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  • La administración Macri (Cambiemos): Lobotomización de la sociedad, entreguismo e idiotez desfachatada
Fecha de publicación 29 marzo 2016 - 11:06 AM

Desde el 10 de diciembre del año pasado Argentina viene padeciendo una catástrofe de consecuencias imprevisibles. Más allá de los efectos desastrosos de las políticas y medidas implementadas por el gobierno neoliberal encabezado por Macri –aceleración de la inflación, eliminación de todos los controles a la renta financiera, con el dólar arribando a los 16 pesos, una devaluación de la moneda de casi un 100% con respecto al día anterior a su asunción, despidos masivos, eliminación de retenciones al agro y a la minería, pre-acuerdo bochornoso con los fondos buitres, condicionando no sólo el presente sino el futuro de millones de argentinos-, lo que se hace invivible es la imbecilización y miserabilidad de “el soberano”, el supuesto “pueblo”, esa entelequia absurda que se esconde detrás de la mayoría –las clases medias rescatadas de la pobreza por el anterior gobierno- que lo ungió en el ballotage –por un mínimo porcentaje- contra un demacrado y devaluado Scioli.

Es que la persistente propagación y generación de antikirchnerismo –a nivel nacional y global, como lo es todo hoy- que facilitó su acceso al poder –motorizada e implementada como un mecanismo de relojería por el grupo Clarín, asociado a la mafia orquestada por un grupo de jueces y agentes de inteligencia que se cansaron de armar causas penales en contra de funcionarios kirchneristas- se ha perpetuado achacándole a la “herencia” todas las medidas de ajuste, la eliminación de planes sociales y de protección de los derechos humanos, la derogación por decreto de la Ley de Medios, la represión a centros culturales barriales con balas de plomo, la detención ilegal (violatoria del estado de derecho en Argentina) de la electa diputada del Mercosur y luchadora social, Milagro Sala, etc. Todo se hace y se justifica a partir de la “herencia”, el argumento delirante de que los Kirchner dejaron un país incendiado y que tenían el ADN de la corrupción en sus venas. Algunos dicen que es una estrategia equivocada, y que el presidente puede terminar escapándose en un helicóptero, como le tocó al radical De la Rúa en la “crisis terminal” de 2001. ¿Es que a los argentinos y argentinas les agarró un ataque de amnesia colectiva? Lo cierto es que aplicado en forma extrema, como es el caso actual de este gobierno, el neoliberalismo lo único que hace es generar más pobreza, violencia y marginación social, lo que viene acompañado en Cambiemos por una continua campaña de comunicación donde pseudo-intelectuales y personajes de la cultura que simpatizan con el estado de las cosas –seguramente porque pertenecen a las minorías que no sufren con este modelo, sino que con él se enriquecen- diciendo que hay que ser tolerantes, que respetar al otro, que ser bueno y aceptar lo que sucede (“lo que sucede, conviene”, según pontifica Tinelli, animador y conductor de TV, adalid de la estupidización masiva y no por ello eventual competidor de Macri en una próxima elección) sin pronunciar una sola palabra sobre lo que pasa en el país, que es una tragedia de enormes proporciones. De hecho, si se produce un estallido social como el de 2001, el candidato más serio a sucederlo sería Sergio Massa, ex peronista que actualmente da su apoyo a la catarata de oprobiosas medidas llevadas adelante por el gobierno.

Lo que pasa es que el contraste es muy fuerte y se dio en muy poco tiempo. Realmente confrontaban dos modelos de país en el ballotage. El país  que había recuperado algo de dignidad y soberanía al plantarse y plantearle pelea a los fondos buitres –proponiendo una normativa universal aprobada nada menos que en la ONU, capaz de terminar por siempre con el flagelo que implican estas corporaciones globales –ejes dinámicos y esenciales de un capitalismo salvaje y de rapiña-, que se nutre de los negocios de la guerra, la trata de personas y el narcotráfico y de los grandes medios de comunicación, para imponer un pensamiento y un statu quo infames que avalan su accionar y sus despojos, frente a un país que ya venía anunciando que se iban a entregar y satisfacer las fauces de estos buitres, haciéndolo con gusto y como si fueran héroes, cuando no son más que burócratas villanos (el equipo negociador de Macri, delincuentes de cuello blanco como él que jamás pasarán un día en prisión). No se necesitan más indicios –aunque hay muchísimos- del alineamiento cipayo con Estados Unidos. Sin ser una revolucionaria y mucho menos una nueva Evita, Cristina –que hoy se mantiene en un enigmático silencio- tenía dotes de estadista, no de líder de empresa o de club de fútbol, como Macri, el eterno adolescente y multiprocesado (judicialmente) que ha zafado en la vida y que siempre ha sido consentido como todo niño de familia aristócrata, al punto de cumplírsele el capricho de ser presidente.

Cualquiera sea la perspectiva o la especulación que se tenga, desde hace días viene creciendo una situación de malestar, que surge de la pérdida del valor adquisitivo de los salarios de las verdaderas mayorías. Y el emprobrecimiento y la represión social se incrementan minuto a minuto, sustentados en “movidas comunicacionales y judiciales”, como la que pretende glorificar al fiscal, agente de la CIA y lavador de dinero Alberto Nisman, que llevó adelante la causa AMIA (engañando durante años a las víctimas asegurándoles que se haría justicia y que tenían identificados a los autores intelectuales –sin ninguna prueba, por supuesto-, y que el estado de Israel ya se había encargado de asesinar a los responsables materiales). Pues bien, la historia inventada, el gran mito, dice que Nisman fue asesinado –hace ya más de un año, probablemente a partir de una orden de Cristina plasmada por los servicios de inteligencia iraníes- cuando no tienen una prueba que sustente tamaña aberración, siendo un caso evidente de suicidio de un funcionario infeliz y putañero al que dejaron solo en la imposición de una denuncia ridícula contra Cristina y sus ministros relacionada con el Memorándum de Entendimiento con Irán, que Estados Unidos e Israel siempre reprobaron y que el gobierno de Cambiemos se encargó de sepultar en una de sus primeras medidas.

Y sí, la realidad se dio vuelta como una taba. Ir al supermercado da miedo, llegar a fin de mes se ha convertido en una utopía, pretender poner en marcha algún mecanismo de revocación de mandatos sería tildado de descabellado. La clase media arma el consenso, se enamora del discurso vacío, egoísta, que promueve el consumismo enfermo, el adoptar una actitud zen, “encapsularse” y olvidarse de los acontecimientos, relajarse y gozar, creerse el cuento de que “hay que ser tolerantes”. La primera marcha antimacrista encabezada por uno de los sindicatos de trabajadores del estado, no inquietó el avispero. Hasta la “negrada peronista”, las fuerzas de choque y el lumpenaje, cumplen funciones al servicio de este gobierno. ¿A qué se debe tamaño olvido?, ¿es que a la gente no la pellizcan ni le hace ruido el retorno del paisaje social de los ’90, la reaparición de los cartoneros y de cuadros de pobreza –urbana y rural- que se habían logrado superar, más allá del esfuerzo de Clarín y sus laderos por achacarle la culpa de todo al kirchnerismo?

La única explicación es que se ha producido una auténtica lobotomización de la sociedad argentina. El “tren de la alegría” y el cretinismo desaforado se han impuesto. Con frecuencia, sobre todo cuando debe enfrentar cámaras, Macri necesita alguien que le sople para hablar o contestar, lo que da cuenta de cierta carencia de sus recursos intelectuales, aunque sigue cautivando con sus sonrisas socarronas. Sus discursos son todos leídos, y se destaca que ha hecho esfuerzos y contratado un buen fonoaudiólogo para intentar desterrar su acento de cheto (lo que sería un pijo español) que tanta distancia social provoca en los intercambios verbales coloquiales y cotidianos. La pertenencia a las castas de los hombres de negocios poderosos inspira respeto y admiración en sus seguidores, su carácter de ingeniero le habilita y le da competencias para inventar de que Argentina está en una crisis o emergencia eléctrica y decretar un tarifazo de la electricidad de un 700%, que carcomerá aún más los devaluados salarios de los argentinos.

También se lo avala o se le atribuye ser inteligente, un hijo de puta como todos los políticos, pero inteligente, y que no va a robar porque ya es millonario. Por eso lo prefirieron antes que a Scioli, porque el otro era considerado un hijo de puta pelotudo, por su forma de hablar lenta y sus gestos de entusiasmo poco creíbles para defender a Cristina de los ataques que ha recibido desde su asunción a la presidencia. Sin embargo, los vaticinios del candidato peronista eran ciertos. No existió una campaña del miedo sino una simple deducción de lo que sucedería luego de aplicar un programa de libre mercado tan siniestro como el que se está aplicando en la Argentina.

Con tantos hechos y acciones infames como las desplegadas por el macrismo –en su nueva era presidencial- aún parece haber un abismo hasta que la situación termine de explotar. El nivel de entreguismo del gobierno de Cambiemos superó sin embargo los pronósticos, y las “relaciones carnales” pregonadas por el gobierno de Carlos Saúl Menem –antecedente inmediato de las políticas actualmente instrumentadas, que a su vez son una copia fiel de las impuestas por la dictadura, de la mano de Martínez de Hoz- semejan juegos de niños. Cuando uno enciende la tele, prende la radio, navega por Internet y en cualquier red social que se le ocurra, lo que prevalece es la aprobación silenciosa del plan macrista, que ni siquiera percibe un contexto internacional de crisis y retracción económica que volatiliza cualquier audaz esperanza de que lloverán inversiones sobre el país. Se creen todo y están dispuestos a seguir perdiendo capacidad de consumo y acceso a derechos básicos, así como sigue engordando un ejército de pobres y desocupados a los que sólo les queda la opción del exilio o de sumarse e intentar ser feliz con el país Cambiado. En este contexto, el único oasis aún resiste en la TV Pública, y se desconoce por cuánto tiempo. Es el programa de Hebe de Bonafini, la madre de Plaza de Mayo más famosa, la única que está levantando una voz vehemente y urgente para detener este cataclismo. Su programa de media hora, los sábados de 9 a 9.30, dan un pantallazo general de lo que sucedió en la semana, todos los vejámenes, inmundicias y torpes medidas y/o palabras del gobierno macrista. Seguramente son las minorías las que la ven, las únicas que están a salvo de la idiotez desfachatada que caracteriza al discurso PRO (partido político fundado por Macri). Ese que hoy, en su primer discurso ante el Congreso, pronunció el sintagma “retórica vacía” (supuestamente criticándolo) más de 10 veces, justo él, el paladín de la retórica vacía y la papa en la boca (o el bigote de Freddy Mercury a punto de ahogarlo y llevarlo al otro mundo), necesita un enorme cinismo para consolidar su poder y seguir “enamorando” a la mitad más uno de la población que lo votó.      



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