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"La Amada Inmóvil" es su obra más reconocida y fue escrita durante la agonía y posterior muerte de su mujer.

"La Amada Inmóvil" es su obra más reconocida y fue escrita durante la agonía y posterior muerte de su mujer. | Foto: EFE

Publicado 27 agosto 2017



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Amado Nervo es uno de los artistas más queridos y respetados de México. Su prosa, tan moderna como melancólica, es un referente para la lírica latinoamericana.

Amado Nervo fue el seudónimo que José Crisóstomo Ruiz de Nervo, eligió para escribir poesía. El mexicano, nacido el 27 de agosto de 1870 en Tepic, México, fue uno de los más grandes poetas latinoamericanos, además de novelista y ensayista.

Miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua, Nervo cultivó una escritura lúcida y moderna, pero también profundamente triste y llena de misticismo, sobre todo en sus últimos trabajos, en los que intensificó los recursos espirituales y religisoso aprendidos durante su paso por el seminario sacerdotal que abandonó en la juventud. 

Su primer trabajo fue el periodismo, ejercido primero en Mazatlán y después en la Ciudad de México. Vivió dos años en París, como corresponsal de El Imparcial, ciudad en la que no sólo estableció amistades con varios poetas, entre ellos el nicaragüense Rubén Darío, sino también en donde conoció a Ana Cecilia Luisa Dailliez, su futura esposa e inspiradora de una de los poemarios más tristes de la literatura de Latinoamérica: "La Amada Inmóvil", escrito durante la agonía y posterior muerte de la mujer.

De regreso en su país natal, Amado Nervo ejerció como profesor e inspector de enseñanza y, años después se integró al servicio diplomático mexicano, desempeñándose en las embajadas de Madrid, Buenos Aires y Montevideo, donde falleció en 1919 siendo embajador.

Su sentimentalismo y profundo romanticismo, arrastró a alrededor de 300.000 personas a sus funerales, celebrándose también ceremonias en su memoria en España, Brasil, Venezuela y Uruguay.

Escamoteo
Poema del libro "La Amada Inmóvil" dedicado a su esposa fallecida.

Con tu desaparición

es tal mi estupefacción,

mi pasmo, que a veces creo

que ha sido un escamoteo,

una burla, una ilusión;

que tal vez sueño despierto

que muy pronto te veré,

y que dirás: “¡No es cierto,

vida mía, no he muerto;

ya no llores…, bésame!”.


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