EE.UU. se impone al mundo mediante políticas guerreristas y un sistema de ideas impuesto sobre otras formas de aproximarse a la realidad.
Durante los dos últimos siglos, Estados Unidos ha implementado hacia América Latina políticas agresiva e injerencistas mediante la aplicación de mecanismos ideológicos, políticos y económicos.
El mito fundacional de Estados Unidos expresado en el "Destino Manifiesto" ha sido el instrumento justificador para imponer su propia historia y expandir sus fronteras territoriales en el continente latinoamericano y en el resto del mundo.
Nuevos elementos en el mapa regional han permitido contrarrestar el dominio histórico de EE.UU. y poner en discusión el modelo de vida del neoliberalismo, una cultura que rinde apología al consumo, al unilateralismo y a la muerte.
La política del Gran Garrote
El "Corolario Roosevelt" (1904) fue la reinterpretación de la proclama "América para los americanos", con la que Theodore Roosevelt inauguró la política agresiva e intervencionista de Estados Unidos hacia América Latina a inicios de siglo XX.
El Gran Garrote o The Big Stick buscó construir y consolidar la hegemonía estadounidense en la región latinoamericana para monopolizar su control en las nuevas zonas de inversión, el mercado de materias primas y de mano de obra para el desarrollo de la economía emergente.
En este contexto, EE.UU. utilizó la fuerza militar como mecanismo de dominación. Ocupó militarmente y colonizó posteriormente la República Dominicana, Cuba y Haití. Luego, dio apoyo al proceso separatista de Panamá de Colombia para construir y adquirir los derechos del canal de Panamá.
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Este período constituyó la fase en que EE.UU se impuso sobre Europa en América Latina como naciente potencia mundial y se hacía, si no con el control territorial, sí con el control político de los países recientemente declarados independientes.
Durante la Guerra Fría
Este período estuvo marcado por la división del mundo en dos grandes bloques. Por un lado, el estadounidense, y por el otro, el bloque soviético. Lo que fundamenta esta segunda fase de intervención de EE.UU. en América Latina es la "lucha" contra el comunismo y contra los países aliados de la URSS.
Durante décadas EE.UU. perpetró golpes de estados a los gobiernos de la región mediante agentes de inteligencia y proyectos de intervención. Además, experimentó con la economía regional a través de la aplicación de recetas neoliberales impuestas por gobiernos de derecha.
Para entonces, EE.UU ya se erigía como una gran potencia mundial. Europa dejaba de ser el bloque dominante y EE.UU. se hacía con la hegemonía hemisférica.
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Los objetivos de esta segunda avanzada eran contrarrestar la influencia soviética en la región, fomentar el desarrollo del capitalismo y hacerse con el apoyo de los países de la región para consolidar un bloque contra la URSS.
La era de la globalización
Después de finalizada la Guerra Fría, las relaciones diplomáticas de EE.UU. hacia la región se modificaron. Producto de la gran crisis económica atravesada en la región durante la década de los 80, el sistema financiero internacional dirigido por EE.UU. intervino a través de recetas más sutiles.
El "Consenso de Washington" fue la aplicación de una serie de medidas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM) para promover crecimiento económico con la participación de la banca privada en detrimento de las políticas sociales.
Países de la región se declararon en bancarrota. Argentina, Venezuela, Brasil y México se proclamaron incapaces de cancelar el millonario endeudamiento con las transnacionales.
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— teleSUR TV (@teleSURtv) 28 de octubre de 2017
El siglo XXI marcó el inicio de una nueva era en la región. La emergencia de nuevos liderazgos progresistas en Venezuela, Bolivia, Brasil, Ecuador, sumado a la aparición de nuevos mercados en las últimas décadas como lo son Irán, China y Rusia, y a la alta politización de las sociedades latinoamericanas han permitido un viraje en las relaciones con el gigante norteamericano.