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La líder de la organización Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, junto al nieto recuperado 119, Mario Bravo.

La líder de la organización Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, junto al nieto recuperado 119, Mario Bravo. | Foto: Xinhua

Publicado 1 diciembre 2015



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Bravo es el sexto de hijos que recuperaron su identidad robada por la dictadura en Argentina y se reencontraron con sus progenitoras.

La primera nieta que recuperó su identidad y pudo reencontrarse con su madre en 1983 fue Tamara Arze, que nació el 22 de julio de 1974 y cuando tenía un año y medio, su mamá, Rosa Mary Riveros, fue secuestrada y ella quedó al cuidado de una pareja, hasta que una patota (grupo de represión) irrumpió en la casa y las fuerzas de seguridad la dejaron con unos vecinos.

Al año siguiente, Felipe Gatica Caracoche se reencontró con sus padres Ana María Caracoche y Juan Oscar Gatica, mientras que su hermana María Eugenia lo pudo hacer meses más tarde, en septiembre de 1985.

María Eugenia había nacido el 6 de febrero de 1976 en Bahía Blanca y Felipe el 23 de diciembre de ese mismo año, y en 1984 sus padres pudieron localizar primero a su hijo varón y un mes más tarde se reencontraron con María Eugenia.

El cuarto nieto  recuperado que pudo conocer a su madre fue Simón Antonio Gatti Méndez, ya que en 2002, el joven acudió a las Abuelas de Plaza de Mayo porque dudaba sobre su identidad y un examen de ADN confirmó que era hijo de Sara y de Mauricio Gatti.

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La nieta número cinco también pudo reencontrarse con su madre, María de las Mercedes Moreno, debido a que en 2012 con la ayuda de la filial de Abuelas en Córdoba, logró que la justicia federal convocara a la joven, que accedió a realizarse el examen de ADN y confirmó su verdadera identidad.

El sexto nieto en recuperar su identidad y reencontrarse con su madre fue Mario Bravo, luego de 38 años. Lo arrebataron de los brazos de su progenitora, Sara, al momento de su nacimiento. 

Después de adulto, acudió a la organización porque tenía dudas sobre su identidad y en 2007 entregó una muestra de sangre para compararla en el banco de datos genéticos donde reposa la información de víctimas de la dictadura. 

“Me llamaron hace una semana de la oficina de Derechos Humanos para citarme a mantener una charla. Allí me pidieron autorización para comunicarlo", expresó.

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