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El volcán Tungurahua, experimentó en horas de la mañana una explosión por lo que se se espera que la actividad continúe en ascenso, advirtió el viernes el Instituto Geofísico.
En un informe, esta institución dijo que el volcán por estar ubicado en la sierra central andina de Ecuador se debe monitorear con frecuencia, debido a que sus erupciones repentinas han causado daños en las poblaciones cercanas.
"se considera que de mantenerse el escalamiento de los diferentes parámetros monitoreados, podría ocurrir un escenario similar al 1 de Febrero en un término de horas a días. Este escenario implica un incremento de la explosividad con la consecuente generación de flujos piroclásticos, nubes ardientes que viajan a gran velocidad, que podrían llegar a las partes bajas del edificio volcánico", indica el documento.
El texto alerta que aparte de las nubes de erupción constantes el volcán también expulsará "intensas caídas de ceniza que podrían afectar a la población en función de la altura de las columnas, la dirección y la velocidad de los vientos".
Las estimaciones del Instituto Geofísico fueron confirmadas por los técnicos del Observatorio Vulcanológico de Tungurahua (OTV) que observaron una columna de un kilómetro sobre el nivel del cráter. Además han reportado caída de ceniza del tamaño de un grano de azúcar de color negro.
Parte del material expulsado ha caído sobre las poblaciones de Manzano y Chocluntus, zonas aledañas. También en Chontapamba, Cevallos y Quero, según el Servicio de Emergencias Ecu-911.
Por su parte, los inclinómetros, aparatos que miden el nivel de inflamación del volcán, apuntan que una zona superficial del cráter está en plena movilización. “Todo apunta a que la parte más hinchada es la más cercana al cráter”, explica Francis Vásconez.
El Tungurahua, de 5 mil 023 metros de altura sobre el nivel del mar, se reactivó en 1999 y ha mantenido períodos esporádicos de mayor actividad. Está ubicado a 140 kilómetros al sur de la capital.
El pasado 1 de febrero, el volcán registró una actividad moderada, que obligó a los responsables de Gestión de Riesgos a elevar a naranja la categoría de riesgos.
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