mauricio Macri, en el 2021 se impulsa una importante agenda de derechos humanos. En febrero de este año, un tribunal federal argentino condenó a ocho marinos y policías y a un civil. Se trata del cuarto y más grande juicio contra delitos de lesa humanidad perpetrados durante la pasada dictadura militar (1976-1983).

Entre los momentos más duros del juicio estuvo el caso de la sustracción de niños y niñas, nacidos en cautiverio o secuestrados con sus padres por el Grupo de Tareas 3.3.2 con su base operativa en la ESMA. Fueron condenados a prisión perpetua, el ex oficial de la Armada Carlos Castellvi, el ex agente de policía Raúl Cabral y el civil Miguel Conde, miembros de inteligencia que actuaban en grupos de tareas en secuestros y torturas. Los otros a penas menores.

 


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