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Soy Reportero
Fecha de publicación 30 mayo 2019 - 03:43 PM

Por Roberto Marra

Buscar la salida de un laberinto, puede convertirse en una pesadilla. Idas y vueltas, curvas y contracurvas, muros y puertas, se presentan ante quienes pretenden recorrer esos recovecos sin destino seguro, que pasarán de la ilusión al desánimo y, de ésta, a la desesperación. Es un ejercicio donde el control mental y la sabiduría acumulada por la experiencia juegan un papel preponderante, pero aún así no aseguran el encuentro con la ansiada desembocadura de esa senda enredada a propósito, construida con el único fin de demorar o impedir que se descubra su final.
Así han pasado estos años de macrismo explícito, descarnado y atroz, buscando una salida del laberinto erigido para impedir que el pueblo encontrara sus puertas a las felicidades prometidas en vano. Nada fue hecho sin pensar. Poco ha sido producto de los errores, porque los daños fueron los buscados desde su inicio, anunciados desde el mismo momento en que se apoderaron del resorte institucional que les faltaba.
El laberinto neoliberal fue construido con ladrillos de mentiras y revoques de fantasías, adornado por guirnaldas de globos amarillos que se fueron pinchando uno a uno a nuestro paso. Fue techado con ilusiones meritocráticas e iluminado con lucecitas de colores que evocaban fiestas sin torta ni champagne, al menos para los millones de transeúntes de esos túneles hacia la nada misma que, sin embargo, caminaban hacia ese espejismo prometido, empujados por la carroña mediática que les iba marcando falsas salidas para poder continuar con sus saqueos.
Entonces, cuando todo parecia destinado a seguir encerrados en esos oscurecidos pasadizos hacia la muerte social, cuando ya se empezaban a ver las rajaduras de los muros vergonzantes con que fuera levantado ese falso castillo de anhelos postergados, cuando ya se acercaba el día en que esa muchedumbe encerrada debía decidir si continúa o no con el oprobio que los atrapó en ese camino sin salida, aparece la voz templada y necesaria, rompe el silencio el paradigma de los odios que introdujeron a millones de engañados y otros tantos desaprensivos, en ese túnel intrincado de maldades y sufrimientos indecibles.
Sale a la luz la palabra sabia, contundente. Sobreviene la justicia de sus pensamientos, alcanza los oídos de los que no la escuchaban, separa la vileza de las esperanzas y hace anidar en los corazones de las buenas personas, otra ilusión, renovada, posible, desafiante. Atrapa la atención de sus enemigos, desarma las ridículas trampas con las que la persiguen desde siempre, desnuda la sinrazón de un Poder enajenado ante su capacidad y su lealtad a las inmutables convicciones que la impulsan a ser y hacer lo que nadie más puede.
Como en esa bella poesía de Benedetti, táctica y estrategia desencadenan las puertas de ese infernal pasadizo en el que nos demoraron la vida. Los muros se desploman al paso de su voz pausada y audaz. Las mentiras caen al piso de la indignidad que las creó y las puertas hacia otras expectativas se van abriendo ante los ojos esperanzados de quienes ya nada esperaban.
Otra vez el aliento de su firmeza va generando el viento que arrasará la miseria y la locura desatada por esta manada de paquidermos oligárquicos. Nuevamente sopla el aire fresco de la vida renovada con las utopías que creíamos muertas. Se desflecan las maniobras de los falsos comunicadores, de los oscuros fantasmas de una justicia atropellada por la corrupción y la cloacal intrepidez de sus ejecutores, habitantes de un mundo atrapado entre un pasado que se niega a morir y un futuro que los empuja hacia el abismo que ellos mismos cavaron.
No puede haber mayor grandeza que postergar lo que por derecho e historia le pertenece. No puede pedirse sacrificio mayor que el acto de suprema entrega de un tiempo que la señalaba como la única capaz de atravesar con el suficiente valor y sobrada capacidad para derrotar los desafíos que nos esperan para después de los horrores macristas.
Cristina es intelecto y corazón, coraje y pasión, esperanza y esfuerzo, ternura y fortaleza. Es la portadora de una mirada de estadista de nivel planetario. Es la intrépida mujer que supo seducir a millones y enardecer a muchos embrutecidos a fuerza de tanta impiedad y falsía. Y es la mejor representante de una doctrina y sus banderas fundamentales, con la que ha sostenido siempre sus actos ante un Pueblo que deberá, algún día, tomar verdadera dimensión de semejante acto de nobleza y patriotismo, que nos abrió la puerta final del inmoral, cruel y odioso laberinto de la indignidad.

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