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La ONU reconoció en 2014 haber fracasado por no detener el genocidio en Ruanda.

La ONU reconoció en 2014 haber fracasado por no detener el genocidio en Ruanda. | Foto: AP

Publicado 6 abril 2015



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A 21 años del genocidio que acabó con la vida de 800 mil personas, la ONU reconoció su fracaso al no haber detenido la matanza que duró tres meses.

El origen del genocidio que se desató entre el seis de abril y el cuatro de julio de 1994 en Ruanda (África Central) se remonta a la tesis de una diferencia étnica implantada por Bélgica que provocó la muerte de más de 800 mil personas y más de dos millones de refugiados de las tribus tutsi y hutu. En este genocidio el 85 por ciento de la población arrasó con el 15 por ciento restante.

A partir del siglo VI comenzaron a asentarse en las montañas de Ruanda los Twas, una comunidad de raza pigmeoide que hoy en día conforma el uno por ciento de la población de ese país centroafricano. Luego se instalaron los Bahutus o Hutus, con características fenotípicas parecidas, que se establecieron muy rápido debido a su alta tasa de natalidad, actualmente representan el 85 por ciento de la población. Ambos pueblos basaron su sustento en la caza y la recolección de alimentos. 

En el siglo XV llegaron a territorio ruandés los Batutsi o Tutsi, que solo representaban el 15 por ciento de la población, la ganadería como medio de superviviencia primó en la comunidad, por lo que pasaron a dominar a los hutu. A partir de ahí, se rompió la unión entre los Hutu y Tutsi.

Posterior a esta ruptura, entre 1884 y 1885 se llevó a cabo en Berlín, Alemania el reparto de África entre los países europeos. De esta manera invadieron a finales del siglo XIX. Tras fracasados intentos de Alemania por el control total de Ruanda, Bélgica entró en juego para hacerse de la mano de obra centroafricana Tutsi para explotar los recursos naturales de Zaire (actualmente República Democrática del Congo).

Lea: “República Democrática del Congo: Riquezas naturales en la mira del imperialismo”

Ese hecho produjo que los Tutsi implantaran la teoría de seres superiores, tras las manipulaciones de Bélgica con “falsas teorías antropológicas e inspirándose en el discurso y métodos ‘científicos’ del francés Joseph Gobineau, que sostenía apreciaciones acerca de la pureza y de cómo la pérdida de pureza racial por la mezcla de sangres incidía sobre la decadencia de los pueblos. En Ruanda se empezaron a medir cráneos y narices para probar que los tutsi eran genéticamente superiores a los hutu”, argumentó la articulista Paloma Casaseca del sitio web Rebelión.

Complicidad de Israel en el genocidio ruandés

Además de Francia y Estados Unidos (EE.UU.), Israel también resultó salpicado en su complicidad durante el genocidio ocurrido en Ruanda.

El régimen sionista fue uno de los coautores del genocidio en Ruanda en 1994, tras haber enviado armas a ese país centroafricano, publicó en enero pasado el diario israelí ‘Haaretz’.

La noticia tuvo lugar a finales de diciembre de 2014 cuando unos abogados solicitaron los documentos sobre la exportación de armas israelíes a Ruanda que acabó con casi un millón de personas en la masacre que duró 100 días.

Durante 20 años Israel logró mantener en secreto la significación de estos datos, por la posible exposición al peligro del aliado de EE.UU. en medio oriente.

Las averiguaciones ahora publicadas señalaron que Israel profundizó la arremetida con la utilización de rifles, balas y granadas, por lo que el grupo de expertos y activistas de ese país concluyeron que “la venta de armas israelíes a los gobiernos que cometieron genocidio” es inaceptable.

El abogado Eitay Mack, recordó las declaraciones de Sara Leibowitz-Dar (una de las comerciantes israelíes de armas), durante su visita en 1994 al “Valle de la muerte” en Ruanda, donde se mostró orgullosa de que sus armas ayudaron a que las víctimas perdieran la vida instantáneamente.

El profesor Yair Auron puntualizó que “enviar armas a un país donde está ocurriendo un genocidio es igual al envío de armas a la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial”. 

El documento ratifica la “profunda implicación” del entonces ministro israelí de asuntos exteriores, Shimon Peres, y el primer ministro y ministro de asuntos militares, Isaac Rabin, dado que esas armas fueron enviadas desde el aeropuerto Ben Gurion (al sureste de Tel- Aviv), situación que requería del consentimiento y aprobación de los altos funcionarios.

El seis de abril de 1994 marcó huella  tras el aterrizaje del avión en el que viajaba el presidente de Ruanda, Juvenal Habyarimana, el cual fue asesinado por el disparo de dos misiles. 

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2014 reconoció su fracaso en Ruanda por no frenar hace 20 años el genocidio, al tiempo que pidieron perdón a los familiares de los caídos por la inacción del organismo al momento de estos sucesos.


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