En el marco del recién anuncio de desmovilización de menores en las filas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia- Ejército del Pueblo (FARC-EP), los medios colombiano recuerdan e invitan a la ciudadanía a ver la película de Jairo Carrillo y Óscar Andrade, estrenada en 2011, y que está basada en las palabras de cuatro niños afectados por el conflicto armado del país suramericano.
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Pequeñas voces contracta la historia de cuatros niños que viven una vida, en apariencia feliz, con las tragedias provocadas por la guerra que lleva más de medio siglo desarrollándose en Colombia y que ha causado más de seis millones desplazados. Este trabajo cinematográfico documental y bibliográfico ha servido de semblanza de un presente y pasado que ha marcado la vida de muchos colombianos.
El guión de Carrillo no evade ni la parte sentimental ni la crudeza de los hechos. Sabe además respetar las voces y la sencillez de percepción de los eventos de los infantes entrevistados en la Cruz Roja de Bogotá en el 2000.
"La fuerza de la película y la tensión de sus relatos se dan por el contraste entre los dibujos, la suavidad de las voces y el humor que tienen ciertos matices de la animación: las ruedas asimétricas y surrealistas de los camiones, el resplandor de la luz en cada imagen, las representaciones de los animales y el paisaje, y la crudeza de las armas, el rumor incomprensible con el que hablan los guerrilleros y los paramilitares, el peligro que desvanece cualquier bienestar", describe el escritor bogotano Hugo Chaparro Valderrama.
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Valderrama explica el éxito del film está en la contradicción que encierra, puesto que detrás de los colores y de la vida vibrante de los personajes, está el "horror que no admite tregua alguna para condenar a sus víctimas (...) Cuando concluye la película, sabemos que no hay belleza posible capaz de disimular la tragedia narrada".
Desde su perspectiva, "comprender que las Pequeñas voces del film son las de un país secreto o supuesto en regiones distantes para los que viven recluidos en las geografías urbanas cercanas al poder", permitirá entender que los rostros anónimos de los personajes no son más que un reflejo del espectador colombiano.
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