El hallazgo resultó ser una sorpresa para el equipo de arqueólogos quienes jamás imaginaron que oculta en el interior de la pirámide de Kukulcán, en el complejo arqueológico de Chichén Itzá (Yucatán), encontrarían un templo que sirvió de lugar de adoración para los primeros dioses mayas.
La estructura tiene un adoratorio de tres metros de alto, así como escalinatas, muros y columnas. De igual manera, se encuentra una estructura hueca que se corresponde a una techumbre derrumbada.
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El descubrimiento se dio gracias al uso de tomografía eléctrica tridimensional y se pudo apreciar que el adoratorio se mantenía intacto.
El lugar fue destinado, por el pueblo Maya, como un espacio para el sacrificio de personas.
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