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Soy Reportero
  • Los refugiados como moneda de cambio en la agenda de Occidente
Fecha de publicación 30 octubre 2015 - 01:22 PM
Recientemente y en relación con la masiva llegada de personas solicitantes de asilo a territorio europeo, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), quiso hacer una diferenciación clara entre “refugiado” e “inmigrante”.

Es importante aclarar dos conceptos que en los tiempos actuales se interrelacionan de manera interesada pero que al mismo tiempo están claramente disociados, los inmigrantes y los refugiados, que aunque compartan el denominador común de buscar el mismo objetivo de encontrar una vida mejor lejos de su hogar, manifiestan significativamente rasgos diferenciados, unos los inmigrantes, lo son por razones económicas y los otros los refugiados por razones políticas.

Un “inmigrante” es aquella persona que “inmigra”, es decir, que llega a otro país para establecerse en él. Muchos de estos inmigrantes –los que no tienen documentación en regla–, pueden ser deportados y transportados de nuevo hacia su país de origen. Las causas de esta huida pueden ser muchas y variadas: desde pobreza a falta de empleo o búsqueda de otro futuro.

En cambio ACNUR se refiere a los “refugiados”, como personas que huyen de conflictos armados o persecución. Su situación es a menudo tan peligrosa e intolerable que cruzan las fronteras para buscar seguridad en los países cercanos y, por tanto, son internacionalmente reconocidos como refugiados con acceso a asistencia de los estados.

En el caso sirio y muy en contradicción con lo que señalan intencionalmente la mayoría de medios periodísticos occidentales, los sirios representan el 20% del total de “refugiados” que hoy en día emprenden la peligrosa aventura de llegar a la tan ansiada Europa de la Unión, mientras que un 7% son afganos y tan sólo un 3%  iraquíes. Los dos tercios restantes del total de los mal llamados “refugiados”, en realidad provienen de países que no padecen conflictos bélicos y son en realidad emigrantes por cuestiones económicas. Hasta hace pocos meses la gran mayoría de estos flujos migratorios utilizaban preferentemente una ruta distinta, el cruce del Mediterráneo desde la costa Libia hacia la isla italiana de Lampedusa, entonces los líderes de Occidente denominaban este fenómeno “inmigración ilegal”. Eritreos, sirios, palestinos, afganos, iraquíes, pakistaníes, a los que ahora se unen también libaneses y ciudadanos de este de Europa por su cercanía a la nueva ruta elegida, son ahora denominados “refugiados sirios” a los que hay que encontrar una pronta solución que no pasa tan sólo por lo meramente humanitario.

Qatar que obtuvo miles de pasaportes sirios falsos para los mercenarios extranjeros contratados para luchar en Siria, ha puesto también a disposición de inmigrantes no sirios dichos pasaportes para inflar las cifras de supuestos “refugiados sirios” escapando a Europa y alimentando así intencionadamente el manipulado “drama de los refugiados”. Es aquí donde surge la innegable e imperiosa necesidad de intervención militar de occidente en Siria para frenar según David Cameron,  “el masivo flujo de refugiados sirios a territorio europeo escapando de los indiscriminados ataques contra la población civil del ejército de Al Assad”, poniendo sobre la mesa la necesidad de la opción militar como respuesta humanitaria  al “drama de los refugiados”. Para ello que mejor estrategia que el obsceno e indiscriminado uso de las imágenes –adulteradas- del cadáver del pequeño Aylan Kurdien en una playa turca o las repetitivas gráficas de familias enteras realizando a pie el terrible trayecto entre Siria y Alemania, cuando informes destacan que la gran mayoría de los que llegan a Europa (dos tercios del total) son varones de entre 18 y 34 años.

Un aspecto que resulta ciertamente escandaloso en el drama humanitario de los verdaderos refugiados sirios es que mientras ricas monarquías del Golfo Pérsico como Catar y Arabia Saudí invierten ingentes recursos en financiar a grupos terroristas para derrocar a Bashar Al Assad, en cambio no acojan a un sólo refugiado sirio, teniendo como en el caso saudí, un amplio conglomerado de cómodas carpas en Mina, para alojar a tres millones de personas y que sólo son utilizadas cinco días al año por peregrinos en su viaje a la Meca, el resto del año permanecen vacías. Israel que presume de estar a la vanguardia en su participación en operativos humanitarios de rescate en desastres naturales, lejos de acoger a un solo refugiado sirio, atiende a todos los terroristas heridos, especialmente del Frente Al-Nusra (Al Qaeda en Siria) que combaten cerca de los Altos del Golán (nunca contra el régimen de Israel, que a diferencia de todos los países de Oriente Medio, no es objetivo de las bandas armadas) y que son atendidos en hospitales israelíes cuando lo caen heridos en enfrentamientos con el ejército sirio.

Los datos reflejan también otra realidad que los medios de comunicación afines al imperio obvian, los refugiados que escapan de Siria, lo hacen desde territorios controlados por los rebeldes financiados por occidente y aquellos desplazados a lo interno del país lo hacen a zonas bajo control gubernamental. Por lo tanto, ¿tendría sentido que sirios que huyen del supuesto horror de los ataques de Al Assad buscaran refugio y protección en zonas controladas por el presidente sirio?

Francia y Gran Bretaña, las más obedientes potencias de la OTAN en Europa que ya comenzaron su particular campaña de bombardeos en Siria, no han cesado en reiterar la propuesta turco-americana de establecer una zona de exclusión aérea en Siria. Pero si el interés reside en combatir a ISIS, ¿Qué necesidad existe de implementar dicha exclusión, cuando los terroristas  no cuentan con fuerza aérea?, la respuesta es clara, restringir la capacidad aérea de la aviación siria para combatir al terrorismo yihadista, reforzando las posiciones de los grupos extremistas en su lucha contra el ejército de Al Assad y en última instancia, crear una franja a lo largo de la frontera siria-turca desde donde fuerzas de la OTAN tomen el control del espacio aéreo sirio como paso previo a una intervención militar a gran escala que culmine con el derrocamiento de Bashar Al Assad. Lo que demuestra algo plenamente conocido por expertos y analistas y es que la prioridad de Occidente, nunca ha sido acabar con el terrorismo que ellos mismos han creado sino un cambio de modelo de sociedad que abra la puerta al más exacerbado integrismo wahabista, como antesala de la total fragmentación social, religiosa y territorial de la que ha sido la cuna de una civilización durante más de diez mil años.

Alberto García Watson / Beirut



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