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Soy Reportero
  • Frente al silencio de los medios, la verdad de la calle
Fecha de publicación 4 enero 2016 - 03:26 AM

“En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario”

                                                              George Orwell

Los atropellos e intentos de supresión de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual, la creación de un Ministerio de Comunicaciones que tendrá la potestad de otorgar licencias de habilitación únicamente a aquellos medios adeptos a las políticas del gobierno (retomando la doctrina represiva del viejo COMFER de la dictadura), la retirada de la pauta oficial a quienes constituyan una mirada crítica de la actual gestión, la censura a la que fue sometido el periodista Roberto Navarro por el simple hecho de expresar opiniones contrarias a las del actual oficialismo, el ahogamiento de las radios comunitarias y canales alternativos a las grandes cadenas hegemónicas, la anulación –por decreto- de artículos claves de una Ley de Comunicación Audiovisual aprobada por amplia mayoría en el Poder Legislativo y refrendada por el Judicial (además de haber sido reconocida como “modelo a seguir” por las propia Organización de Naciones Unidas),  el permiso al grupo Clarín para hacerse del control de las acciones de Telecom (dando luz verde al incremento de un monstruo que no para de crecer, a costa –claro- de una nueva herida a la pluralidad de voces), son solo algunas de las noticias con que nos desayunamos los argentinos en menos de 15 días.

Jamás, desde la recuperación de la democracia en 1983, la presidencia de la república había cometido semejante amedrentamiento a la libre circulación de las ideas. Ni siquiera durante los años de plomo del menemismo-delaruismo se cérceno de tal forma el derecho a la información y la opinión, como sucedió durante el poco tiempo que lleva la flamante administración de Mauricio Macri.

La libertad de prensa, entendida como parte del bienestar general ciudadano y no como un bien ganancial de mercado, es una parte determinante de la columna vertebral del sistema republicano. La manipulación o el ocultamiento de la realidad, realizado de acuerdo a los intereses de un círculo cerrado de empresarios y políticos, constituye un ataque directo al conjunto de la sociedad.

Es, por ende, alarmante también el hecho de que la Corte Suprema de Justicia no interfiera frente a las recientes actitudes inconstitucionales del Poder Ejecutivo. No es difícil imaginar un acuerdo estratégico de mutua conveniencia entre Cambiemos y los supremos magistrados, con Ricardo Lorenzetti a la cabeza.

La rapidez con que las medidas cautelares aparecían durante el mandato de Cristina Fernández de Kirchner, siendo estas en su mayoría vacías de fundamentos jurídicos sólidos, contrastan ahora con el brillo de su ausencia (salvo, nobleza obliga, honrosas excepciones como el juez Luis Arias de La Plata).

Fue la presión popular lo que impidió el escandaloso nombramiento de dos componentes del máximo tribunal mediante un DNU (lo que hubiera significado el aniquilamiento de todo principio democrático), mas no una decisión de los componentes vigentes en dicha entidad. No hay que ser muy inteligente para notar el grado de complicidad entre la corporación judicial y el espacio Cambiemos.

Dicha “Troika” –como supo bautizar Víctor Hugo Morales- conformada entre Héctor Magnetto, la cúpula del Poder Judicial, y los partidos políticos que sustentan al actual gobierno, ha reemplazado la democracia por la corporatocracia. Donde el único artículo de la Constitución que parecen dispuestos a cumplir, es ese que empieza diciendo “el pueblo no gobierna ni delibera…”

La mentira y la impunidad son moneda corriente en un país donde el sentido común fue secuestrado por un diario y una pantalla, donde a la clase media se la intenta convencer de que el "problema" son los pobres y no quienes siempre les vaciaron los bolsillos. De pronto, se pasó del “que se vayan todos” a votar a los mismos que se rogaba jamás vuelvan, los mismos del corralito y el megacanje… la memoria siguió el mismo triste camino que el sentido común.

Pero a diferencia de periodos anteriores, la gente cuenta con una herramienta que debe convertir en sinónimo de empoderamiento: la internet. Ante el engaño institucionalizado, cada individuo debe responder convertido en periodista, en voz y vista de esa realidad que se empeñaran en ocultar.

Las redes sociales son un arma de batalla, mecanismos de difusión capaces de saltar la verja de la desinformación sistémica.

Argentina tiene, en este momento, 40 millones de periodistas… que cada uno se haga escuchar.

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